Ariantes: El Hijo del Dragón

ILETH UNWIL

Ileth estaba sentado en la habitación que había conseguido en el palacio de reino de Rhondia. Muy a pesar de los consejos de su tío y sus demás consejeros, Rikko III había decidido concederle el cargo de mago de la corte, y había creado para él nuevas obligaciones a cambio de su protección.

La audiencia con Rikko no había sido del todo grata, había estado sucio y dolorido luego del viaje con el semi-orco Carión, que si bien lo había tratado con respeto, no habían dejado de considerarle un prisionero.

La habitación no era para nada lujosa, contaba solo con un catre, una biblioteca y un escritorio, donde Ileth había desplegado una serie de libros y pergaminos cubiertos de polvo que había traído de la desatendida biblioteca. Ese era uno de los beneficios de la protección del rey, otro era que antes de llegar a él, los Fe-Gun tendrían que atravesar todo un ejército de humanos, enanos y Ar-Gun. Por otro lado, tenía algunas obligaciones, como lo era acompañar al rey y su séquito en toda reunión que se requiriera su presencia, transcribir todo dato sobre la magia que pudiera dejar por escrito para los humanos, en ello consistía el traducir los manuscritos en un antiguo idioma élfico que ya nadie leía.

Ileth inspeccionaba muy detenidamente el nuevo manuscrito que le habían acercado a su habitación, en él figuraban una serie de símbolos que ni él comprendía. Eran una especie de runas mágicas que debían ser colocadas en un lugar especial y que traía “resultados magníficos” (o por lo menos eso es lo que él pudo deducir de su escritura). Se encontraba en un dialecto mucho más antiguo de lo que nunca había leído, y si bien entendía (o deducía) la mayoría de sus palabras, lo que leía no tenía sentido. Eso le intrigó, por lo que decidió enrollarlo y dejarlo en un costado de su escritorio, para darle una nueva mirada con más tiempo, en algún momento que la guerra no tocara su puerta.

Estaba regresando a la pequeña biblioteca en busca de un libro cuando alguien tocó la puerta. Cuando lo abrió, se encontró con Kirtan, que le aguardaba de pie y le saludó con una forzada sonrisa.

¿Si? – preguntó Ileth sin entender por qué aquel hombre estaba en su puerta.

El comandante Carión te ha mandado a llamar – contestó Kirtan.

Estoy preparándome para mi clase, está a punto de comenzar y…

Lo siento, creo que no he sido bastante claro: Te ordena que me acompañes hasta su presencia – respondió en un tosco tono militar.

De acuerdo – dijo al fin Ileth – Deja que tome mis cosas e iremos.

Marchaban en silencio por los fríos pasillos cuando Ileth se detuvo en una de las puertas al escuchar un tumulto que venía de la sala de audiencias del rey. Aunque Kirtan intentó que siguieran su camino, Ileth se introdujo en el recinto. Algunos hombres le daban lugar al darse cuenta que era el nuevo Fe-Gun del rey, otros, sin notarlo, le devolvían el empujón. Le costó un tiempo, pero logró finalmente llegar hasta la primera fila.

La escena que observó le llamó poderosamente la atención. El rey se encontraba sentado en su trono, con rostro enfadado, mientras vociferaba contra una pareja que estaba de rodillas con grilletes en sus manos, no se los veía golpeados ni maltratados, y sus ropas parecían ser finas y de buena calidad. Ileth no pudo ver sus rostros, pues estaba a sus espaldas. En un costado, pudo ver de pie a un enano que intentaba mantener la calma, pero que constantemente observaba al prisionero, mientras hablaba con Terrik a la par que gesticulaba nervioso.

Traidores ¿Que tienen que decir a su favor? – preguntó el rey mientras se sentaba.

Rey Rikko III, por favor… – intentó comenzar el enano pero fue inmediatamente interrumpido por el rey.

Silencio, Thoriq Helmsdeep, o decidiré incluirte en su posición.

Rey Rikko III de Rhondia – comenzó el prisionero poniéndose de pie – Yo estoy tan sorprendido como usted. Vine aquí con la mejor de las intenciones, nunca pensé que podría pasar algo así.

Ileth reconoció la voz, la había escuchado antes y no sabía donde. Lentamente fue buscando una mejor posición hacia los costados de la cámara, para poder ver el rostro de los prisioneros. Llegó hasta uno de los extremos de la habitación, a la izquierda del rey. Éste le vio y le hizo señas de que se acercara, por lo que Ileth, en gesto sumiso, se colocó a la izquierda de Rikko. El Fe-Gun pronto reconoció el rostro del Ar-Gun que había encontrado en el bosque, y cuyo ataque permitió que cruzara el río por el puente.

Es mi hermano el que ha tomado las armas contra vuestro reino – dijo Soren – no yo, quien ha venido dejando su patria indefensa en busca de justicia. Para luego ser pagado con esta moneda. Valandi ha destruido el bosque que mi raza ha defendido y donde ha prosperado. No os culpo a ustedes.

Pero ha sido tu pueblo el que me ha atacado – refutó Rikko.



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En el texto hay: elfos, enanos, guerra

Editado: 13.06.2019

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