No había pegado ojo en toda la noche.
El terrible hematoma de su costado no había desaparecido de mi mente desde que me lo había mostrado, y me estaba torturando.
¿Cómo podía alguien tratarla así?
Mi cabeza se había encargado de reproducir la escena en la que ese malnacido le pegaba hasta el punto de dejarle el cuerpo marcado. Había conseguido crear tantas versiones de ese momento que ya no sabía cuál era peor.
¿Tendría más moretones?
No podía ni imaginar lo que esta chica había tenido que pasar, y casi prefería no hacerlo porque acabaría a puños con ese tal Jordan.
La tenía de frente. Estaba tan mona cuando dormía que no podía dejar de mirarla. Su cara reflejaba por fin tanta paz que me estaba costando contenerme para no acercarme más a ella y besarle la punta de la nariz, esa que tanto me gustaba. Todo a mi alrededor olía a ella, a su perfume de flores tan característico. Podría estar respirándolo toda la vida que jamás me cansaría.
¿En qué momento has pasado a ser tan cursi?
Buena pregunta, con fácil respuesta: Billie.
Me estaba acostumbrando demasiado a esto de quedarme todas las mañanas a solas con ella y me encantaba.
Entreabrió los ojos, molesta por la claridad, y sonrió al darse cuenta de que la estaba observando.
—Buenos días, Almendra. —le sonreí de vuelta, no podía no hacerlo cuando la tenía delante.
Soltó un gruñido a modo de respuesta y enterró la cabeza en la almohada, evitando la luz del sol.
Me levanté rápidamente y me acerqué a la cortina, abriéndola de golpe. El sol le dio de lleno en la cara y me lanzó la almohada a la cabeza, molesta. La atrapé al vuelo y me tumbé de nuevo a su lado, entre risas. Billie se giró por fin, quedando frente a frente conmigo.
Qué guapa era.
—¿En qué piensas? —pregunté, al notar que me observaba durante un rato.
—Gracias…—murmuró por fin, con la voz un poco dormida todavía.
No pude aguantarlo más y me acerqué a ella hasta depositarle un suave beso en la frente. Me gustó comprobar que su reacción ya no había sido tan exagerada como los días anteriores.
—¿Te apetece que salgamos a desayunar? —le propuse al tiempo que me levantaba de la cama y la animaba a ella a hacerlo también. Necesitaba despejarme.
Y una ducha fría.
También.
Pareció gustarle la idea y me dedicó una sonrisa.
***
—Estás muy guapa—me sinceré. El sol le daba de frente y, por consiguiente, su piel resplandecía y sus ojos habían adquirido un brillo increíble, al igual que su pelo.
Se ruborizó al darse cuenta de que la estaba observando y trató de disimularlo dándole un largo trago a su café.
La había traído a uno de mis sitios favoritos en el mundo. Era conocido por sus pancakes, los mejores que había probado nunca, aunque yo prefería los huevos con beicon. El camarero acababa de traerlos a la mesa y tenían una pinta excelente.
Billie, al contrario que yo, había preferido los bollos de patata, que devoraba uno tras otro. Verla comer, no me preguntéis por qué, me producía un sentimiento demasiado placentero. Quizás porque no solía hacerlo, pero ahora mismo parecía estar disfrutando, y eso significaba que yo disfrutaba también.
—¿Puedo hacerte una pregunta, quizás un poco obvia? —me interesé, esperando su respuesta, que tal y como había imaginado, fue positiva. —¿Por qué no comes carne? Bueno… nada animal.
En realidad, llevaba un tiempo dándole vueltas a eso. No sabía si debía sentirme mal por comer huevos con beicon frente a ella.
—Por respeto, lo decidí cuándo era muy pequeña, y es algo de lo que no me arrepiento.
No pareció sorprendida ante mi pregunta, como si la hubiese estado esperando.
—Seguro que alguna vez has tenido la idea equivocada de que los veganos no comemos animales por lástima, pero no es así. Yo al menos, no. El veganismo no es una dieta, es una ideología. Respeto los derechos animales y por eso decido no comérmelos.
Guau, reconozco que me no me esperaba esa respuesta, me había dejado impresionado.
—No te juzgo por comerte eso, si es lo que piensas. —añadió sonriente, al percatarse de que observaba mi desayuno más de la cuenta. —puedes desayunar tranquilo, no te apuñalaré en cuanto te des la vuelta. —vaciló.
Agradecí la broma, me estaba tensando demasiado y Billie, como no, se había dado cuenta.
—También tengo un chiste sobre eso —alardeé.
—¿Sobre veganos? —se interesó y yo asentí con la barbilla alta — Sorpréndeme.
—¿Cómo se llama el hermano vegano de Bruce Lee?
—…
— Broco Lee.
La risotada que soltó Billie a continuación me llenó de orgullo.
—Eres tonto—me acusó —, es malísimo.
Arrugue el entrecejo sin dejar de mirarla y ella se mofó de mí, sin parar de reír.
—¿Me dejarás que algún día te cocine mi plato estrella? —se ofreció de repente.
—Estoy deseando probarlo. —respondí, más entusiasmado de lo que debería.
Desayunamos tranquilamente, disfrutando del día soleado y de las maravillosas vistas que nos ofrecía el lugar. Todo un acierto habernos sentado junto a la ventana.
—¿Te gustaría acompañarme al médico esta tarde? —le pregunté, mientras esperaba a que se terminase su comida.
—Tengo trabajo…
Obviamente ya había tenido eso en cuenta y había pedido la cita justo después, pero eso ella nunca lo sabría.
Estás loco.
Puede, pero me hacía demasiada ilusión que me acompañase.
—Cuando salgas, puedo ir a recogerte.
Me mataría como me dijese que no.
—Está bien.
Una estúpida sonrisa se me dibujó en los labios, no pude evitarlo, estaba muy nervioso.