Lo peor de participar en una batida contra un mago repudiado y un grupo de asaltantes es que debes informar en todos lados. Arnel no sabe si se trata de falta de trabajo o cuestión de amor propio, pero tuvo que repetir una y otra vez lo que había pasado, desde su punto de vista, al menos seis veces. Primero al grupo de capitanes aunque el capitán Kroger había estado presente; después al condestable de Nemoria; en tercer lugar al príncipe de Nemoria; luego llegaron las explicaciones en Gélida, primero a los compañeros y después al sargento Tokeston; y por último está explicando lo sucedido a Bredor, el conde de Gélida y hermano del príncipe.
No es que es esté aburrido de contarlo, que también, sino que no encuentra utilidad en revivir una y otra vez los sucesos. Está claro que para los habitantes de Tamotria los magos son una novedad a medias, así que el surgimiento de este tipo de situaciones puede considerarse un entretenimiento para ellos. Pero a él no le hacía ni media gracia el estar una y otra vez contando lo mismo. Además, a los magos los llevan persiguiendo desde el principio de los tiempos, así que lo único que les interesa es la carnaza de que dos de ellos luchen en bandos opuestos.
De cualquier manera Bredor le ha invitado a su mansión y no tiene mucha manera de evitarlo, sobre todo teniendo en cuenta la adoración que parece sentir su jefe por el noble. Quizás no es lo que se había imaginado a primera vista, pero al menos se puede hablar con él. También descubre que Bredor tiene que decirle un par de cosas.
–¿Recuerdas la isla en el norte? –Le pregunta.
–Sí, se me hizo un viaje inolvidable.
–Estoy buscando a alguien que lidere un grupo de hombres –le dice–, y que lo mantenga allá fuera de las propias fronteras del reino.
Arnel tarda un instante en darse cuenta de que se lo está ofreciendo a él. Lo piensa con cierto detenimiento, pero no cree que pueda hacer un buen trabajo. ¿Liderar él? No estaba preparado.
Bredor parece decepcionado ante su negativa, pero no insiste. A nadie le parece demasiado interesante pasar su vida en una isla helada del lejano norte, por mucho que estuviera allí para batear oro. Tal vez podría tener un gran beneficio, pero no podría disfrutarlo en ningún sitio. ¿De que vale tener le bolsillo lleno de oro si no puedes gastarlo? Y como extra debería ingeniarse un sistema para transportar el oro hasta Gélida. En verano el barco parece una buena opción, pero en invierno tendrían que llevarlo en trineos o buscar otra solución.
También le dice que no había contratado aún ningún mayordomo. La muerte de Rheodos le ha afectado bastante, pero pronto necesitará que alguien le lleve las cuentas y administre sus bienes tanto en Gélida como en Nemoria. Se hace una luz en su mente de soldado y se le ocurrr un buen candidato, aunque no sabr si aceptará. Se lo comenta a Bredor y le dice que lo mande a la mansión a ver cómo se desenvuelve.
Cuando por fin le deja marchar vuelve a su casa a alimentar a sus perros. Parecen felices y bien alimentados, así que se acerca a Grosendem para agradecer que los hubieran cuidado. Le reciben los dos hermanos, Guden y Vania, y se ponen al día. Desde que ha encontrado al asesino de su padre mantienen una relación de amistad. También ellos quieren oír la historia de la batalla de magos, pero esta vez no le importa contarla.
Y termina preguntándoles por el negocio. A la muerte de Devom ha sido Guden el que ha tomado las riendas del negocio. A pesar de todo Vania le ayuda con la parte administrativa y con los precios, pero es sólo un arreglo entre ellos mientras ella no se case. Su padre tenía la intención de utilizar su riqueza para casarla con un noble, pero su muerte les ha dejado en una situación complicada. Aún así Guden está dispuesto a pagar su dote. Pero puede que Arnel encuentre un arreglo que beneficie a los dos.
–Me ha hablado Bredor que necesita un mayordomo que se encange de sus bienes –dice Arnel–, y pensé que tal vez Vania pudiera ayudarle.
Se hizo cierto silencio y se preocupó de haber dicho algo inadecuado.
–¿Crees que es la casa a la que debo ir? –Contesta ella.
De nuevo su hizo el silencio y Arnel pensó en sus palabras. Siempre ha tenido una buena sensación con ella, pero no puede pretender que se fuera a su casa. Pero tal vez no tenga problema con la de Bredor.
–Sí, creo que es la casa a la que debes ir –responde finalmente.
–Entonces iré –acabó ella.
Arnel se pregunta si está haciendo lo correcto. En ocasiones le da la sensación de que podía tener un futuro con Vania, pero no quiere llevarla en una vida de ciudad en ciudad condicionada al cuartel al que le envíen. Ella se merece más que eso; ha recibido una educación para mucho más y no iba a ser él el que se interpusiera en su camino, aunque le doliera.
Se despide de los hermanos y vuelve a su casa dispuesto a pasar una noche reparadora. Pero al llegar le está esperando un mensajero con una nota del cuartel. Resignado la lee y ya están volviendo hacia el cuartel cuando aún no ha acabado de leer las últimas líneas. ¿Qué pueden queren en el cuartel a esas horas? Estaba seguro de que fuera lo que fuera, no sería agradable para él.
Al llegar le indican que hable con Tokeston, que le está esperando en su despacho. Nada bueno podía salir de ese despacho, así que decide afrontarlo y entrar sin preámbulos. Se sienta en la silla que está delante del escritorio del sargento y espera a que hable.
–Te quiero comentar cómo está la situación con respecto a ti –le dice por sorpresa.
–¿Con respecto a mi? ¿Qué tengo que ver yo todo esto?
–Han respondido desde la Academia de magia y han enviado a uno de sus magos para interrogar al que atrapásteis –le dice Tokeston–. Ha descubierto desde donde le mandaban los objetos mágicos y la cábala que hay paralela a la Academia para evitar ser desvelados.