Tanteé el colchón con los ojos cerrados, el sonido de mi móvil me despertó y tardé unos segundos en ser consciente de dónde me encontraba.
—Bi…—la zarandeé suavemente— Almendra…
—Mhm…
El sonido del móvil se me había incrustado en los oídos, resultándome tremendamente desagradable, pero seguía sin encontrarlo, la habitación estaba a oscuras por lo que era imposible ver nada.
Estaba tumbado boca arriba y Billie dormía sobre mi pecho, cubierta con la sábana hasta la mitad de la espalda.
—Bi… tengo que levantarme.
Moví su cuerpo con cuidado hasta liberarme y ella se removió, molesta, cubriéndose la cabeza con la almohada en un intento de aislarse del penetrante tono de llamada.
Me froté los ojos, que comenzaban a adaptarse a la oscuridad, y localicé mi camiseta en el suelo. Mi móvil estaba tirado al lado, que volvía a vibrar después de unos segundos de silencio.
Me cubrí el torso con la ropa y descolgué el teléfono con desgana.
—¿Sí? —la voz me salió más ronca de lo habitual.
—¡Matt, dónde coño te metes!
—¿Mhm…?
—Tío, llevamos horas buscándote.
—¿Dev? ¿Qué hora es?
—¡Las 7:00!
—Ey… no me grites—me quejé, con la voz todavía dormida—. Estaba durmiendo.
—¿Estás con ella?
—¿Eh?
—Qué si estás con Billie, Matt… espabila.
Miré a mi espalda y la observé: continuaba en la misma posición, tumbada de espaldas, completamente desnuda y con la cabeza bajo el almohadón.
—Sí…—sonreí, recordando nuestro último momento juntos.
—¿Dónde estáis? —preguntó alterado.
—En una habitación…
Dejé de oír su voz al otro lado y por un momento creí que me había colgado, pero su suspiró me confirmó que seguía ahí.
—Prefiero no preguntar…—ironizó, y volvió a suspirar después de oír mi risa— ¿Sigues en la fraternidad?
Miré a mi alrededor, aunque no sirvió de mucho porque todo estaba en penumbra.
—Em… ¿Sí?
—Buah… menos mal que no bebes.
Puse los ojos en blanco.
—Esperad ahí. — dijo por última vez, y colgó.
Gilipollas…
Encendí la luz y recogí la ropa del suelo. Billie gruñó, removiéndose, molesta por el cambio repentino de iluminación.
—Almendra, vístete —le lancé su ropa—Devon viene a recogernos.
—¿Qué hora es? —murmuró, incorporándose.
—Las siete… creo.
—¡¿Las siete?!— se incorporó de un salto, sin siquiera ser consciente de que no llevaba ropa, y localizó su móvil ente las sábanas. —La abuela me mata…
—No te preocupes por eso ahora—le dije, dando un salto hasta subirme los pantalones—. Vístete, Devon viene a recogernos.
Billie reparó en su cuerpo, completamente desnudo, y su cara cambió de color. La miré con una sonrisa y se cubrió rápidamente con la sábana.
***
—La próxima vez podríais avisar…—protestó mi amigo en cuanto entramos en su coche.
—Déjalos, estaban ocupados— se mofó Leo, golpeando a Billie en el brazo con descaro, que se tiñó de rojo.
—Cállate y déjanos en casa. —protesté.
—A sus órdenes, señor.
—Que te jodan, Dev.
—Un brindis por el humor mañanero…—vaciló Isabella, chocando el puño con Dev.
Caleb, en el asiento trasero, atravesaba la quinta fase del sueño.
—¡Hasta mañana tortolitos! O hasta dentro de unas horas…—chilló Leo, asomada por la ventanilla.
Le saqué el dedo corazón sin siquiera mirarla y Billie asomó una sonrisa.
Ambos entramos en casa sigilosamente y nos encerramos en mi habitación lo más rápido que pudimos. Me deshice de la ropa con torpeza y me puse el pijama. No se me pasó por alto que Billie volvía a estar en ropa interior, y, aunque me gustaba verla así, abrí mi armario y le tendí una camiseta que aceptó con una sonrisa, le cubría hasta los muslos.
***
Sentí que aporreaban la puerta y entreabrí los ojos con dificultad, esta se abrió y Mason irrumpió en la habitación, corriendo como un loco, en ropa interior y chillando entre carcajadas, Ema, unos pasos por detrás, lo perseguía apuntándolo con una Nerf.
—¡MAAAAAATT! — corrió hasta la cama y se subió de un salto mientras Ema cargaba la pistola, sin parar de reír.
Suspiré y me cubrí la cabeza con un cojín. Miré a Billie, que acababa de incorporarse y sonreía desde su posición, y a continuación me puse de pie y levanté a mi hermano en volandas, con la cabeza hacia abajo a mi espalda. Me acerqué a Ema y cuando se dio cuenta de mis intenciones, echó a correr y se ocultó detrás de la puerta.
—Mason, tío… ¿Qué haces desnudo?
Su cara estaba cambiando de color, completamente roja por la posición, pero él continuaba riendo y pataleando.
—Tú tampoco te libras—señalé a Ema con una sonrisa, que se asomaba por la puerta, y la sujeté de la cintura hasta colocarla a la par que a mi hermano.
—¿Por qué no vais a molestar a papá? —le pedí a mi hermano, tirando a ambos niños sobre la cama.
—No está—dijo, revolviendo las sábanas para esconderse debajo. —, mamá tampoco.
—Ni la abuela. —añadió Ema, que se había sentado junto a su hermana. —Dijeron que iban a comprar.
—Y que tú nos cuidabas. —me apuntó mini-yo, con su mini dedo acusador.
Genial…
—Pero yo no necesito que me cuides, no soy tonto.
—Yo no estaría tan seguro…—lo piqué y se cruzó de brazos. —Anda, corre a vestirte.
—No.
—¿Cómo has dicho?
—Que no.
Me acerqué a él de nuevo, que empezó a chillar, y volví a levantarlo boca abajo.
—Ema, ¿Dónde has dejado la pistola?
Sujeté a Mason por los tobillos y Ema se levantó de un salto y sujetó la Nerf que había dejado en el suelo.
—Directa a la cabeza—le ordené, con una sonrisa cómplice.
—¡Matt! Que matas al niño… —Billie se puso de pie y se acercó a nosotros hasta liberar a mi hermano y cogerlo en brazos.
—Bicho malo nunca muere…—Ironicé, apuntándolo con el dedo.
—Venga, a vestirse. —Billie soltó a Mason fuera de la habitación y cerró la puerta detrás de su hermana. —Es monísimo…—murmuró con una sonrisa, acercándose a mí.
—Mono es, pero de los de la selva.
Me dejé caer sobre la cama de nuevo mientras Billie se mofaba de mi comentario, poniendo los ojos en blanco entre risas.
—Matt… —irrumpió, rompiendo el flamante silencio.
Reparé en su rostro, encontrándome con su mirada, y repasé cada facción de este, adorando sus pecas, su melena desaliñada y sus mejillas, que comenzaban a sonrosarse.
—Quería decirte que… gracias… por todo. —se acomodó sobre mi pecho y cerró los ojos, dibujando líneas abstractas sobre este.
—Te amo. —susurré, peinando sus mechones con delicadeza.
Billie levantó la cabeza repentinamente y se detuvo a mirarme.
—¿Qué pasa? —quise saber, con el ceño fruncido ante su reacción.
—¿Puedes… repetirlo?
—Te amo —Afirmé, con la seguridad que sólo esa situación me proporcionaba—. Te amo— repetí—. Eres… eres mi canción favorita, esa que nunca me canso de escuchar.