¿ Asesino o salvador?

Capítulo 2

Miriam se colocó un vestido sencillo y cómodo para la ocasión.
Era uno de corte a la rodilla , azul marino y escotado, además era ajustado pero elegante a la vez.

Sabía que el hijo de Rodolfo, Adolfo, la pretendía, pero ella no deseaba salir con nadie, quería ser libre de salir con sus amigos y además besar a uno que otro de vez en cuando, además de que estaba segura que ambos padres querían verlos en el altar y ella no pensaba lo mismo.

La pequeña familia subió al auto y emprendieron el viaje de más de media hora.

— Te ves hermosa, hija.— le premio su mamá. Ella asintió y volvió la mirada a su móvil.

Tiempo después llegaron a la fiesta, donde ya habían otros invitados, Adolfo y su papá estaban en la entrada recibiendo a los invitados.

— Me alegra que hayan venido. — les dijo feliz Adolfo, se dirigió a Miriam y le dio una mirada penetrante.— Tío, tía, pasen por favor.

— Primero permíteme felicitarte. — se río el papá  de Miriam, se acercó a Adolfo y lo abrazó.— Espero verte más seguido.

El resto de la familia saludo y felicito a Adolfo, al final quedó ella, por desgracia. Estaban solos y ella siempre se sintió incomoda con él, no había intentado nada en su contra, pero siempre lograba sobresaltarla.

— Felicidades.— sonrió ella. Adolfo aprovecho la ocasión para abrazarla y pegarla a él.

— Estas hermosa, como siempre.— le susurró antes de bajarla y mirarla a los ojos.– Eres realmente bella.

— Gracias.— No pudo evitar que sus mejillas ardieron mucho por lo dicho.

— Dame el honor de que me acompañes esta noche, en toda la velada.

Miriam intentó no ser grosera al negarse, pero no encontraba las palabras adecuadas.

— Adolfo,  Miriam— ella soltó un suspiro de alivio al escuchar a sus hermanos.

— Chicos.— saludo un poco disgustado.  Ellos hicieron que no notaron nada y se acercaron para rodar a su hermana con sus brazos.

— Disculpa que te la robamos, pero tenemos que hablar con ella algo importante. — le mintió Stephen.

— Ya casi la devolvemos, quizá.— se carcajeo Gerald.  Sin dejar que Adolfo dijera algo dieron media vuelta con Miriam entre ellos y se perdieron entre la gente.

— O por dios, chicos, muchas gracias.— les susurró agradecida — Les debo una.

— No te preocupes, sabes lo que papá trama junto con Rodolfo.— informó Gerald con un poco de asco.— Es tan egoísta de su parte.

— Además no pensábamos dejarte con ese imbécil. — se burló Stephen.— Esta guapo para ti, pero su ego es más.

Miriam comenzó a reírse y fue a tomar asiento con su familia.

— Hija.— se sorprendió su papá. — Creí que estaba con Adolfo.

— El.... — se preocupo, ¿ como iba a decirle que sus hermanos se la trajeron?.

— Estaba ocupado.— terminó  Stephen por ella, se encogió de hombros y puso atención a donde estaba la familia de Rodolfo.

— Cariño, se te cae la prensa.— su mamá se puso de pie y acomodó la en su cabello de nuevo.

Toda la noche Adolfo intentó invitarla  a caminar o a bailar , sin embargo sus hermanos siempre andaba  por ahí ayudándola y protegiéndola, sentía que estaba siendo una carga pero igualmente era mejor así.

Cuando iban a irse tuvo que devolvérse a los baños ya que alguien había pasado y derramado algo de bebida así vestido, inmediatamente ella les aviso sus papas y fue a limpiarse.

En los baños de encontró con un chico que venía entrando, ella miró a todos lados y se asustó mucho al ver que solo ella estaba ahí.

El tipo apago la luz y entre cerró la puerta.

Miriam se echo para atrás y trato de mantener la tranquilidad de hace unos minutos.— ¿ Porqué estás aquí?, es el baño para las damas.

El  chico no dijo nada y avanzo rápido hacia ella, Miriam se hizo a un lado y comenzó a temblar.— Aléjate, no me hagas nada, puedo darte mi dinero, pero por por favor, aléjate.

— Vengo a decirte algo.— le susurró el, no supo de quien era la voz, solo podía ver su silueta.— Mañana, a las 8:00 pm, debes estar fuera de casa.

— ¿ Que?— se confundió. — ¿ Porqué debería hacerlo? ¿ quién  eres?.

— Solo hazlo, por el bien de este país, hazlo.— repitió. Se dio la vuelta y antes de salir encendió la luz.

Ella se volvió hacia el espejo y vio su cara de terror, estaba pálida y agitada. Tomó un poco de agua y respiró lentamente.

— Miriam.— gritaron sus hermanos desde el pasillo. Ella salió corriendo y los abrazo fuertemente.

— ¿ Porqué estás así?— interrogó Stephen.— No me digas que has bebido, Miriam.

— Claro que no.— se enojó ante la desconfianza de su hermano— Vamos a casa y allá les cuento.

Caminaron hasta el auto y cada quien se acomodó en un asiento diferente, esta vez su papá iba manejando, ya que apenas alcanzaban los cinco.

Se arrecosto al cristal de la puerta y pensó seriamente en lo que dijo aquel chico, quizá era mentira para asustarla.

Al llegar nadie quizo decir nada, se despidieron y cada quien se fue a dormir, aun con temor fue a su cama y se acostó tratando en no pensar mucho en lo sucedido.

Aun que la fue casi imposible, no sabía porque la advertencia le rondaba tanto por la cabeza, capaz eran voladores o matadores y ella estaba de tonta en salir.

Decidió que no les diría nada a sus papás y se quedó dormida.

¤¤¤

Mientras tanto en otro lugar.

— Estén todos listos.— decía un chico.— Mañana mismo vamos por aquella familia. Nadie puede quedar vivo, ¿ entendieron?, si alguien deja huir o vivir a uno de los Miranda prometo que no verá la luz de sol en su vida.

El chico que dio el aviso a Miriam estaba entre los que estaban siendo  indicados, sabía quién era la chica y por qué los querían a todos muertos, él no deseaba ver acabado su país así que debía salvar al menos a ella.

¤¤¤

En otro lugar.

— ¿ Saben lo que tiene que hacer?— preguntó un hombre adulto. — Alguien que me conteste.

— Señor.— alzó la voz uno de los que estaban en aquella habitación.— Matar a todos los Miranda y traer con nosotros a Miriam, ella es nuestra prioridad.




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