Aressea

Revelaciones en la confusión.

Aristella.

Despierto embriagada por un penetrante olor a jazmín, una fragancia dulzona que se mezcla con una sensación inexplicable de inquietud. Abro los ojos lentamente, permitiendo que la luz que se filtra por el ventanal me envuelva, pero no me consuela. La habitación, un refugio de elegancia inquietante, me envuelve con sus sábanas de seda negras y blancas, creando un contraste que en lugar de confortarme, aumenta mi ansiedad. Las cortinas de marfil bailan al compás de un viento apenas perceptible.Frente a mí, una pequeña mesa negra se eleva, dos sofás blancos se enfrentan, pero no hay calidez en su diseño, solo un vacío inquietante que provoca un estremecimiento. Dejo de observar la habitación; mi mente vuelve a mis heridas. Con una mano temblorosa, acaricio el vendaje que rodea mi abdomen, un recordatorio de lo que podría haber pasado. La venda en mi pierna provoca un leve escalofrío de dolor, y me doy cuenta de que estoy vestida con un camisón azul,¿Dónde estoy? La pregunta se repite como un eco en mi mente. Busco con la mirada a Daniel, pero la soledad se aferra a mí como una sombra; no hay nadie aquí. La inquietud se convierte en un nudo en mi estómago mientras me levanto. Mis huesos se estiran y crujen, y al poner el pie en el suelo, el dolor de la pierna se hace presente, pequeñas punzadas que aumentan la tensión en mi pecho.Mi arma tampoco está aquí. La habitación es un silencio abrumador. Con un corazón palpitante, abro las grandes puertas rojizas, cada bisagra chirriante es un presagio de lo que podría aguardarme al otro lado. ¿Quiénes son? Los pasillos, envueltos en una penumbra inquietante, parecen alargarse infinitamente. Camino con precaución, cada paso un esfuerzo, y en ese silencio sepulcral, una voz rompe la monotonía detrás de mí:

—¿Crees que es correcto salir en camisón?

La pregunta resuena en el aire como un eco inquietante. Me tensiono de inmediato; reconozco esa voz, aunque apenas hemos intercambiado palabras. Dando un giro lento y calculado, me encuentro con el dueño de la voz. Me observa con una sonrisa que no llega a sus ojos, un gesto que encierra una advertencia. Puedo percibir la mirada de rechazo que intenta disfrazar. Intento calmarme, apretando los labios para no traicionar mis nervios. Pero si él está aquí, eso significa que ella también lo está.

—Jasper, ¿donde estoy?¿dónde está Dan? ¿Qué haces aquí? ¿Has venido con Vayolet o ella te mandó?

Las palabras se atropellan en mi mente, y en un arranque de pánico, empiezo a lanzar preguntas como un torrente desbordado. Él me mira sorprendido, como si no esperara esa ráfaga de incertidumbre.

—Calma, de una en una, por favor. Son demasiadas preguntas.

Se acerca a mí, y mi instinto de supervivencia se activa. Lo miro de forma amenazadora, tratando de ocultar mi creciente inquietud. Él parece dudar al notar mi nerviosismo y se detiene en su avance.

—No tengo intenciones de hacerte daño. Te llevaré con el señor. Quiere verte.

—No iré a ningún lado sin saber si Dan está bien.

Me lanza una mirada desconcertada, sus ojos llenos de confusión.

—¿Quién es Dan?

El pánico se dispara en mis venas. ¿No sabe dónde está? ¿Qué le han hecho? La situación se torna aún más sombría.

—¿Cómo que quién es? ¡No vine sola! ¿Dónde está Dan?

Él asienta, sorprendido, y una sonrisa surge en su rostro, pero esta vez no veo la más mínima gracia en ello.

—Perdona, no había pensado en él. Está bien, no te preocupes, ahora mismo está donde te voy a llevar.

—¿También está con ese señor?

—Sí.

El sí resuena en mi mente como un presagio oscuro. La tensión en el aire se vuelve palpable, y un escalofrío recorre mi espalda. La pregunta se cierne como una sombra indecisa: ¿Qué irá a sucederme a mí y a Dan en ese lugar desconocido? Mi corazón late, cada vez con más fuerza, mientras la inquietud se adensa a mi alrededor.No me queda más opción que seguirlo. Recorremos varios pasillos hasta llegar a unas imponentes puertas dobles de madera oscura. Con un breve toque, Jasper provoca que una voz grave y autoritaria lo invite a pasar. Al cruzar el umbral, me encuentro con la misma mirada desafiante que vi antes de desmayarme. Varios hombres se encuentran en la sala; sus ojos poseen un destello peculiar y su presencia, ominosa, me aterra.

Estamos en una sala de conferencias dominada por el negro y el dorado, donde una mesa larga de un rojo vibrante resalta dramáticamente en el lugar. Las sillas negras la rodean, y mis nervios crecen a medida que observo a cada hombre en su lugar, Cuatro sillas vacías llaman mi atención, Jasper, dejándome atrás, se dirige a su asiento con una calma inquietante. Empiezo a sentir un escalofrío recorrerme, la confusión me envuelve: ¿Dónde está Dan? ¿Qué hago aquí? De repente, noto la fría tela de una capa roja que ahora cubre mis hombros, sacándome de mis pensamientos. Al girar la vista, me encuentro con el coronel Damián de Aressea. Mi boca se entreabre ante la sorpresa, sus profundos ojos verdes me observan cálidamente, mientras él avanza hacia su sitio sin esperar nada de mí. Me acurruco en mi sitio, abrazando la capa con fuerza como si pudiera protegerme del aura de poder que emana de este lugar. ¿Qué hace él aquí? Antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, todo el mundo se levanta al unísono, dirigiendo su mirada hacia un rincón oscuro. Se hacen reverencias cuando una puerta se abre, y el sonido de unos pasos firmes resuena en el silencio expectante. Mis ojos se abren de par en par y mi corazón parece querer escapar de mi pecho. Con una presencia imponente y un vestuario completamente negro, Dan entra en la sala, y al fijar nuestros ojos, el tiempo se detiene. Yo me quedo petrificada en el lugar; él, quien hace poco estaba moribundo y sucio, ahora irradia poder y autoridad. Damián, rompiendo el tenso silencio, grita con fuerza:




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