La villa de Gélida aún está a oscuras cuando un grupo de sombras se dirigen al muelle, más preocupados de la marea que de la luz y listos para empezar un día de trabajo. Todos suben a sus barcas o barcos para empezar la faena temprano y llevar el pescado a tierra, tanto para vender en la pequeña lonja como para salar y transportar a otros mercados.
Uno de los barcos permanece en el puerto, con su tripulación esperando por el capitán que no llega. Uno de los pescadores habla con los otros y salta la borda para dirigirse con rapidez a la casa de su patrón. Se mueve con agilidad por las calles a pesar de la falta de sol porque la luz de la luna se refleja con fuerza.
Llega a una gran casa de piedra que forma por si sola una manzana, rodeada por un muro exterior y con varias plantas de altura. Llama a la puerta con cierto cuidado para evitar despertar al resto de habitantes de la casa. El patrón, Devom Grosen, vive con su famila compuesta por su mujer y sus dos hijos que le ayudan con la administración de la pesca.
Viendo que no hay contestación decide llamar más fuerte hasta que escucha una voz dentro que le dice que pare mientras se acerca. Alguien abre el ventanillo y acerca una antorcha para ver quién está llamando. Se cierra y se escucha el ruido del mecanismo para desatrancar y abrir la puerta.
En ella aparece Guden, el hijo de Devom, que le pregunta qué hace allí.
—Tu padre no apareció por el Medianoche —le dijo refiriéndose al barco—, y vengo a ver si le ocurre algo y salimos sin él.
No es la primera vez que Devom está enfermo y sus hombres salen a faenar sin él. Son buenos chicos y saben hacer su trabajo sin necesidad de tener a su patrón controlándoles.
Atrancan la puerta y van hasta la habitación de Devom, en la que petan sin respuesta. Al abrir la puerta se encuentran al hombre boca arriba en la cama, con varias puñaladas a lo largo del cuerpo y expresión de terror en la cara. Los gritos de su hijo despiertan al resto de la casa que se sume en la tristeza y el duelo por el cabeza de familia mientras su compañero va a avisar al resto de la tripulación.
Devom ha sido un buen hombre y la tripulación al completo se presenta delante de su casa para presentar sus respetos. Cuando amanece en Gélida la noticia corre entre sus gentes y se arma un buen revuelo. No es hasta que pasa la primera hora cuando avisan a la guardia y estos mandan a sus soldados.
Arnel está disfrutando de su nueva casa alquilada, lejos de las iras del sargento Tokeston y con una pequeña valla alrededor. Ha pensado en cavar zanjas para evitar que le fueran a buscar de improviso, pero el pensamiento más peliagudo que ha tenido es si quiere comprar la casa y asentarse en Gélida o alquilarla para poder marcharse en cuanto pueda. Ni siquiera lo ha meditado con anterioridad puesto que no esperaba quitarse la deuda con la Academia de magia tan pronto. Le debe una visita de agradecimiento a Bredor, pero este se ha marchado de su mansión en la villa y no ha vuelto desde entonces.
Tiene tiempo y tranquilidad para valorar su situación y plantearse qué hacer, pero en ese momento ve que se acerca por la calle el soldado Padio, que debe de estar buscándole. Desde luego que no ha dejado su dirección en el cuartel porque está seguro de que si le tienen disponible seguirán abusando de él, pero también sabe que tarde o temprano le irán a buscar y se acabará el juego del gato y el ratón. Es lo malo de ser un mago además de un soldado, que todos dan por sentado tu inteligencia para todas las cuestiones que se puedan imaginar.
Coge su capa y sale a calle para alegría de Padio, que no tenía nada claro si seguirle buscando o si debía de petar puerta por puerta hasta dar con él.
—Buen día soldado —saluda Arnel—. ¿Alguna noticia del cuartel?
—Buen día Arnel —contesta este—, me manda el sargento a buscarte para darte un mensaje —le acaba de decir tendiéndole un papel.
No es habitual que el sargento le escriba notas, sobre todo porque muy pocos del Reino de Tamotria saben leer y escribir, y muchos menos en el ejército real. El sargento es una de esas excepciones y Arnel ha aprendido en la Academia, por eso no es habitual que mande notas. En cualquier caso Arnel coge el papel y lo desdobla para leerlo, intrigado por lo que pone el mensaje.
“Estimado soldado: A pesar de no estar en tu turno te agradezco que te acerques hasta la avenida de los pescadores a la Grosendem, puesto que se ha producido un asesinato y es nuestro deber y obligación resolverlo cuanto antes para evitar disturbios en la villa y problemas con los pescadores. El asesinado es Devom Grosen, una persona muy conocida y querida dentro de nuestra comunidad de manera que agradecería una actitud seria y formal. Hablaremos de la recuperación de horas en cuanto nos veamos. Un saludo, Sargento Tokeston.”
Arnel se pellizca el brazo para asegurarse de que no está dormido. Vuelve a leer la nota y no hace falta ser muy listo para saber que algo está pasando con el sargento y que tendría que enterarse cuanto antes. ¿Tal vez su mudanza le hizo ver que no era un guardia disponible de forma permanente? ¿O su trabajo en Nemoria había levantado ampollas? Le daba un poco igual en ese momento, con Padio esperando su respuesta y un asesinato por resolver.