—¿Puedo hacerte mi segunda pregunta?
Asintió con una sonrisa, que a mí se me desvaneció nada más pensar lo que quería preguntarle. Tragué saliva y me preparé para recibir cualquier tipo de reacción. No tenía pensado dejarlo pasar, quería ayudarlo, como él me había ayudado a mí.
—¿De quién es… la habitación? —murmuré.
El cuerpo de Matt se endureció al instante, todos sus músculos se tensaron y apretó fuertemente los labios. Lo sujeté del brazo cuando tuvo intenciones de apartarse de mí, pero se liberó de mi agarre como si mi contacto le hubiera quemado la piel.
—Por favor…—insistí— Quiero ayudarte.
—No necesito ayuda—espetó muy serio al tiempo que escondía el brazo que yo acababa de sostener bajo la sábana. —Sabes que no me gusta hablar de eso.
—¿Pero por qué? ¿Quién es “E”?
No iba a dejarlo pasar, no esta vez. Yo le había contado todo de mí, lo sabía todo, pero cada vez que yo intentaba descubrir algo de su vida, me apartaba. Su forma de ser cambiaba drásticamente, se convertía en un Matt que me costaba reconocer, era impulsivo, era… agresivo.
No era justo.
—Billie, no sigas por ahí—estaba tan serio que asustaba, e inconscientemente me encogí bajo las mantas.
Matt apreció mi gesto y se detuvo al borde de la cama, a punto de marcharse. Me aparté inconscientemente cuando intentó acariciarme con arrepentimiento y eso pareció alterarlo todavía más. Cada poro de su piel desprendía rabia, sus ojos habían perdido el brillo, ensombrecidos por el furor del momento.
—No es justo. —protesté, alejándome hacia el extremo opuesto del colchón. Él me siguió con la mirada.
—¿Por qué tenías que haber dicho nada? —se quejó, levantando el tono de voz. —Has estropeado el momento, como…—se cortó a sí mismo.
—¿Como qué, Matt? —repliqué, imitando su tono de voz—Como siempre ¿Verdad? Eso ibas a decir… porque yo siempre lo estropeo todo.
—No quería decir eso.
—Pues lo has dicho—le di la espalda y apagué la luz de la habitación. —Eres un egoísta.
Me cubrí hasta arriba con las mantas y cerré los ojos con fuerza. No quería verlo, no quería discutir.
Lo siguiente que se oyó fue el fuerte portazo que dio al salir, sin importarle en absoluto que los demás durmieran. Me lo había esperado, pero aún así me sobresalté ante el estruendoso golpe, cubriéndome bajo las sábanas como una… como una niña pequeña.
Ese pensamiento me quemó por dentro, me destrozó, derribó el muro que poco a poco había ido construyendo para alejarme de… él.
«—Todo el día llorando, como una niña pequeña.
Lo vi todo rojo.
Me llevé la mano a la mejilla, estaba caliente a pesar de la humedad de mis lágrimas y por mucho que me acariciaba la piel, el dolor no se iba.
—Te juro que no he contado nada…—murmuré, ahogada en mi propio llanto, sin estar segura de él si sería capaz de oír lo que decía— A nadie.
—¡¿Y ENTONCES POR QUÉ, BIBI?!—chilló, echo una furia—¡¿POR QUÉ ME HUYES?! ¡¿POR QUÉ TE ESCONDES?!
Las náuseas me impidieron reaccionar, no tenía derecho a llamarme así.
Presa del pánico me encogí hasta hacerme una pequeña bola, deseando con todas mis fuerzas desaparecer, hacerme invisible a sus ojos, y a los de todo el mundo.
Me sujetó del pelo hasta levantarme de un fuerte tirón, obligándome a quedar a su altura. Temblaba, todo mi cuerpo estaba contraído y no supe reaccionar. Mi corazón palpitaba agitado, pidiéndome a gritos que lo dejara escapar, me golpeaba contra el pecho, que se movía por espasmos, y no podía hacer nada para relajarme.
Jordan me arrojó al suelo de un fuerte empujón, pero esta vez no sentí nada, estaba adormecida. Mi cuerpo ya no era mío y mi mente había huido, como si no fuese yo la que estaba ahí tirada, conturbada y tundida.
La puerta se cerró de un portazo y yo permanecí en silencio, encogida y cubriéndome el estómago con los brazos, sin atreverme a dirigir la mirada al punto del que emanaban mis lágrimas, mi tormento…, y que se extendía como una espesa sombra desde mi costado hasta la parte central de mi vientre.
No me moví durante lo que estimé horas… no me moví porque no podía moverme, a la espera de que alguien me encontrara.»
—Mamá…—murmuré justo antes de dormirme, acompañada de una diminuta lágrima que escapó de entre mis párpados y fue absorbida por la almohada.
***
Continué frotando, tenía que hacer desaparecer esa sombra. Me puse de puntillas para conseguir verlo mejor, pero necesité dar un salto, el espejo estaba demasiado alto.
Seguí aplicándolo con cuidado de no manchar mi camiseta hasta que una parte quedó oculta bajo el maquillaje, pero la zona más oscura aún era visible, y no había corrector que pudiera taparla. Di otro pequeño salto frente al espejo hasta conseguir verme la barriga durante una milésima de segundo, que aproveché para dar otro repaso rápido a la mancha de pintura blanquecina.
La puerta del baño se abrió de golpe y no tuve tiempo de reaccionar.
—Billie, te estám…—la abuela se quedó paralizada y cerró la boca, callándose lo que fuera que tenía que decirme—¿Qué te pasa?
Me bajé la camiseta en menos de un segundo, siendo consciente de que acababa de arruinar todo el trabajo, y que ahora tendría que lavarla bien. La tela había arrastrado todo el maquillaje y por eso me resistí cuando la abuela intentó averiguar qué escondía debajo.
—¿Qué tienes ahí? —Insistió, con la mirada clavada en la tela y notable preocupación en la voz.
—No es nada—me excusé, haciendo presión con la camiseta hacia abajo.
—Billie…
—Que no es nada, de verdad.
—Pues déjame verlo, entonces.
—No hay nada que ver.
—Billie… soy tu abuela—se acercó a mí y me sujetó con cariño por las muñecas—Déjame ver.