Capítulo 4: El Duelo de Leyendas
Al ver a Brokiru, los ojos del elfo se iluminaron y una sádica sonrisa deformó su rostro. Dejó caer a Argento, quien fue recogido por la Kaeru para después apartarse del camino de los titanes.
—¡Brokiru… el renacuajo azul de Temallum, el héroe del pueblo de los anfibios más sucios de Temallum! —El elfo se había olvidado de la elegancia; ahora sonaba iracundo, como quien se reencuentra con un viejo y odiado enemigo.
—Los elfos hablan mucho, ¿qué te parece si retomamos donde nos quedamos la última vez? —dijo Brokiru con tranquilidad, una tranquilidad que incomodaba mucho más que la ira del elfo.
El aire se cargó de una energía imposible de describir con palabras. Hilos de luz azul y de oscuridad bailaban y se entrelazaban. Ambos contrincantes cargaron a la batalla: los pasos de Brokiru eran rápidos pero pesados, los del elfo eran ágiles y elegantes. Kurtar lanzó una estocada directo a la cabeza del Kaeru, pero este la esquivó con gran facilidad. El choque de las armas tronaba e iluminaba el lugar. Brokiru intentó sin éxito quebrar la defensa del elfo, pero este era implacable; ambos eran guerreros formidables.
—Brokiru, el Kaeru azul… ¿cómo llegó el druida legendario a este lugar? —dijo el elfo mientras cruzaban sus espadas.
—¿Por qué a ustedes les gusta hablar tanto? —contestó Brokiru, empujando al elfo y logrando asestar una estocada en uno de sus costados.
Mientras los combatientes libraban su batalla, Argento y la Kaeru tenían una pequeña conversación…
—¡Hey! ¿Estás bien? —le preguntaba la Kaeru a Argento.
—Sí… sí —contestó Argento, disimulando que tenía el orgullo un tanto herido.
—No sé si es el momento ideal para esto… me llamo Nablume —le dijo la Kaeru mientras lo ayudaba a sentarse en una roca.
—Un gusto, Nablume, podés llamarme Argento —contestó él, intentando hacer una reverencia elegante—. Brokiru me dijo que lo llamara si pasaba algo… pero nunca me enseñó ese hechizo…
—Yo no llamé a Brokiru, ni siquiera sabía que estaba vivo después de tantos años —dijo Nablume confundida—. Mi hechizo era para pedir la ayuda de los ángeles, nunca escuché de alguien que haya tenido respuesta, ¡pero valía la pena probar… no?
—¡¿Qué?! —Argento estaba indignado—. ¡Estaba por matarnos y literalmente rezaste por ayuda? Reconozco que la magia le da un toque especial, pero…
Mientras tanto, la batalla giraba a favor del elfo oscuro. Su odio y rencor eran implacables, y Brokiru, aunque legendario, estaba fuera de forma gracias a años de adoración a la cultura popular de la tierra.
Kurtar logró asestar un contundente golpe con el pomo de su espada, lo que hizo tambalear a Brokiru. El elfo aprovechó para derribar al Kaeru con una fuerte patada… ante los ojos atónitos de Argento y Nablume.
—Estás más blandito de lo que recordaba —dijo el elfo entre risas—. ¿Qué pasó? ¿Dónde quedó el druida de las leyendas? ¿El que fue fundamental para derrotar al imperio?
—Elfito… elfito —contestó Brokiru con picardía—. ¿Por qué siempre tan arrogante? La jovencita de ahí llamó a un viejo amigo tuyo… no podía sacarle la diversión, ¿no?
En los cielos, una gran nube verde se formó y con ella trajo truenos que sacudieron la tierra. El semblante del elfo cambió drásticamente, como si una sombra de su pasado volviera para atormentarlo. Uno de los rayos impactó directo donde ellos se encontraban. Una luz cegó a todos para dar paso a una visión que hizo caer de rodillas a Kurtar.
Un enorme y musculoso orco se encontraba ante ellos, vestido con pieles gruesas, con un pelaje oscuro y una cabeza de oso de casco. Detrás de él, unas enormes alas, de plumas verdes y rojas, asomaban.
—¡Raki…! —dijo Kurtar atónito.
—¡No lo puedo creer, funcionó! —dijo Argento, sacudiendo a Nablume con emoción.
—¿Ni siquiera el descanso eterno fue capaz de sanar tu alma? —dijo el ángel mirando al elfo. Su mirada transmitía una mezcla extraña entre decepción y emoción—. ¡De pie, elfo! ¡Deja a ese escamoso en paz y enfréntate con un guerrero de verdad!
—Los orcos y su sabia elección de palabras —murmuró Brokiru con enojo; para los Kaerus era insultante el uso de la palabra "escamoso".
Raki se abalanzó sobre el elfo a toda velocidad. Sin dudarlo, lanzó un implacable puñetazo a Kurtar. El golpe hizo tambalear al elfo, pero no fue suficiente para dejarlo fuera de combate. Con un rápido movimiento, Kurtar lanzó una estocada al orco, quien detuvo el golpe con un hacha de luz verde que había generado al instante.