Ariantes: El Hijo del Dragón

THORIQ HELMSDEEP

En el epicentro de las ciudades enanas de las montañas Enderel, se encuentra la antigua capital del reino. Cuando el reino se disolvió tras la muerte de Hindergand El Grande (o El Tonto según a quién le preguntaran), las ciudades enanas decidieron que la antigua capital, rebautizada como Meris (que literalmente se traduce como Mer – enano/a y Elis – ciudad), sea considerada como una tierra franca donde todas las ciudades pudieran tener una porción de tierra. Esta solución fue relativamente sencilla, puesto que la Meris no poseía ninguna salida hacia el exterior, solo era accesible a través de cualquiera de las otras seis ciudades. Las ciudades tomaron entonces una fracción de tierra como si fueran barrios, y levantaron en ellas muros para evitar problemas fronterizos más adelante. Los barrios tomaron el nombre correspondiente a cada una de las distintas ciudades: Ande, Moras, Prieramus, Feros, Ori y Valen. Todas ellas tenían vínculo con los barrios vecinos a través de pórticos vigilados por las distintas tropas, controlando rigurosamente el ingreso y egreso de personas.

Solo existía un lugar por el que podían circular libremente, que era la plaza circular central: “La Plaza del Pacto”; allí, los líderes de cada ciudad se encontraban para dialogar sobre los problemas que incumbían a toda la población enana, indiferentemente de las procedencias de cada uno. Fue así como, cuando los ancianos de las distintas ciudades comenzaron a leer los cambios en los ríos internos de la tierra, decidieron auto convocarse en este lugar. Cuando vieron que todos habían leído lo mismo, cada uno fue hacia sus líderes para contar lo que habían visto. Solamente Ori y Valen habían considerado a esta amenaza como algo que pudiera hacerles daño, mientras que el resto de las ciudades habían decidido no prestar atención.

El concejo de Arcontes había solicitado nuevamente una audiencia con los líderes de las demás ciudades, y habían decidido que Thoriq Helmsdeep, un noble enano conocido por todos gracias a su gran destreza militar, fuera el portavoz del mensaje. Hacía ya una semana desde que Soren Est Brum’a había partido, y ellos todavía no lograban ponerse de acuerdo.

Las reuniones, tres hasta el momento, no se mostraban fructíferas, las demás ciudades no querían ingresar en un combate al cual, según ellos, no les incumbía.

Thoriq, ya agotado, levantó la cabeza y miró el techo abovedado de la sala. En ella se podía observar la escena del Rey Émeris (primer rey enano, de la era de las leyendas) incrustando su hacha en el cráneo de una salamandra que escupía fuego. Esta criatura era similar a un dragón, pero de menor tamaño y sin alas. En la punta de su cola, una llama emanaba de forma constante. Émeris, con una preciosa armadura que resplandecía de manera sobrenatural, incluso cuando el hollín debería de haberla dejado completamente opaca, realzaba la figura de aquel enano.

Según contaba la leyenda, los enanos habían adorado al dios roca Acui durante milenios, pero un día, el dios del fuego Poutourou, celoso de la fidelidad y devoción de los enanos, intentó destruirlo. Cuenta la historia que corrió durante siete días y siete noches para tomar velocidad. Dio una vuelta al mundo por cada día y con toda su fuerza se arrojó hacia el centro de Acui. Pero el resultado no fue el que había esperado, logró que cayera convirtiéndose en las montañas Enderel, pero Poutourou quedó atrapado en su interior, quedando en cautiverio. Desde allí, comenzó a atormentar a los enanos. Fue entonces que Émeris, uno de los adoradores de Acui, se decidió a acabar con él. No fue el primero en intentarlo, pero los demás habían caído en el intento. Émeris había creado su propia armadura, utilizando el propio fuego de Poutourou para templar el metal. Cuando estuvo preparado partió solo a enfrentarse. La batalla, de acuerdo a la leyenda, duró tres días, en los cuales ambos combatieron sin descanso. Finalmente, Émeris logró terminar con Poutourou, y su sangre y fuego se convirtieron en el magma que corría a través de los ríos interiores de la tierra. Cuando volvió con la cabeza de la criatura, sus hermanos lo proclamaron rey, y su dinastía había gobernado (o así lo habían querido hacer creer los distintos reyes) hasta la muerte de Hindergand.

¿Nos convocas y no nos prestas atención? – preguntó colérico Killin Barbagris, representante de Feros – De haberlo sabido ni siquiera hubiera venido.

Te ruego que me disculpes, Killin, no pretendía ofenderte – respondió Thoriq.

Pues nos has ofendido a todos – replicó Therón Anderaan, de la ciudad de Ande – Y creo que ya es hora de irnos, estas reuniones no rinden frutos, solo nos quitan de nuestras labores.

¿En que estabas pensando, Thoriq? – le preguntó Patros Pedregón, representante de Prieramus, haciendo caso omiso a las quejas del resto.

Pues estaba pensando en nuestro pasado – respondió indicando hacia la escena del techo.



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En el texto hay: elfos, enanos, guerra

Editado: 13.06.2019

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