Aroma de la Noche (venus)

VI

–¿A quién se supone que entraron anoche?– pregunta mamá dándonos la espalda mientras cocina el desayuno.

Ambos, mi hermano y yo, nos atragantamos con nuestra comida. Elijah enseguida se sonrojó, yo trato de buscar una excusa creíble.

–A nadie, ma. Simplemente volvimos de la fiesta.

–Nosotros fuimos adolescentes. Yo también me metía al cuarto de tu madre…– dice mi padre, pero enseguida se calla cuando mamá lo fulmina con la mirada– No somos sordos.

–¿Cómo se dieron cuenta?– preguntamos los dos al mismo tiempo con la cabeza agachada.

–Despertaron a Pollito y él fue a buscarnos. Dijo que un gigante rubio saltó por la ventana.

Su expresión cambió por completo, ahora mirándome a mí. Abro los ojos de una manera inimaginable. ¿Cómo le explico que el chico que entró estaba hecho mierda porque me salvó de un posible abuso?

Abro mi boca para poder decir algo, tratar de defenderme y decir que nada más fue para curarlo, pero van a pensar que lo traje para otra cosa. No sería la primera vez…

–Fui yo…–admite Elijah falsamente–. Un amigo estaba malherido y tuve que curarlo. Perdón, Pollito, por despertarte.

–Es mentira, fui yo, deja de cubrirme, Elijah, por favor. Este amigo se lastimó y no tuve mejor idea que traerlo. Perdón…

–Olivia…

Lo miro y entiende por completo que no es necesario que me cubra. No esta vez.

Siempre hemos sido así, uno protege al otro sin importar la situación. Un pacto que hicimos cuando teníamos seis años. Agradezco tener un hermano como él, pero en este momento, por primera vez, romperé ese pacto para asumir toda la culpa como debe ser.

–¿Qué le pasó?– dice mi padre cruzándose de brazos. Ambos me miran con el ceño fruncido. El corazón me late más rápido que nunca y no sé por qué. Quizás por la idea de que hayan pensado que lo metí para acostarme con él.

–Fue un accidente, lo juro. Se cayó encima de unos muchachos y le pegaron. Pero fue un accidente.

Mentirle a mis padres me duele muchísimo. No voy a contarles que casi abusan de mí, no de nuevo. No puedo contarles que ese amigo me salvó, y aunque todavía no lo he perdonado por completo, le agradezco con mi vida por lo que hizo.

–Esto no termina aquí, muchachos. Pero apurense que llegarán tarde.

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Llegar del colegio es un alivio para mi y para el resto de los estudiantes. Lo que me gusta de salir no es ir a casa, sino poder asistir a las clases de roller derby, un deporte que practico y amo, y el que me ha dejado varias cicatrices en el cuerpo. Por ejemplo, el año pasado me disloqué el dedo meñique por intentar librarme de una blocker yo misma. Al ser la jammer soy un punto crucial en el juego ya que soy la única que marca los puntos para el equipo. Tener esa posición en el equipo genera un sentimiento que te llena de adrenalina. Nosotras somos Las colmillos de acero.

Me pongo los shorts, las vendas y los protectores de rodilla, muñeca y bucal, y salgo a la pista.

Estamos todas en una línea mientras la entrenadora nos explica lo que vamos a hacer hoy.

–Muy bien, chicas– gritó la entrenadora Torres desde la orilla de la pista– hagan una fila. Hoy haremos una práctica de jamming. Olivia, serás la jammer del equipo azul, Madeline la del equipo rojo. ¡Adelante!

Me ajusto el casco y las protecciones.

–A darles, bebés– grita Roxanne detrás de mí.

“Necesitas hacerlo bien, Olivia, tu equipo depende de ti” digo para mis adentros.

Cruzo miradas con Madeline, que también me está mirando desafiante.

El silbato de la entrenadora suena, y ahí es cuando la pista se transforma en un torbellino de caos y ruido.

Me desplazo con fuerza por la pista, tratando de esquivar a las blocker que impiden que siga mi camino.

Veo a Madeline aparecer de la nada a mi lado, tratando de distraerme; trata de sacarme de balance, pero me concentro en no dejarme llevar y partirle la cabeza contra el piso. Termino empujandola, sacándomela de arriba. La otra chica que iba detrás de Madeline, Roxanne, me abre paso entre dos blockers, salto por arriba del brazo de una de las chicas, hasta que la entrenadora hace sonar su silbato.

Mi respiración es agitada, estoy sudada hasta en donde no tendría que sudar y en mi mente aún sigo en el juego, mi adrenalina no para, y mis oídos retumban. La adrenalina recorre mi ser. Aunque no se compara al sentimiento de una carrera real, siempre siento a flor de piel estos momentos.

–Muy bien, niñas, el equipo azul gana. A estirar

Me quito el casco y sacudo mi cabello sudado.

–Buen trabajo, Olivia. Has mejorado desde la última vez.

La última vez fue cuando lo de Esteban era muy reciente y no podía evitar pensar constantemente en eso. A Madeline parecía divertirle…

Hablando de ella, veo que pasa cerca de mi sacándose el casco que tenía dibujado una línea recta demostrando su posición en el equipo, pivot.

Nuestra relación nunca ha sido cercana, es más, no nos podemos ni ver, ambas sabemos que esto va más allá del juego. No sé por qué será…

Me apresuro a recoger mis cosas, tengo que encontrarme con Elena en la cafetería de la esquina.

–¡Nos vemos mañana, Olivia!– dice Madeline sacudiendo su cabello casi en mi cara.

Salgo casi corriendo con mis shorts todavía puestos, pero como siempre, mis medias negras transparentes siempre forman parte de cualquier atuendo. Es solo que no quiero mostrar mis… problemas.

–¡Olii!– me grita Elena, sonriente y saludando alegre. Creo que estoy lista para contarle lo que pasó…

Respiro profundo, concentrándome y ensayando lo que voy a decir.

–Hola, Pastelito. ¿Cómo vas con tu proyecto de astronomía?– trato de distraerla antes de que me pregunte acerca de Frederick, y qué estábamos “haciendo” aquella noche.



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En el texto hay: comedia, romance, amoradolecente

Editado: 17.09.2024

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