Arreglados

Capítulo 3: Idara

Eric me sonríe mientras termino de ponerme los zapatos, él ya está vestido y completamente listo para ir a la guardería. Al terminar lo tomo en brazos, agarro sus cosas y lo monto en el coche. En menos de quince minutos ya lo he dejado en su clase y yo voy directamente a mi cita con mi psicóloga, después tengo que ir a dar clase.

Espero en la sala de espera de la clínica, es raro estar aquí sin estar internada, todas las enfermeras me conocen y me saludan. Algunas de las pacientes más nuevas me miran sorprendidas e incluso veo algunas sonrisas de alivio, como si ver a alguien que parece haber mejorado las ayudase. Yo me sentí así también y debo reconoce que si que estoy bastante bien, mucho mejor y casi me atrevería a decir que completamente bien, con algún miedo interno pero ¿quién no los tiene?

— Idara. — me llaman y entro a la sala. — ¿Cómo estás hoy?

— Bien, nada por lo que preocuparse.

— Se te ve genial, ¿por qué yo no puedo verme tan joven como tú?

— ¿Quién dice que no te ves joven?- le sonrío.

— Dejemos de coquetear y vamos a lo que te trae aquí.

— Tengo miedo. — ella sonríe antes de sentarse. — Tengo miedo de enfrentar a la gente del pasado, ya sus palabras y acciones no son capaces de hacerme daño, soy mucho más fuerte psicológicamente que antes pero tengo miedo de las distintas reacciones que puedan tener, sé que ninguna va a ser especialmente agradable, habrán malos comentarios y bueno… tengo miedo.

— El miedo es un sentimiento racional, y más después de todo por lo que tu has pasado Idara. — me calma. — Cuando empecé contigo eras una persona aterrada de todo y de todos, veías personas malas en cualquier lugar y estabas constantemente a la defensiva y mírate ahora, eres una mujer adulta mucho más segura de si misma que confía pero también recela para que no la dañen tanto, ya no existe esa mega coraza que te impedía mostrar tus sentimientos.

— Tengo miedo también por Eric, va a cambiar drásticamente de ambiente y muchas personas querrán dañarlo, él es mi niño.

— Eric es capaz de adaptarse y tú eres capaz de protegerlo Idara. — me sonríe. — Vamos, levanta. — me tiende su delgada mano.

Juntas vamos hasta un espejo que tiene en la consulta, no lo utilizamos hasta que llevamos tres o cuatro meses, me hizo verme y decir como me sentía en ese momento como si ella no estuviese como si me lo dijese a mi misma, parece absurdo pero ayuda bastante.

— Mírate, ¿queda algo de aquella niña asustada?

— No.

— ¿Qué ves Idara?

— Una mujer fuerte y realizada, una mujer que vivió en el infierno y fue capaz de salir de él después de muchos años y con mucho esfuerzo, veo una mujer decidida y valiente, veo una mujer trabajadora y amorosa, también veo a una buena madre.

— Hace cuatro años cuando llegaste aquí, ¿qué viste?

— A un pequeño cordero asustado de los grandes lobos del mundo, una niña que quería ser una mujer, una inexperta a la que habían obligado a madurar. — varias lágrimas descienden de mis ojos y corren sin control alguno por mis mejillas. — Esa niña murió para dar paso a la mujer que soy hoy en día.

— Me alegra que veas eso Ida, creo que es hora de darte el alta. — me abraza. — Han sido cuatro años complicados pero necesarios, espero no volver a verte y solo saber de ti cuando llames a Hilén.

— Gracias por tu trabajo. — le devuelvo el abrazo.

Me seco las lágrimas con un par de pañuelos que me pasa y después de un par de respiraciones salgo de la habitación, me despido oficialmente de mis antiguas enfermeras, sino me daba el alta me tendría que buscar una psicóloga tan buena como ella en San Francisco pero ya no iba a volver, en dos días viajo de sorpresa, solo papá sabe que vuelvo, mis hermanos, tíos y primos no tienen la menor idea.

Doy mis clases de infantil como todos los días, alegre juego con ellos y les doy clases. Sonrío al ver algunos de los dibujos de despedida que me han hecho los niños, me los llevaré todos a Estados Unidos.

Han sido dos buenos años de mi vida en esta colegio y es triste tener que decir adiós, pero también siento la necesidad de volver con mi familia, los extraño mucho.

— Entonces, ¿Es cierto? — asiento a la pregunta de una de las madres de mis alumnos. — Has sido una magnífica profesora, no podría haber pedido una mejor.- me sonríe. — El primer día tenía miedo de dejar a mi hijo con una extraña, pero fue una buena decisión dejarlo contigo.

— Muchas gracias por su confianza, ha sido todo un placer ser la profesora de su hijo.

Me despido de todas las madres y padres antes de volver dentro y recoger, por última vez, la clase. Me despido de ella de forma silenciosa, no creí que fuese tan duro dejar algo que sabía que era temporal, desde que vine aquí por primera vez supe que esto era temporal y que en algún momento volvería allí. Creí que tardaría menos, un par de años como máximo pero no me arrepiento del tiempo pasado aquí, he aprendido muchas cosas en Londres.

Salgo de la clase con un suspiro, no voy a volver y es triste tener que reconocerlo. Ando por los mismos pasillos por los que he pasado estos dos años hasta la salida de la institución.

— Señorita Wilson, Idara Wilson.

— Profesor Abrahamm, ¿puedo ayudarlo en algo?

— Si, quería saber si tomaría un café conmigo.

— No me gusta el café. — sonrío amablemente.

— Bueno, puede también tomar un té.

— Tengo que ir a por mi hijo, no tengo tiempo. — me excuso.

— Bueno, en otra ocasión será. — me sonríe ligeramente decepcionado pero no se va.

— Idara.

Me giro para ver no solo a mi jefa y directora de la institución sino también a su marido, ambos vienen corriendo medio ahogados, de seguro ahora uno de los dos dirá “cariño, tenemos que hacer deporte.”. Yo hago deporte, mi entrenador junto a mi nutricionista hicieron una dieta y un entrenamiento adecuado para mí, me gusta hacer deporte y estar todo el día activa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.