Todo estaba completamente oscuro. Si no llega a ser por la farola que estaba colocada en mi lado de la calle y algún que otro adorno navideño, ni siquiera habría podido distinguir la puerta de casa.
Se había levantado un fuerte viento que me helaba los huesos, pero yo seguía allí parada en la entrada sin saber qué hacer. Mi vestido continuaba húmedo y por consecuencia se me adhería al cuerpo como una segunda piel, llegando incluso a transparentar la zona de mi obligo, detalle del que no me había dado cuenta antes.
—¿Seguro que estás bien?
Devon volvió a bajar la ventanilla del coche, continuaba parado junto a la acera, dudando si marcharse o no. Me giré hacia él y le dediqué una sonrisa demasiado ficticia al tiempo que me cubría el vientre disimuladamente con los brazos.
—¿Prefieres que me quede un rato? —Preguntó en el mismo instante en el que apagó el motor del coche y bajó de este, por lo que intuí que no había sido una pregunta.
Escondí la cara entre mis manos cuando sentí que iba a derrumbarme y seguí ahí, inmóvil en medio de la calle y a oscuras a excepción de la tenue luz del foco que se levantaba a unos metros de mí. Deseé desaparecer, olvidar todo lo sucedido y, sobre todo, deseé no haber entrado nunca en esa habitación.
Devon tomó asiento sobre el bordillo de piedra de la acera y yo hice lo propio a su lado, con un poco de dificultad por culpa del atuendo y los tacones, que en lo que llevaba de noche ya me habían destrozado los pies.
—Seré una tumba, prometido—cortó el silencio, levantando un dedo para entrelazarlo con el mío.
—Soy imbécil…—sollocé todavía con la cara oculta entre mis manos.
Esperaba una respuesta, pero Devon no dijo nada así que levanté la cara y lo examiné con los ojos.
—No sé qué hacer, yo… estoy hecha un lío.
—¿Qué ha hecho?
—No, no ha tenido nada que ver, la culpa es mía, que… soy una idiota.
Me hice una bola abrazándome las rodillas, intentando cubrirme del gélido viento que me calaba los huesos. Estaba tiritando mientras me decidía si contarle a mi amigo lo que había pasado, aunque me diera un poco de vergüenza admitirlo.
—Si ha hecho algo que no ha estado bien puedo hablar con él y…—empezó y me dio la sensación de que no sólo se estaba refiriendo a lo que había pasado hoy, Devon sabía algo más.
—Ha intentado… besarme, y yo me aparté—lo corté.
Su reacción me desconcertó, seguía impasible, observándome desde su posición, un poco más alto que yo, y ni siquiera parecía haberse sorprendido.
—No me atrevo a mirarlo a la cara después de esto.
—No tenías por qué hacerlo, no tienes que hacer algo que no te haga sentir segura.
—Ese es el problema, claro que quiero, joder, es Matt, lo que siento por él es… no sabría explicarlo. Pero… no puedo. —tragué saliva antes de continuar—No puedo porque…
—Lo sé Billie, lo sé—me cortó y lo miré con los ojos muy abiertos. —No te enfades con él, estaba muy preocupado y vino a pedirme ayuda. Estaba tan perdido como tú lo estás ahora.
Quería enfadarme con Matt por haber contado mi secreto, pero no podía hacerlo. Me entraban ganas de llorar aún más al pensar que se había preocupado tanto por mí que había recurrido a Devon porque quería ayudarme, y yo… yo acababa de salir huyendo despavorida.
Soy una mierda de persona…
—Cuando se acercó a mí… me asusté—musité clavando la mirada en el suelo—, creía que estaba preparada pero cuando me rozo yo… me bloqueé. No supe qué hacer y necesité alejarme…
—¿Y por qué no se lo explicas a él? —propuso en un tono suave y reconfortante.
—Ya es un poco tarde para eso…
—Billie, mírame—Devon clavó sus ojos en mí y me sentí un poco nerviosa—. Conozco a Matthew desde que éramos enanos. Es un chico complicado, sí, pero te puedo asegurar que nunca lo había visto tan preocupado por nadie, si de algo estoy seguro es de que no entra en sus planes apartarse de ti.
Oírle decir esas palabras me provocó un pinchazo en el corazón, se suponía que debían animarme, pero solo consiguieron hacerme sentir peor conmigo misma.
—¿Quién es “E”?
No podía más con la incertidumbre. Necesitaba saberlo, quería entender a Matt, quería ayudarlo también y algo me decía que eso tenía algo que ver. Nada más soltar la pregunta me di cuenta de cómo se tensaron todos los músculos del cuerpo de Devon.
—Por favor… quiero entenderle—insistí al ver que no respondía.
—Eso es algo que deberías hablar con él. No será fácil, al principio igual se molesta, pero si me permites un consejo, no te apartes de él.
Pareció emocionado mientras se explicaba y no pude evitar que mis ojos se humedeciesen.
—Alguien muy importante para Matt—añadió—. Habla con él mañana, ahora descansa, te vendrá bien.
Devon se levantó en dirección a su coche, me acerqué a la puerta de casa y, antes de que entrase en el vehículo, le dediqué mi más sincera sonrisa, intentando hacerle llegar todo mi agradecimiento.
Desapareció por la carretera y yo entré en casa sigilosamente, ya eran casi las cuatro de la madrugada.