Ariantes: El Hijo del Dragón

KORGUEN EST BRUM’A

Korguen observaba el mapa del continente desplegado en la mesa de su escritorio en el Fuerte Lucero del Norte, rebautizado como Tarianti (“Nuevo Ariantes”) por él. El mapa se encontraba escrito y anotado en varios lugares, pues Korguen tomaba nota de todo aquel dato que podía sacar de los libros que había allí en el fuerte, al igual que cualquier rumor que sus hombres apostados como vigías, escuchaban tanto de un lado de la frontera como del otro.

Él sabía que debía ocuparse de dos frentes importantes para consolidar su posición, el del este y el del oeste. En el primero, Valandi se elevaba como un gran enemigo, con un gran ejército profesional y bien pertrechado, un vasto territorio y unas ansias de gloria y expansión que le convertían en su principal enemigo. En el oeste, los reportes obtenidos hablaban sobre la expansión del conflicto al norte y este rhondo, a cargo del Alergus Kineth Vol-Guin, líder del numeroso pueblo Fe-Gun.

A pesar de tener un ejército numeroso que sumaba más de veinte mil hombres (gracias a la adhesión del clan Ren’al), era consciente de la dificultad de luchar una guerra en dos frentes. Por ello, había enviado una invitación al Alergus para reunirse con él a fin de pactar un acuerdo que le permitiera, al menos de momento, liberarse del frente oeste. La respuesta no había tardado en llegar, avisando que un noble elfo haría de emisario, ya que él no podía desatender el asedio de la Ciudad del Lago.

Mientras observaba el mapa, Korguen había tomado las piezas de un juego de ajedrez y las colocaba de manera que representara la ubicación de las figuras importantes y sus ejércitos. El rey y la reina de negro habían sido colocados en la ciudad de Taria, donde suponía que Soren y Alani se encontraban. El rey de las piezas blancas, representando al rey de Valandi, se colocaba en la ciudad capital en el extremo del mar interior. Luego colocó una de las torres blancas justo fuera de Taria, representando al orco Ulog Gro-Bash, aquél misterioso líder de los orcos que tan rápidamente había logrado las victorias en esas tierras, junto con la otra torre blanca en las afueras de la Ciudad del Lago, que representaba al ejército Fe-Gun. Los peones blancos representaban el ejército de Valandi, y eran muchos y desplegados por todo el territorio. Korguen estaba seguro que próximamente tendría novedades de los ejércitos valanos reuniéndose en el norte. Las novedades de la emergencia de un nuevo y poderoso ejército seguramente los pondrían nerviosos.

Korguen decidió salir a tomar un poco de aire y supervisar las obras nuevas que había mandado a construir. El fuerte se elevaba dando lugar a un preciado refugio que había quedado chico para la cantidad de soldados y las familias que estaban en el bosque y habían decidido ir hacia allí para estar con su gente y protegerse de los valanos. Korguen había enviado a construir algunas chozas con las maderas de las camas de los barracones. En lugar de ellas, había hecho traer tierra desde fuera y creado una suerte de gran jardín natural dentro, donde los elfos dormían según sus costumbres, en especial para las tropas. Las nuevas chozas o cabañas estaban reservadas para la gente que trabajaría la tierra para obtener alimento, pues esa zona no tenía prácticamente árboles, con lo cual su modo de vida debía cambiar. El terreno de la zona norte era una preciosa, aunque pequeña, llanura fértil.

Había mandado a cavar pequeños canales de riego que llevarían agua hasta las casas y las cosechas. Gracias a la gran cantidad de mano de obra disponible, las obras que había encomendado se hacían con una presteza excepcional. Rápidamente, la nueva potencia militar Ar-Gun tendría alimentos suficientes para mantener el fuerte y comenzar a expandirse. Por suerte para él, no debía preocuparse por construir las armas, pues todos los presentes tenían el equipamiento correspondiente, aunque Korguen estaba convencido de que, a diferencia de sus antepasados, quienes rechazaban toda tradición humana o enana, él aprovecharía todo lo que pudiera aprender. Los libros resultaron de mucha ayuda a la hora de crear los canales, forjas y casas. Korguen siempre había disfrutado leer algún que otro libro de los pocos que conservaban, aunque en la gran mayoría eran sobre historias de grandes guerreros de la época mitológica, los libros que los humanos guardaban hablaban sobre progresos científicos y estudios que le ayudarían a modernizar la sociedad Ar-Gun.

Siguiendo el consejo de uno de esos libros, Korguen había otorgado honores a sus hombres más leales, creando cargos inexistentes para la mentalidad elfa, pero que los acercaban a la sociedad Fe-Gun, mucho más estratificada. Algunos no vieron con buenos ojos esos cambios, aunque interpretaron que era algo necesario para recuperar su tierra. Korguen, por su parte, no tenía intención alguna de volver al bosque, las historias de grandes reyes e imperios le habían traído nuevas metas por conseguir.

Las tropas estaban ansiosas por marchar hacia el este. Los líderes Makenon y Viserron habían probado ser hábiles comandantes y leales súbditos, aunque todavía era muy pronto para tenerlos en cuenta para mayores planes. Debían de probarse a sí mismos útiles y leales. Mientras tanto, había enviado a un grupo de sus hombres más leales a hacer un seguimiento de los líderes, tanto los propios como los ajenos, para saber realmente quien le era fiel y quién no. Si alguien probaba no ser confiable, intentaría comprarlo con regalos, y de no conseguirlo, se desharía de él de la manera más silenciosa posible. Si algo había aprendido, es que ser temido poniendo un ejemplo frente al resto de las tropas, no serviría si la mayoría no le era fiel desde un principio.



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En el texto hay: elfos, enanos, guerra

Editado: 13.06.2019

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