Aristella.
La lluvia cae como un manto oscuro en la noche, envolviendo el jardín en un silencio inquietante. Estoy allí, buscando el hueco otra vez, con la casa a mis espaldas, sumida en la penumbra y las luces apagadas. La luz de la luna, fría y distante, alumbra mi camino, testigo mudo de mi escapada. El jardín, a pesar de la tempestad, se ve hermoso. Las flores brillan por las gotas de agua que las adornan, como diamantes.Mi corazón late con fuerza, anticipando lo que está por venir. Al llegar a mi destino, un escalofrío recorre mi espalda. La piedra que esperaba no está; en su lugar, una silueta oscura y enigmática se sienta en la hierba, cubriendo el hueco. Me echo hacia atrás, pero es inútil; él me ha visto. Su mirada es penetrante, como un rayo de luna que corta la oscuridad. En su mano, un encendedor plateado brilla momentáneamente antes de apagarse, solo para ser pasado entre sus dedos con una calma inquietante. La tensión en el aire es palpable, y me muerdo el interior de la mejilla para ahogar las barbaridades que amenazan con salir. Él está empapado; su traje negro se adhiere a su piel, su tez blanca resplandece bajo la luz lunar, un contraste perturbador que me hace dudar de su humanidad. Sus ojos, dos perlas en la noche, brillan con un fulgor hipnótico, cautivadores y peligrosos, reflejando las estrellas que parecen observarnos desde lo alto.
—¿Vas a algún sitio? —su voz, autoritaria pero suave, me deja claro que me estaba esperando.
—Sí, ¿te apartas? —sonrío, un gesto forzado mientras me acerco a él.
—No. —Su sonrisa es tan falsa como la mía.
Mi mirada se intensifica en la suya, atrapada en un juego de miradas donde quien quite la vista pierde. La tensión se corta en el aire; estamos empapándonos bajo la lluvia, yo con una capa que apenas me resguarda, mientras él no lleva nada que lo proteja.
—Daniel, no lo entiendo. Al menos dime el porqué. ¿No te parece que necesito una explicación?
Ladea la cabeza, su rostro pensativo lo hace aún más atractivo... ¡Joder! Aristella, no es el momento ni el hombre indicado para pensar eso. Sacudo la cabeza, intentando despejar mis pensamientos, mientras él me observa, como si no comprendiera la tormenta que se desata en mí.
—Yo tampoco lo sé muy bien... pero el por qué no puedes salir es fácil. —Su tono es calmado, pero hay una chispa de incertidumbre en sus ojos que me irrita aún más. No logro comprender sus palabras, así que solo le miro, esperando que continúe. Él suspira, y el vaho que emana por el frío se siente más libre que yo en este instante.
—Si sales ahí afuera, te matarán.
—¿Y en qué te perjudica a ti? —mi tono se eleva, resonando al compás del trueno que ruge en el cielo, como un reproche.
—Bueno, no quiero arriesgarme. —Se encoge de hombros, como si sus respuestas fueran tan claras y simples.
Respiro hondo; la lluvia comienza a calar profundamente en mi ropa.
—¿Te preocupa que muera en tus tierras, por ser naseriana?
Entrecierra los ojos, como si hubiera pronunciado la cosa más estúpida.
—No hay nada más gratificante para nosotros que los naserianos mueran en nuestras tierras, Aristella.
Su forma de pronunciar mi nombre es tan peculiar que me produce escalofríos. Otro trueno estalla, y el aire se carga de tensión.
—¿Entonces? Sigo sin comprender.
—Será por eso. No quiero que mueras aquí, no por ser naseriana. Tampoco quiero enfrentarme ahora a Sandiel. Debo ocuparme de otras cosas primero, y si mueres, será complicado.
—No moriré. —Mi voz resuena con firmeza, rebosante de confianza.—Me entrenaron para matar; sé defenderme sola. Déjame ir con Sandiel, así no te enfrentarás a él.
—Eso no funciona así. Me has salvado de la torre, y ahora todo el mundo te buscará, pero no para saludarte. ¿Quieres vivir huyendo toda tu vida? Y eso, si logras salir de aquí. Te entrenaron para enfrentarte a los de ellos, no a los míos.
Un bufido de agotamiento escapa de mis labios, la tensión en el aire palpita a mi alrededor.
—¿Qué tan difícil puede llegar a ser? Hace unas horas pude con cuatro hombres, y eran de los tuyos.
Un destello de interés atraviesa sus ojos, y con una mirada retadora, se levanta. Mido su altura; más o menos me saca cuatro cabezas. ¿Cuánto medirá? Su rostro cambia repentinamente, y en su voz resuena una autoridad implacable.
—Sígueme.
La calma que emana de él contrasta con la tempestad de pensamientos que azotan mi mente. Pasando a mi lado, me deja una estela de incertidumbre.
—¿A dónde me llevas?
Gira ligeramente la cabeza y, con una media sonrisa que no logra ocultar la gravedad de la situación, responde:
—Afuera.
Sin más explicaciones, se aleja. Miro hacia el hueco por donde había salido; una indignación me abraza a medida que me doy cuenta de que está tapado. Ya no queda rastro de aquel escape. Un suspiro escapa de mis labios, y aunque mi cuerpo me grita que me detenga, me encamino tras él, sintiendo cómo mi corazón late desbocado.
#3707 en Fantasía
#8692 en Novela romántica
epoca, vidas pasadas/nueva oportunidad, crimen tragedia justicia
Editado: 19.11.2024