Asalto: Vulpis

Primer misterio: Bienvenida

Linda estaba sentada frente a su espejo, pensativa. Miraba su rostro sin siquiera parpadear, inmóvil y concentrada. Trataba de ver detrás de él tanto como pudiera, sin poder obtener nada, sólo una pequeña lágrima que salió de su ojo derecho y bajó por su mejilla.

Después de eso, la chica se limpió el agua del rostro con la manga de su blusa y tomó de su peinador sus gafas que luego se colocó frente a su visión, puesta aquella una vez más en el espejo, en su ser. Un suspiro de incomodidad salió de sus labios y, con poco ánimo, la joven de apenas quince años, se puso de pie, tomó su mochila y caminó hacia la salida de su ostentosa habitación, en donde se encontró con lo que parecía ser una sirvienta.

–Señorita Swift, buenos días. La señora la espera en el comedor –enunció la mujer ratón de pelaje castaño, a la par que hacia una pequeña reverencia.

–Gracias, Eronika. Iré enseguida –mencionó la joven al pasarla de largo, mas luego se detuvo sin voltear a ver a la sirvienta–. Por cierto. No me llames por ese apellido. Es «Collins», sino dime Linda –pidió la chica, a lo que la sirvienta asintió.

–Claro, señorita Linda. Como usted guste –respondió la ratona, continuado el camino de la adolescente hacia la planta baja de la enorme casa, casi mansión, donde ahora vivía.

Alfombrada en su mayoría, con grandes ventanales y un techo altísimo, el hogar de los Swift parecía ser todo un palacio donde sólo la realeza podría reunirse. En él, habitaba en su mayoría la familia de la señora Swift, esposa del padre de Linda. Por su parte, la muchacha tenía apenas una semana en el lugar.

Ya abajo, iluminado el comedor por las grandes ventanas que tiene al costado derecho a percepción de la mitad zorro, la chica se vio obligada a presentarse hacia Lavanda Swift, su madrastra, la cual era un zorro de alta alcurnia y pelaje cambiante; de porte regio y mirada amenazante; ropas finas adornaban su figura, al igual que su joyería brillaba como si fueran estrellas en el firmamento nocturno bajo su pelaje castaño, casi negro, otoñal.

–Buenos días, señora Swift –enunció Linda con cierta obligación en su voz, casi a regañadientes.

–Buenos días, Linda. Por favor, toma asiento –pidió la mujer, señalada una silla a dos espacios de donde estaba ella, que era la cabeza de la mesa.

La mitad zorro, intimidada, pasó a colocarse en el lugar, cuya respiración nerviosa se hizo presente tras el expiro de aire que dio al tomar sitio en la mesa.

–El día de hoy Cazares te llevará hasta el colegio donde ayer te inscribimos. Es el mismo donde tus hermanos estuvieron. Es un buen referente para Batbridge, lugar al que pertenecen tus mayores y al cual vas a acudir en unos años –dijo de forma concisa, asertiva y demandante–. Te recomiendo no causes problemas, asistas a todas tus clases y cumplas con las labores que implican ser una buena estudiante: Learn, work and apply. ¿Queda claro? –preguntó la matriarca, asentido por Linda sólo con la cabeza, lo que le dio señal a Lavanda para tronar sus dedos.

A la proximidad del sonido efectuado por la señora del hogar, las sirvientas llevaron platos con comida a la mesa, puestos enfrente de las mujeres, agradecido por Linda la acción, hecho un pequeño gesto con la cabeza y mirada por Lavanda, mostrada así su gratitud.

–Linda, ya no eres una niña. No enviaremos por ti a menos que el clima impida que regreses sin problemas o que sea muy tarde por razones extracurriculares afiliadas al colegio. Volverás con tus hermanos, ellos irán por ti y te traerán a casa. Desayunarás conmigo todos los días a las 8:35 horas y cenaremos en conjuntos a las 21:45 para luego ir a dormir. Sé que tienes hábitos de mantenerte despierta por las noches. Es normal al ser parte zorro que tu cuerpo desee hacer actividad nocturna. Te recomiendo hacer algún tipo de ejercicio cuando suceda eso. Uno que no haga mucho ruido si es posible. Una vez agotada, podrás dormir con más facilidad –explicó la mujer, invitada Linda a comenzar su desayuno.

Las dos comieron sus alimentos sin muchos problemas. Lavanda observaba atenta a Linda para ver si podría corregirle un hábito, pero la joven sabía comportarse y fue en extremo exquisita al momento de ingerir su comida. Hubo detalles, pero la señora decidió guardárselos para después.

Una vez acabado el desayuno, Linda agradeció de forma verbal y se preparó para ponerse de pie, detenida por la matriarca con sólo mostrarle su palma.

–Una última cosa, Linda –extendió la mujer, cosa que puso nerviosa a la joven–. Sé que los cambios son difíciles, pero el orden en esta casa es importante. No faltes a tus sesiones con la doctora Greenmile. Sé que hoy no te toca ir, pero es importante para todos que tengas alguien con quien pasar todo esto. Tu padre est… Tu padre y yo estamos muy preocupados por ti –corrigió al final, lo que hizo a Linda fruncir un poco el ceño y bajar la mirada.

–Entiendo, señora Swift. Gracias y con permiso –enunció la joven al ponerse de pie y retirarse, dejada en soledad su madrastra, la cual no había dejado ese frío y duro semblante que la caracterizaba tanto.

Ya afuera del hogar, esperando al lado de un coche bastante elegante de color negro, se hallaba Cazares, el chofer de la familia Swift, un cernícalo de edad media y plumas brillantes que extendió su ala y brazo para abrir la puerta del coche a Linda, misma que no estaba acostumbrada a esto, por lo que casi la golpea.

El hombre se disculpó, pero a la chica no le importaba en realidad. Sólo prosiguió a subirse para que la puerta fuera cerrada detrás, abordado el asiento del conductor por Cazares y encendido el auto para partir de inmediato hacia el colegio.

Saint Frosteye era no sólo el lugar más aclamado y prestigioso de Angraterra, sino que también tenía la fama de ser un lugar hermoso, lleno de mucha flora y arquitectura histórica que pintaba un panorama de confianza y misterio.




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