Ash Devil

TRACK 12

Van había respondido a su correo electrónico, le aseguró que iba a poner en práctica lo que contenía el archivo que le había enviado. De paso, la invitó a la próxima sesión, pero Jenn no tenía intenciones de aparecerse por ahí. De aquel lugar emanaba una energía opresora con la cual no tenía ganas de lidiar.

La secadora emitió algunos sonidos; la última tanda de ropa se había terminado de secar. La colocó en un cesto y se dio a la tarea de doblarla con poco cuidado para después arrojarla al armario de la habitación. Antes de cerrar la puerta algo llamó su atención. En el fondo del armario, en un extremo, había un impermeable todavía en su empaque. Estaba lleno de polvo y pelusas, pero debajo de él, se podía ver que había algo más…

―¿Cómo dice que se llama esto? ―preguntó Harold, examinando la bolsita de seda.

Se hallaban en el escaño.

―Omamori. Es un amuleto ―contestó Jenn entrecerrando los ojos.

―No había nada más con los otros folders, ¿o sí?

―No.

―Entonces tenemos esta cosa. ―Le devolvió el pañuelo que contenía el amuleto a la doctora―. Y el mensaje de las flores. Cosas chinas.

―Japonesas ―le corrigió ella sin poder evitar una risita.

—Sí, eso —respondió el guardia apenado—. ¿El folder era igual?

—Es correcto, está nuevo. Incluso tiene un trozo de plástico de envoltura en una de las esquinas. —Harold esperaba que se lo mostrara, pero la doctora no dio señales de moverse del escaño—. Tiene marcas de dobladura en la esquina inferior, los demás también lo tienen.

—Son del mismo paquete —concluyó Harold y la doctora asintió—. Podría haber más, podríamos buscarlos y…

—No es tan sencillo —interrumpió la doctora con actitud distante—. Antes tengo que asegurarme de que esto va a algún lado, de lo contrario, solo estaremos perdiendo el tiempo en algo que no tiene ningún fin, ¿comprendes? Al fin y al cabo, esto puede tratarse de una simple broma. O… una distracción.

—¿Distracción? ¿De qué?

—Esa es la cuestión. Es por eso por lo que debemos andarnos con cuidado. Continúa siendo sigiloso, si ves algo inusual, házmelo saber de inmediato, pero no interfieras.

Harold estuvo de acuerdo, le aseguró que seguiría sus instrucciones al pie de la letra y pondría al tanto de ello a su compañero. Jenn se despidió de él y le hizo una seña para que estuviera atento.

Esperaba una respuesta desde hacía unos días. Revisó su bandeja de correo electrónico, pero no había nada nuevo. Pero de pronto se le vino una idea a la mente. Abrió la bandeja de spam y encontró lo que buscaba. Jenn cambió de humor de inmediato, fue por una taza de café para leer con más calma la respuesta de su contacto.

La tarde del día siguiente estaba pasando muy rápido. Al terminar el taller, Milzy se acercó a la instructora y Jenn advirtió de cerca la peculiaridad de sus ojos, que en ese momento eran de un tono azul turquesa como el de la camiseta sin mangas que llevaba puesta.

—¿No has cambiado de opinión sobre la invitación a la presentación? —preguntó en tono suave, como si no quisiera que nadie más escuchara, a pesar de hallarse solo las dos en la sala.

Jenn se había quedado absorta en su mirada y apenas si comprendió de lo que le estaba hablando.

—¿La presentación?¡Ah, sí!

—No pareces convencida —dijo Milzy, dando un par de pasos vacilantes en su dirección.

—Lo siento, tuve una noche difícil. Apenas logré dormir un par de horas —admitió la psiquiatra. El tono amoratado de la piel bajo sus ojos confirmaba sus palabras. Además, su voz no sonaba tan enérgica como de costumbre.

—Lamento escuchar eso. Te invitaría un café, pero con los ensayos apenas si me da tiempo de venir a la facultad.

—Descuida.

—¡Vamos, Milzy! —rugió Fabia desde el exterior.

Milzy le dedicó una sonrisa de disculpa por el comportamiento de su amiga. Vaciló un momento, pero decidió retroceder sus pasos para después abandonar la sala. La psiquiatra la miró alejarse. Los destellos de su cabellera rubia eran casi hipnóticos; luchó durante unos segundos para despegar la mirada de ellos, luego advirtió que Renate se estaba asomando a la sala.

—¿Te falta mucho? —preguntó en tono apremiante.

—No, ya voy.

Llegaron a la clínica al cabo de unos minutos. El sol del atardecer estaba casi oculto tras gruesas nubes y dejaba escapar algunos rayos que coloreaban en cielo de un tono rosado. Jenn se despidió de Renate con la mano. El coche avanzó despacio y la pelirroja lo siguió con la mirada hasta que ya no fue visible. No se adentró a la clínica enseguida, sino que estuvo un rato contemplando los alrededores. Decidió sentarse del otro lado de la calzada, en la acera de enfrente. Había un árbol que crecía sobre esta y se recostó contra el tronco, de espaldas a la calzada.

—Tal vez no le interesa mucho lo que sucede ahí, doctor.

Jenn reconoció la voz de Van.

—Tampoco ha estado en la clínica, pero estoy seguro de que se trae algo entre manos. ¿Supiste qué fue lo que estaba buscando en la bodega?



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En el texto hay: thriller, suspense, romancelesbico

Editado: 17.05.2025

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