Ariantes: El Hijo del Dragón

ILETH UNWIL

La brisa marina matutina acariciaba el rostro de Ileth mientras admiraba el paisaje del mar interior, aquél que separaba a Valandi de Rhondia. Era una masa de agua encerrada dentro del continente, que comenzaba con una serie de ríos de Yielandia y que concluía en la capital homónima de Valandi. Visto desde el cielo, el mar tenía la forma de una serpiente. El nombre de Valandi provenía de una derivación del élfico antiguo, donde Vael  significaba serpiente, junto con Iandi que significaba río.

El agua dentro de él era cristalina y dulce, refrescante, sus ríos se derivaban en todas las direcciones, y en casi todas ellas llegaban al océano. El viaje en barco solo había durado tres días, desembarcando en una pequeña aldea pesquera de la margen oeste del mar interior, y al sur del río Rhondo.

Ileth descendió con su caballo y agradeció a los hombres que le habían llevado allí. Le habían dado de comer y beber, sin hacer ningún tipo de discriminación por su aspecto. Según le habían comentado, ellos estaban acostumbrados a tratar con elfos, por lo menos con los Ar-Gun del bosque Farda, aquellos que habían doblado la rodilla ante Valandi, y que ahora eran una suerte de ciudadanos de segunda o tercera categoría. A pesar de ello, y de las diferencias evidentes entre ellos e Ileth, el trato fue cordial y respetuoso.

La última noche que compartieron, pudo Ileth escuchar la historia recitada de Yargón el Errante, una suerte de poema que los valanos cantan en forma de alabanza al gran rey que unificó a todo el continente.

De origen humilde y corazón grande

Yargón viajaba por los cuatro reinos

Sobre su gran corcel llamado Fuego

El admiraba paisajes agrestes.

 

Solitarios, pero vivos,

El viento y los árboles le preguntaban:

“Oh, Yargón ¿Por qué vagas por el mundo?”

Y él solo respondía: “Porque lo quiero”.

 

Seguía en su camino

Cuál hombre sin destino

Conociendo y encontrando

En batallas sus penas ahogando.

 

Años caminando

Y pueblos conociendo

Yargón el Errante

Viajaba por los reinos.

 

Desde hombres hasta elfos

Desde Orcos hasta Enanos

Los cuatro reinos se rendían

Cuando Yargón apuraba el paso.

 

De los cuatro quedó uno

Dividido pero unificado

Bajo la sombra de su manto

El mundo que Yargón había modelado.

 

“Nunca erraste, ese fue nuestro error”

Dijo el árbol al conquistador

Con metas claras y sueños intactos

Yargón poseyó todo lo que había visto.

Al otro día se separaron, siguiendo cada uno por su camino. Mientras que el barco seguiría rumbo al norte, Ileth se dirigió hacia el oeste. El camino se extendía como un verde mar rodeado de montañas con esporádicas “islas” en las que las pequeñas aldeas y granjas hacían uso del rico suelo del reino. Ileth admiraba el paisaje en cada momento en que dejaba que su caballo descansara, ya que no sabía realmente cuanta era la distancia entre un extremo y el otro de Rhondia. Por suerte para él, los rhondos estaban acostumbrados a los extranjeros de otras razas, por lo que un elfo oscuro, aunque sí era raro, no despertaba mayores sospechas.

Hablando con los aldeanos, Ileth pudo averiguar que el viaje hasta Taria era de aproximadamente diez o doce días, dependiendo del clima y de si seguía el camino o no. El viaje era largo, y, aunque todavía tenía tiempo, no debía de tomárselo con calma; tenía que utilizar los ratos libres para intentar ver todas las opciones posibles, para poder elegir así la mejor, el tiempo apremiaba. Todas las noches buscaba algún lugar oscuro para acampar y dormir, pero para conciliar el sueño, sacaba el colgante de su madre y se lo quedaba mirando durante algunos minutos hasta que caía dormido. A pesar de sus años, Ileth se sentía solo y desprotegido. Acostumbrado a una vida de libertad en un lugar en que lo tenía todo, dinero, status, amigos… ahora no tenía nada.

Durante el camino, se había dedicado a recordar los hechizos nuevos que había aprendido, para no olvidarlos. Debía de comprar algún lugar donde anotar, una pluma y tinta, para registrar todo lo que veía, sus conjuros, su vida. Esa idea era central para no olvidar sus raíces, y para que en el futuro, la gente supiera que su familia había caído en desgracia, pero no por su culpa, alguien los había hundido.



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En el texto hay: elfos, enanos, guerra

Editado: 13.06.2019

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