Ash Devil

TRACK 6

Habían pasado varios días desde que Alden la había cuestionado sobre el guitarrista después de la presentación, y Milzy le comentó lo mismo a los chicos durante un ensayo.

―Pero Choby nos está apoyando, ¿no? ―dijo Milo.

Choby pertenecía a otra banda, pero los apoyaba como guitarrista en las presentaciones, utilizando una máscara que ocultaba su identidad, ya que no era un miembro oficial de Horror Show.

―Sí, pero…

―El Festival de La Noche de Brujas ―interrumpió Debbie ―. Todas las bandas tienen que estar completas, ¿recuerdas? Además, es la primera vez que podremos participar.

―Exactamente ―secundó Fabia—. No se permiten músicos de sesión.

El asunto se estaba poniendo difícil, no faltaba mucho, y conseguir un guitarrista que aprendiera rápido, era todavía más complicado. Llevaban meses buscando.

―Me encargaré de conseguir a alguien ―dijo Milzy, pero no estaba del todo convencida.

Los chicos le echaron una mirada, como para confirmar sus palabras. Alden había interrumpido la charla con su ir y venir. En ocasiones se detenía solo para suspirar y echarle una mirada a una banda u otra. El salón de ensayos se encontraba en el piso subterráneo de Cabaret, tenía varios cubículos aislados acústicamente que solían estar llenos todo el tiempo. Milzy hizo un gesto cuando Alden se paró frente a la puerta de su cubículo, salió y se reunió con él en su caminata interminable.

―¿Qué pasa contigo? Estás poniendo a todos nerviosos. Milo ya se está comiendo las uñas.

―Disculpa, nena ―dijo despistadamente, deteniéndose frente a otro cubículo, después volvió la mirada a otro, y, por último, miró a la rubia—. Solo intento buscar algo de inspiración, ¿comprendes?

—¿Es sobre La Noche de Brujas? —Se atrevió a preguntar.

Alden no respondió, pero Milzy estaba segura de que acababa de tener una idea y tenía que desarrollarla antes de que se le esfumara. Lo dejó partir y regresó a su cubículo.

Todavía era temprano cuando Debbie anunció que tenía algo que hacer, Milo también iba a marcharse debido a un proyecto pendiente que involucraba cámaras de circuito cerrado. Fabia se quedó con Milzy y observó como el par se alejaba.

―¿No crees que esos dos tienen algo? Es decir, siempre se van al mismo tiempo —dijo Fabia con un gesto divertido.

―No creo, me parece que a Debbie le gusta el barman ―dijo Milzy, poniéndose un dedo en los labios.

―¿El bajo?

―No, el nuevo.

―Ah, hablando de chicos, ¿a quién vas a invitar al festival?

Milzy rodó los ojos.

―Te había dicho que a nadie, ¿por qué lo preguntas de nuevo? No he cambiado de opinión.

―Bueno… ¿Es Darcy?

―¡Basta! Deja de preguntarme lo mismo.

―Bueno ya… ¿Sí o no? —insistió Fabia.

El último turno de ensayo había terminado, casi todos estaban yendo escaleras arriba, a excepción de una chica que se acercó a Fabia.

―Bueno, nos vemos ―dijo la rubia, aprovechándose de la distracción para escapar.

La chica era Maddie, del departamento de diseño, y quería confirmar algunas cosas de publicidad.

―¡Espera! No me has respondido. ¡Regresa! —Milzy no hizo ningún caso y siguió caminando.

—Fabia, por favor. Revisa estas cosas que tienen tu cara, ¿quieres? —dijo Maddie, un tanto fastidiada, mostrándole las camisetas de muestra que había impreso.

Se había soltado un viento extraño que arrastraba ruidosamente las hojas secas de los árboles cercanos. No tenía ganas de ir a casa y condujo despacio por los alrededores hasta que se detuvo frente a una librería, o lo que quedaba de ella. La pintura descascarada revelaba las múltiples capas de los colores por los cuales había pasado la fachada. Miró la escalera serpenteante que daba a la entrada de la librería y subió con cuidado; los peldaños estaban ya oxidados y vacilaban ante su peso. Cuando abrió el candado, la asaltó el olor a viciado y abrió la puerta por completo para que entrara un poco del aire fresco.

Casi podía verse a sí misma, detrás del escritorio de madera roída, hojeando los libros que los clientes dejaban por todos lados. La Librería Caligari no había sido del todo común, parecía una biblioteca, llena de personas hojeando libros; incluso se sentaban en el suelo a leer. El señor Caligari decidió poner un montón de sillones en los rincones para amenizar las lecturas ilegales. A Milzy le había parecido buena idea, pues la mayoría de los clientes terminaban por comprar el título.

El interior estaba intacto, como si el tiempo no hubiera pasado: los largos pasillos apenas iluminados por la claraboya, los sillones en los rincones y los libros que acumulaban capas y capas de polvo.

Milzy tomó un título, sopló el polvo de la cubierta para comprobar que era el que quería. Satisfecha con el hallazgo, cerró de un portazo y bajó para dirigirse a la puerta de la planta inferior. Tocó unas cuantas veces. Se oyeron unos pasos apresurados y el sonido de la cadena. La puerta se abrió unos centímetros y un rostro redondo y reluciente se asomó.

―¡Señorita! ―dijo la enfermera, abriendo por completo para dejarla entrar.



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En el texto hay: thriller, suspense, romancelesbico

Editado: 26.04.2025

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