Argent-Ignis, el hijo del sol.

Capitulo 2

Cuando el hombre abrió los ojos, vio el rostro de Brokiru mirándolo expectante. El Kaeru parecía ansioso, casi sediento de aventuras.

¡Por los dioses! —dijo impaciente Brokiru—. ¿Qué viste?

Vi el mundo real —contestó el hombre—. Parece que soy un símbolo de esperanza…

¿Tu nombre? ¿Lo viste en algún lugar? —preguntó Brokiru.

Me llamo Argent-Ignis, el Hijo del Sol —respondió.

¿Qué? No esperes que te llame con un nombre tan complicado. Te voy a decir Ricardito —dijo Brokiru entre risas.

De ninguna manera… creo que "Argento", a secas, me gusta —replicó el hombre con una sonrisa.

Es bastante típico, pero creo que servirá —contestó Brokiru con un suspiro.

¿Y ahora qué? Sé cómo me llamo, por qué existo… ¿qué tengo que hacer? —dijo Argento, enérgico.

Tengo una teoría, pero tenemos que hacer algo para comprobarla —dijo Brokiru mientras se dirigía a otra habitación de la casa.

Desde allí se escuchaba el sonido de Brokiru buscando algo. El Kaeru estaba haciendo un gran alboroto. Argento se preguntó si existían los vecinos en ese mundo, porque, si existían, iban a estar muy molestos.

Al poco tiempo, se escuchó:

¡La encontré! —gritaba Brokiru mientras regresaba al lugar donde estaba Argento.

Brokiru entró al cuarto principal extasiado. En sus manos tenía una escopeta recortada, con runas talladas en el mango de madera lustrada y un cañón doble de metal cromado.

¿Qué te parece si vamos a visitar a las pesadillas? Tal vez un poco de acción responda tus preguntas —dijo Brokiru, con una sonrisa un tanto sádica.

¿Vamos a cazar pesadillas? ¿Con una sola arma? ¿Nos vamos a turnar para matarlas o qué?… ¡¿Las pesadillas se pueden matar?! —exclamó Argento; la idea de una batalla lo llenaba de energía.

Esto es para vos, mi pequeño amigo —contestó Brokiru con un tono relajado y seguro—. Yo soy un druida, ¡la magia es mi arma!

Antes de terminar de hablar, el Kaeru le entregó el arma a Argento. La escopeta se sentía muy ligera, y se sentía… viva. El hombre la examinó con cuidado; las runas parecían antiguas, pero de alguna manera transmitían un significado ancestral.

¿Lo sentís, no? Esta escopeta es especial, fue forjada hace siglos en la guerra con el imperio —Brokiru parecía afligido.

Cuando la tengo en mis manos me siento… poderoso, mi mente se siente más tranquila, no sé cómo explicarlo, pero… —Argento se percató del estado de ánimo del Kaeru—. ¿Estás bien?

¡Por supuesto! —Brokiru esbozó una sonrisa exagerada—. Los Kaeru siempre estamos bien.

Si vos lo decís… —contestó Argento—. ¿Y las municiones?

El rostro de Brokiru se iluminó; era la pregunta que estuvo esperando por un largo rato.

Esta arma no lleva municiones de la manera tradicional —Brokiru dio una pitada a su pipa para dar una pequeña pausa dramática—. Las pesadillas son energía negativa en estado puro; la mejor forma de eliminarlas es con energía positiva, y esta arma se alimenta de eso.

Pero, ¿cómo funciona? —preguntó Argento.

¡Hay cosas que es mejor aprenderlas sobre la marcha! —contestó Brokiru dirigiéndose hacia la puerta.

Argento no tuvo de otra que seguirlo. Al salir de la puerta vio que la casa estaba rodeada por un lindo jardín de flores de todos los colores. Pequeñas lucecillas revoloteaban entre las flores, que recordaban a las abejas. De la casa salía un camino de luz violeta que, de alguna manera, se veía sólido y fuerte.

¿Adónde vamos? —preguntó Argento.

Sígueme —contestó Brokiru con aires de misterio.

El Kaeru rodeó la casa. En cuanto Argento llegó al otro lado de la esquina, vio algo increíble, incluso en ese mundo. Un portal de un material extraño emitía una luz azul clara que transmitía una extraña sensación, una paz que invitaba a cruzar el umbral.

Te presento… —los ojos de Brokiru se iluminaban de emoción, recuerdos de viejas eras—: ¡al portal de barro!

¿Vamos a ir a Temallum? ¿Ahí también hay tulpas? —dijo Argento, confundido.




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