Ariantes: El Hijo del Dragón

SOREN EST BRUM’A

El día comenzó temprano para Soren, Thoriq y su grupo. Seis y cuarto zarparon rumbo al oeste, en aquella barca pesquera que los llevaría hasta el borde del acantilado desde el cual deberían escalar. Habían decidido viajar ligero, Soren y Thoriq subirían por el tramo más escarpado del acantilado, mientras que el resto del grupo, gracias a la persuasión de unas monedas extras, sería dejado en la ribera norte del lago, viaje más largo y seguro hasta la capital.

Los guardaespaldas, tanto de uno como de otro, no estaban del todo satisfechos en dejar a sus líderes marchar en soledad, pero órdenes eran órdenes. Además, deberían compartir el viaje con sus declarados rivales, convirtiendo el viaje en un malestar doble.

Por su parte, Soren y Thoriq congeniaban de manera maravillosa. Habían creado, en muy poco tiempo, una incipiente relación de amistad y respeto mutuo, que irritaba a los seguidores tanto de un bando como del otro.

Mientras se acercaban al gran muro natural, pudieron observar lo difícil de la travesía que les aguardaba. A pesar de ello, ninguno de los dos parecía desalentarse. Ya eran casi las nueve de la mañana cuando Soren y Thoriq dejaron el barco pesquero al pie de las rocas. Vieron alejarse a sus compañeros antes de iniciar la subida.

Ambos miraron hacia el cielo y suspiraron.

La subida fue un gran desafío para ambos, Soren pensó que tendría mayor facilidad gracias a la ligereza de su cuerpo y su velocidad, mientras que la contextura de Thoriq le haría más difícil el subir el gran muro vertical, pero la realidad es que ambos fueron bastante parejos durante toda la subida. El cuerpo de Thoriq le permitía tener mayor resistencia y durabilidad, a pesar de su poca agilidad, pero el ir desprovisto de armadura le otorgaba movilidad a aquel tosco enano. Por su parte, Soren con su armadura que, aunque ligeras, pesaban más que una sencilla túnica como la que portaba el enano.

Tomaban descansos periódicos en cuanto encontraban algún borde más prominente, intentando recuperar el aliento ante tan ardua tarea. Estuvieron por caer varias veces, y en algunos momentos debieron bajar y cambiar de rumbo para poder subir. Por suerte para ellos el día estaba nublado, aunque no llovía, y el sol oculto bajo las nubes les otorgaba un agradable respiro de lo que podría haber sido una aún más agotadora jornada.

Demoraron aproximadamente unas siete horas en llegar hasta la cima, donde una hermosa llanura en declive (por lo menos la primera mitad del viaje) les garantizaba un viaje más placentero y sencillo. De acuerdo a lo que le habían informado los pescadores, por el otro camino demorarían aproximadamente cuatro días en llegar a pie hasta Taria, mientras que el camino que ellos habían tomado les permitiría hacerlo en la mitad de tiempo.

Muchos no dudarían en tomarlos por locos por tomar semejante camino, obteniendo solo dos días de ventaja. Pero lo que no muchos entenderían es que ambos ejércitos ya se encontraban sobre territorio rhondo, y eso podría traer consecuencias nefastas, como podría ser que Rikko III lo considerara un acto de guerra. Las tropas enanas se encontraban en la misma situación, sólo que cruzarían las montañas del norte, donde podrían ser vistos desde la capital del reino. Esa era la principal razón por la que la noche anterior Thoriq había decidido viajar con él.

Tomaron un descanso de una hora antes de partir nuevamente. Aprovecharon para comer algunas provisiones y tomar unos largos (y preciados) tragos de cerveza que Thoriq cargaba consigo en su bota. Cuando ya se sintieron un poco más relajados, tomaron el camino nuevamente. La primera mitad del camino la realizaron con facilidad; a medida que se alejaban del lago, el terreno descendía hasta llegar al Camino Real, que partía desde la capital y unía todas las ciudades.

Para evitar mayores complicaciones, Soren y Thoriq decidieron tomar el camino como referencia, pero alejarse de él para evitar ser vistos; en tiempos de guerra, los desconocidos se convierten en enemigos. Caminaron hasta bien entrada la noche, y decidieron dormir a la intemperie a pesar del fresco nocturno que se hacía sentir por esos lugares. Partieron antes del amanecer, y retomaron el Camino Real, adoquinado y bien cuidado, cuando los costados ya se volvían difíciles de transitar debido a las yuyos y piedras.

Soren, tomando en cuenta de que mucha gente no entendía la diferencia entre los Fe-Gun y los Ar-Gun, decidió cubrir su cabeza con la capucha durante todo el viaje. En cambio para beneficio de Thoriq, si bien los enanos no solían vivir en Rhondia, podía hacerse pasar por un Emer de ser necesario.

Estaba ya oscureciendo cuando por fin llegaron a la ciudad. Como era de esperar, había apostados guardias en toda la ciudad, especialmente en la puerta principal, donde la cola de ingreso era de aproximadamente medio kilómetro. Un pequeño grupo de diez soldados se encontraban apostados en ella para controlar nombres y propósitos del viaje de todos aquellos que quisieran ingresar a la ciudad. Soren se entretuvo observando cada recoveco de esa enorme muralla, que se notaba recientemente construida. De sus almenas colgaban los estandartes de Rhondia, el hacha y el martillo cruzados, con el león en el centro encarando al atacante. Soren se percató en ese momento de que portaba el logo de su casa en el tórax, y que llamaría la atención de los guardias, pero era ya demasiado tarde para cambiarse de vestimenta. Thoriq parecía tranquilo y decidió no darle importancia a ese detalle, pero si acordaron no dar a conocer el verdadero motivo de su visita, puesto que no sabían si había espías en la ciudad, simpatizantes de los orcos. Probó estar equivocado respecto al primer punto, puesto que fue lo primero que los guardias notaron en el elfo.



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En el texto hay: elfos, enanos, guerra

Editado: 13.06.2019

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