Marceline tenía la hamburguesa a la mitad, pero su apetito había desaparecido. Echó una ojeada a la página web de Cabaret en su móvil. Seguramente ya todos los miembros habían curioseado en busca de los avances de la dinámica. Eligió una banda al azar y un cantante, esperó, pero solo apareció el mensaje de error. Se rio de sí misma. Era obvio que Alden no se las iba a poner fácil; le encantaba mantener el suspenso hasta el final.
Estaba en el comedor de Cabaret, un sitio abierto, de techo alto con detalles arquitectónicos difíciles de adivinar. Parecían futuristas y antiguos al mismo tiempo. Las esquinas eran redondeadas y el mobiliario se acomodaba perfecto en los recovecos.
Iba a intentar dar una última mordida a la hamburguesa, pero la dejó a mitad de camino cuando alguien entró en su campo de visión. Alzó la mirada y se encontró con su figura. Horror Show no tocaba esa noche, de manera que Ash Devil no estaba ahí por trabajo. Había entrado y se había sentado en una mesa cercana a las ventanas que daban al estacionamiento. Marceline tragó saliva. No vio a nadie cerca, tampoco daba la impresión de estar esperando a alguien. La rubia presionaba la pantalla de su móvil y parecía muy concentrada en él, pues tenía el ceño fruncido.
Se levantó y caminó en su dirección, abandonando la comida. Luego resopló nerviosa. ‹‹¿Qué estás haciendo?››, balbuceó para sí misma. Se echó un vistazo antes de seguir caminando. El cabello se le pegaba a la cara, era castaño claro y lacio, aunque las puntas se empeñaban en ondularse. Iba vestida como de costumbre, con vaqueros, camiseta oscura y cazadora negra. Tal vez no era el momento adecuado para acercarse… Cuando llegó a esa conclusión ya era demasiado tarde, estaba a centímetros de la mesa. No se le ocurrió otra cosa más que quedarse ahí plantada frente a ella sin decir una palabra. Milzy le dirigió una mirada inquisitiva cuando reparó en su presencia.
―Hola, ¿qué tal? ―titubeó Marceline. Se llevó las manos a los bolsillos de los vaqueros, temiendo que estas se pusieran a temblarle de los nervios.
Los ojos de Milzy la miraron, eran de un gris pálido con algunas motas naranjas alrededor de las pupilas. La luz de la ventana hacía brillar su cabello y Marceline se dejó cautivar por él.
―Hum. Lidiando con esta porquería. ―Agitó el teléfono en su mano. Marceline soltó una risita nerviosa, zafándose del hechizo de sus cabellos; no sabía cómo continuar la conversación—. Intento conectar de forma inalámbrica estos auriculares, pero… ―Movió negativamente la cabeza. Por la cara que puso, llevaba un buen rato intentándolo.
―¿Puedo? ―dijo Marceline, señalando el aparato en su mano. Milzy asintió y le indicó que se sentara a la mesa con un gesto de cabeza. No había cambiado mucho su expresión, pero a Marceline le dio la impresión de que su mirada se había suavizado un poco.
Le dio el aparato y los auriculares mientras ponía cara de puchero. Marceline empezó a mover los dedos con agilidad sobre la pantalla, y en unos pocos segundos, los auriculares emitieron un sonido que indicaba la conexión exitosa. Notó que eran un modelo nuevo de diadema de una marca reconocida. Eran de un color azul metálico y tenían dibujos de cráneos negros y grises en las copas.
―Pruébalos. Aquí ―dijo, señalando un engrane azul en la pantalla― puedes configurar el sonido.
La canción comenzó a sonar con volumen apenas perceptible.
―Te lo agradezco ―dijo Milzy, regalándole una media sonrisa—. Prefiero los de cable. —Se quitó los auriculares y los dejó alrededor de su cuello después de comprobar la calidad del sonido―. Comeré algo, ¿quieres acompañarme?
Marceline se sorprendió. Intentó mostrarse en calma, pero solo pudo asentir con la cabeza.
―No me imaginaba que te gustara el Metalcore ―observó; había reconocido la canción con la que había probado los auriculares: Big bad Wolf de In This Moment.
―Tengo un amplio índice de gustos ―contestó rápidamente―. Eso sí, muy buenos. ¿Qué hay de ti?
Marceline tuvo que esforzarse por sostenerle la mirada, esos ojos extraños eran un poco atemorizantes. Mientras la rubia engullía la ensalada que había pedido, ella se distrajo de nuevo con su cabello.
―Oye… ―Marceline reaccionó con un sobresalto cuando Milzy la llamó por segunda vez―. ¿Te encuentras bien? ¿Sigues en este planeta? —dijo divertida, pero cautelosa.
―Lo siento. ―Su mirada se fue al suelo cuando se dio cuenta de que Milzy estudiaba su expresión.
―Déjame adivinar ―dijo de pronto―: Creíste que te patearía el trasero por ser parte de Scarlett, ¿no? ―No pudo evitar soltar una carcajada al decirlo.
―Honestamente, no creía que fueras siquiera a responder mi saludo. Dudo que siquiera sepas mi nombre.
―Comprendo. ―Se puso seria de pronto―. Sé tu nombre, Marceline. Muchos asumen cosas sin siquiera conocerme, ¿sabes? Aunque a veces es una ventaja ―admitió―. Te puedes librar de personas desagradables como…
―¿Jessica?
―No es exactamente mi primera opción —respondió sin inmutarse y dio otro bocado a su comida.
―A Jessica solo le preocupa que alguien sea mejor que ella ―dijo de repente—. No puede aceptar el hecho de que no todo es sobre ella.
Marceline había alzado un poco la voz, atrayendo la mirada de los que estaban cerca, entre ellas, la de Damjan, que pasaba por ahí con un bocadillo en la mano y lo había dejado a medio camino al escuchar su voz.