Ash Devil

TRACK 5

Los escalones se sentían oleosos, la barandilla metálica refulgía a la luz de la luna; también estaba embadurnada de una extraña mezcla aceitosa. Un haz de luz le dio de lleno en la cara y el suelo se balanceó bajo sus pies, después solo oscuridad.

El rostro de Milzy estaba empapado de sudor, la tenue luz que dejaba encendida por las noches parpadeaba. El sobresalto casi la arrojó fuera de la cama. Maldijo un par de veces antes de poder encontrar las gafas cristalinas en el buró y salir de la cama; las sábanas también estaban empapadas de sudor.

Había tenido el mismo sueño, y este terminaba exactamente igual. Comenzaba a molestarse a causa del aroma desconocido que se le quedaba grabado en la memoria después de los sueños. Como a algo descompuesto. Se dirigió a la sala para encender el televisor y distraerse con los deplorables infomerciales que inundaban los canales a las cuatro de la mañana, no sin antes dejar las sábanas en el cuarto de servicio. En su nuevo móvil parpadeaba una lucecilla. Curiosa, lo examinó y descubrió que era un mensaje de Darcy, quería saber si podían verse por la tarde. Respondió rápido y se acomodó en el sofá para luego quedarse dormida.

―¡Te ves terrible! ―dijo Darcy después de saludarla con un abrazo. Había aparecido puntualmente en la plaza del centro de la ciudad, donde habían quedado de encontrarse.

―Te lo agradezco ―respondió Milzy ofendida―. No he dormido bien.

―¿Sigues teniendo esas pesadillas raras?

Ella respondió afirmativamente con la cabeza mientras sacaba un cigarrillo del paquete. Darcy comenzó a caminar a su lado.

―Bueno… —El muchacho se mesó el cabello― he comprado algo, pero no estoy seguro… No sé si es adecuado. ―Sacó un paquete extraño de una bolsa de regalo, lo desenvolvió con cierto nerviosismo.

―¿Y eso… ? —cuestionó Milzy, haciendo un gesto.

―Noté que en la habitación no tenía ―dijo él, mostrándole una cruz de porcelana con detalles blancos y rojos, después la envolvió con cuidado en el mismo papel―. La conseguí en el último viaje.

Milzy asintió, dándole el visto bueno, pero poco interesada en el tema. Iba mirándose las botas.

―No termino de entender tu hábito. ¿Cuánto tiempo llevas con ese paquete? —observó Darcy, fijando la mirada en el cigarrillo sin encender que Milzy mordisqueaba. Ella solo se encogió de hombros y volvió a concentrarse en el suelo.

―El detective me dijo que quiere hablar contigo ―dijo Darcy.

―No le he dado mi nuevo número ―respondió ella, medio para sí. Había enviado mensajes con su nuevo número a la mayoría de los contactos―. ¿Te pasa algo? —preguntó, repentinamente interesada en la expresión rara que había notado en Darcy desde que había llegado.

―Lo de siempre: he discutido con Fabia, insiste en saber qué está pasando conmigo… Con nosotros.

Milzy se echó a reír.

―Ya sabes que le gusta estar enterada de todo. —Se habían sentado en un escaño después de dar varias vueltas alrededor de la plaza—. Debe estar volviéndose loca porque tienes un secreto ―añadió. El asintió y, por primera vez, mostró su sonrisa; parecía aliviado con la reacción de Milzy. Temía que fuera a molestarse por las suposiciones de su hermana.

Echaron a andar en dirección al auto para emprender el camino. Milzy se colocó las gafas y condujo hasta la autopista, luego se desvió bruscamente, provocando a Darcy una risilla nerviosa.

Las bellas calles del centro de la ciudad habían quedado atrás, estaban atravesando una especie de campo de batalla, lleno de baches medio cubiertos con basura que era arrastrada por el viento. Por ese lugar no había mucha gente, y las pocas personas que merodeaban, no eran más que vendedores ambulantes, o predicadores que poco les importaba tostarse la piel con el sol de la tarde con tal de convertir a las almas corrompidas.

Cuando bajaron del coche, sus oídos fueron bombardeados por el canto de las cigarras, era la época en que cortejaban desde los arces que rodeaban aquella calle estrecha. Uno de los predicadores estaba acercándose a la pareja cuando, de pronto, clavó la mirada en la rubia; su altura y forma de vestir parecieron intimidarlo. Se lo pensó mejor y devolvió sus pasos mientras balbuceaba algo que ninguno de los dos pudo entender.

El sendero de tierra que separaba la calle de la entrada del hotel parecía húmedo. A lo lejos se veía un hombre bajo, de barriga sobresaliente, que regaba las plantas silvestres que crecían alrededor. Darcy estaba seguro de que, desde la última vez que habían estado ahí, había más plantas y flores. También parecía que el hombrecillo había podado los árboles para, sin mucho éxito, darles alguna forma geométrica. Al escuchar sus pasos se volvió, mojándose los pies desnudos con los charcos que había dejado. Milzy agitó la mano para saludarlo y él le mostró una sonrisa de dientes amarillentos. Darcy, en cambio, agachó la mirada; el sujeto no le agradaba. Al cruzar la puerta se quedó un poco sorprendido. El hombre de cabello rubio estaba sentado en un modesto sillón, leyendo un folleto que Milzy reconoció.

―¿Qué hace aquí, detective? ―preguntó Darcy con voz extraña. Nunca lo había visto por ahí durante las visitas anteriores.

El detective dejó la respuesta en el aire para centrar su atención en la muchacha que tenía delante.



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En el texto hay: thriller, suspense, romancelesbico

Editado: 26.04.2025

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