Narrador.
Ajeno a lo que acontece fuera de los muros de su mansión, Lord Grace permanece absorto en sus pensamientos, sumido en un abismo de incertidumbre. mientras intenta desentrañar lo que ocurrió aquella fatídica noche en la torre. Sus dos confidentes lo observan en silencio, esperando, sin pronunciar palabra, una explicación sobre la inesperada aparición de la capitana del ejército de Sandiel, una Naseriana. El tiempo parece ralentizarse mientras Grace, incapaz de hallar respuestas claras, busca con desesperación las palabras adecuadas. La tensión crece con cada segundo que pasa. Con voz apenas audible, comienza a hablar, como si temiera lo que podría descubrir.
—Sinceramente... no sé qué fue lo que pasó. Tampoco estoy del todo seguro de lo que sospecho —murmura, sin mirar a nadie en particular, sus ojos clavados en algún punto distante, como si esperara que le ofrecieran una revelación.
Jasper, quien nunca ha sido conocido por su paciencia, estalla, impaciente.
—¿Qué sospechas? —exclama, su tono irónico y desafiante llenando el aire—.¿Puedes explicarnos qué hace aquí Aristella?
Daniel, sentado junto a él, observa a su amigo pelirrojo con una mirada profunda. En su rostro se refleja una mezcla de preocupación y desconcierto. Lo que escuchaba no tenía sentido, pero las piezas del rompecabezas parecían estar encajando de una forma peligrosa.
—Las cosas... se torcieron más de lo debido. Ella me ayudó en la torre, y no soy un hombre que rechace una deuda. No quería deberle nada, así que la salvé.
—¿La salvaste? —Jasper se levanta, dando un paso hacia él, el rostro distorsionado por la furia—. ¡Y no se te ocurrió la brillante idea de dejarla en otro lugar! ¡La sacaste de Naseria, cuando Sandiel tiene su tutela! ¡Ahora ese hombre vendrá por ella y con él millones de soldados!
El capitán Jasper hace gestos descontrolados, y la habitación se llena de una energía tensa. Daniel, sin embargo, permanece tranquilo, demasiado tranquilo. Mira a su compañero pelirrojo, como si ya no estuviera del todo allí.
—No estoy seguro de lo que está pasando —dice, con voz suave, casi como si hablara consigo mismo
—Solo sé que cuando Aristella estaba herida, yo sentía su dolor. No un dolor emocional... sino físico.
La atmósfera se densifica. Damian, el capitán de la guardia, quien había permanecido en silencio hasta ahora, se inclina hacia adelante, sus ojos fijos en Daniel, buscando algo, una respuesta que no estaba allí. La incertidumbre lo consume mientras su mente empieza a hacer conexiones que los demás no comprenden.
—¿Intentaste entrar en su mente? —le pregunta, su voz cargada de reproche.
Daniel asiente, y un escalofrío recorre la espalda de todos los presentes. Damian parece haber comprendido algo, pero no tiene tiempo para procesarlo. Va a decir algo, cuando la puerta se abre de golpe. El mayordomo, sudoroso y visiblemente alterado, irrumpe en el despacho.
—¡Mi señor... la chica ha escapado.!
Un silencio mortal se apodera de la estancia. Los tres hombres lo miran, paralizados por la noticia, y el aire se torna gélido. Lord Grace, sin una sola palabra de sorpresa, se levanta lentamente. La oscuridad que siempre lo rodea parece intensificarse, y su mirada se endurece con una autoridad fría y letal.
—Encuéntrela —ordena en voz baja, pero con una firmeza que deja claro que no aceptará fallos—. Atraviesa a todo aquel que intente hacerle daño. Que regrese con vida, o no habrá perdón.
Los presentes lo miran fijamente, la gravedad de la situación calando hondo. La figura del duque se recorta contra la tenue luz de la lámpara, y todos saben que no hay marcha atrás.Con una mirada al balcón, los tres hombres ven una sombra escurrirse por el borde y desaparecer en la oscuridad de la noche. Un estremecimiento recorre el aire. Nadie dice una palabra, pero todos sienten el peso de lo que está por venir.
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Editado: 22.11.2024