Ariantes: El Hijo del Dragón

SOREN EST BRUM’A

Soren admiraba el claro cielo que se podía ver desde las montañas, era un paisaje que le traía una gran paz interior. Esto sin desmerecer a la vista desde los árboles del bosque, pero le parecía un hermoso paisaje que le llegaba hasta el alma. A pesar de haberlo visto cuando había tomado posesión de aquél ave, éste aún le asombraba. Ser un Osh-zoo-ria, era un secreto que muy pocos sabían, Alani y Thoriq eran los únicos; lo había mantenido escondido durante toda su vida, ni su padre ni su hermano, las dos personas más cercanas a él, lo sabían.

Había algo en posesionarse de un animal que a Soren le tranquilizaba, era tal vez la idea de conocer un mundo nuevo, o tal vez la de alejarse de su propia vida, de las responsabilidades. Si bien él controlaba a los animales en los que se introducía, la forma de percibir el mundo era de acuerdo a los sentidos de ellos, con lo cual la sensación de libertad era aún mayor, era así otra persona, otro ser. Como la magia estaba mal vista en su pueblo, y esa habilidad era considerada un resabio de aquella, los Ar-Gun no la apreciaban, era vista como una deshonra, y esa persona, si bien no había cometido ningún crimen, era, por lo general, evitada, razón por la cual Soren tenía temor de hablarlo con alguien. Estaba seguro que Alani no diría nada, en especial porque no se había mostrado diferente hacia él luego de haberlo visto. Incluso habían compartido el lecho una noche más antes de partir rumbo al bosque, a sus respectivas vidas y familias, como si nada de ello hubiera sucedido. Tal vez el destino les tuviera preparado algún nuevo encuentro.

Intentó no pensar más en ella, al menos por un rato. El futuro inmediato se presentaba como un problema aún más misterioso, pues marcharían a una guerra que no habían solicitado, frente a un enemigo desconocido, junto con un aliado extraño. La situación era complicada, no sabía aún si su padre le habría hecho caso, el mensaje no decía nada más a propósito, no quería darle más información de la necesaria, porque estaba seguro de que no le creería.

Habían salido de la hermosa ciudad enana de Ori hacía ya cuatro días, habían tomado el camino más largo y seguro, pero habían llevado las monturas suficientes para cambiarlas con regularidad para poder acelerar el paso, evitarían así los peligros del camino alternativo. Lo acompañaban Alani, el único elfo sobreviviente de la guardia y un grupo de ocho enanos, que tenían la doble tarea de llevarlos sanos y salvos, al igual que traer a Kadaz Helmsdeep con su padre. El viaje transcurrió con la mayor de las tranquilidades, lo único que les preocupaba era no saber de qué se trataba aquel peligro. Como todas las noches, las conjeturas se hacían escuchar entre la compañía.

Será un invasión de los pueblos del oeste – dijo un enano muy seguro de su conjetura – Piénsalo, todos escuchamos a los Arcontes. ¿Qué hay al oeste?

Puede que tengas razón – contestó otro – Todos saben que los isleños han querido entrar al continente desde hace años.

Pero también saben que la costa de Rhondia es prácticamente impenetrable – aportó Soren – Su flota es la más grande del continente, y sus escarpadas y custodiadas costas destruirían cualquier ataque por mar.

¿Pero que otro pueblo hay al oeste? Los Orcos no han podido salir de su territorio desde hace milenios – aportó Alani – Mientras nosotros estábamos sumidos en guerras entre nuestras razas, ellos no pudieron aprovechar para salir de sus montañas.

Claro – contestó el que había hablado primero – Serán muy fuertes, pero tienen el cerebro del tamaño de un pájaro. No podrían ponerse de acuerdo ni para ver quién es más feo.

También podrían ser las criaturas marinas, el pueblo de Ortiaxes – intervino otro de los enanos – Dicen que sus guerreros son tiburones con armaduras de escamas de mar y tridentes, de la altura de un orco y fuertes como un enano.

También dicen que tu esposa es hermosa… – intervino nuevamente el primer enano – Pero todos sabemos que eso es mentira.

Todos echaron a reír mientras terminaban su cena. A la mañana siguiente, como todas las anteriores prosiguieron camino hacia el este. Llegaron a los lindes del bosque de Ariantes a los ocho días de comenzar su viaje. Al inicio del bosque, los enanos se detuvieron.

¿Qué sucede? – preguntó Alani.

Nosotros los esperaremos aquí – dijo uno de ellos.

No queremos entrar en vuestros dominios, mi señora.

Por favor – intervino Soren – Son nuestros invitados. Vengan con nosotros, recibirán una muestra de la hospitalidad élfica – al ver que los enanos dudaban dijo – ¿Saben que esto puede ser considerado una ofensa hacia nuestro pueblo, verdad? Nosotros aceptamos ir sin más hasta su ciudad, lo menos que podrían hacer es acompañarnos a la nuestra. Así verán además que Kadaz se encuentra sano y salvo.



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En el texto hay: elfos, enanos, guerra

Editado: 13.06.2019

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