Cuando Argento cruzó el portal, todo a su alrededor se difuminó. Las luces y los colores bailaban a su alrededor, dando forma a todo tipo de paisajes. En un momento, una ciudad se alzaba frente a él, y al otro estaba en un extraño pantano, para después ver un paisaje lleno de criaturas y plantas dignos del imaginario de la mente más excéntrica. Todo pasó en un instante, o tal vez pasaron miles de años; era imposible para Argento saber eso con exactitud. De un momento a otro, todo se detuvo: se encontraba en un lugar tan raro y metafísico como lo era la casa de Brokiru. Detrás de él, un círculo de un color azul intenso giraba de forma hipnótica, y frente a él se alzaba un paisaje montañoso hermoso y misterioso. A lo lejos, montañas gigantes acariciaban las estrellas.
Cerca de él, unas pintorescas casas se mezclaban con las montañas, y a unos pocos metros se encontraba Brokiru.
—¿Y? ¿Cómo estuvo el viaje? ¿Te gustaron las vistas? —dijo Brokiru entre carcajadas. El Kaeru sabía que la primera experiencia en el portal era... especial.
—Fue interesante… ¿Adónde estamos? —Argento estaba intrigado.
—Estamos en otro territorio del mundo onírico, es un territorio del imperio, no quedan muchos —contestó Brokiru—. Por acá vamos a encontrar alguna pesadilla… primero me gustaría darte una pequeña advertencia: en este plano también llegan las almas de los vivos, y alguna de esas almas están… un tanto confundidas por el viaje. Este lugar es mucho más peligroso que mi pequeña mansión.
—¡No hay problema, si aparece alguna la aniquilo! —dijo Argento con tono canchero.
—¡NO! —gritó Brokiru—. ¡Las almas no son como las pesadillas! Su existencia es real; si ves un alma, simplemente ven a buscarme.
—¿Venir a buscarte? ¿No vas a venir conmigo? —preguntó Argento con una mezcla de enojo y confusión.
—¿En serio? ¿Lo voy a tener que repetir de nuevo? —dijo Brokiru con tono burlón—. ¡Se a-pre-nde so-bre-la-mar-cha! Ahora ve y mata algunas pesadillas, apunta y tira del gatillo mientras piensas en cosas lindas, es fácil.
—¿Cosas lindas? No tengo recuerdos, ¿en qué cosas lindas voy a pensar? —dijo Argento.
—Ah, claro… claro, me había olvidado de ese detallito —contestó Brokiru mientras ponía su mano en la cabeza de Argento para después gritar—: ¡Dei’oniri waga mēnsu o pulchrum memorias implere! ¡Lulu’felinus, krr’recordare!
En la mente de Argento, la imagen de un hermoso gatito empezó a llover, una cálida sensación llenó su corazón y la dulzura conquistó su alma.
—¿Qué hiciste? ¿Por qué tengo recuerdos de un gatito? —preguntó Argento, confundido.
—Creé recuerdos en tu mente, de nada, amiguito —contestó Brokiru con orgullo—. Es una técnica que inventé en la guerra; era esencial que todos tuvieran algún lindo recuerdo para vencer al imperio. Pero es importante que tengas en cuenta esto: es un recuerdo artificial, no va a ser tan potente como uno real. Es esencial, fundamental, que de alguna forma tengas alguna experiencia linda que cree un gran recuerdo.
—Ok… gracias y voy a intentar tener un lindo momento con una pesadilla para poder usar mejor esta escopeta —dijo Argento mientras apuntaba el arma hacia las montañas—. ¿Para dónde tengo que ir?
—¡Jaja, me encantaría ver eso! —contestó Brokiru con ironía—. ¿Ves ese camino de luz verde que se extiende a unos metros? Seguilo, cuando se termine, salta al vacío.
—A esta altura nada me sorprende, y ¿cómo voy a volver acá? ¿Vas a aparecer de la nada y vamos a volver? —preguntó Argento.
—Sí, más o menos —dijo Brokiru—. Voy a seguirte, ¡no tenés que preocuparte por nada!
—¡Bueno! —exclamó Argento con entusiasmo— ¡Nos vemos cuando las pesadillas hayan tenido pesadillas!
Argento se dirigió al camino de luz verde que estaba cerca de ellos. En ese mundo, todo era confuso; muchas veces, los detalles pasaban desapercibidos.
Mientras caminaba por el camino de luz, un gran estruendo hizo temblar el mundo debajo de él. De un momento a otro, lo que parecía un tranquilo paraje montañoso se convirtió en un infierno.
Todo estaba cubierto de un fuego infernal; arañas gigantes correteaban de un lugar a otro en busca de sangre fresca para nutrir su sed de maldad. Todo era caótico… parecía una creación de una mente enferma. De un momento a otro, las arañas se dirigieron hasta un pequeño punto en movimiento que se dirigía hacia la posición donde estaba Argento. Entrecerrando los ojos, pudo ver mejor qué era ese punto: una Kaeru corría ágilmente por su vida. Vestía una pesada armadura y estaba armada con un arco, pero con un carcaj vacío. Su piel era verde esmeralda y tenía pequeñas líneas amarillas a lo largo de su cuerpo; se podría decir que era una rana atigrada.