Ash Devil

TRACK 15

Estaba luchando contra el agotamiento, tumbada en la cama junto a la guitarra mientras la rubia estaba sentada a su lado, mirando el techo, dubitativa. El rumor de las aves cantando sonaba como ruido de fondo.

—No soy una persona mañanera, Ash. ¿Cómo puedes verte tan fresca a las siete de la mañana? —Marceline tenía todavía los ojos hinchados por el sueño y bostezaba. Se había vestido rápidamente cuando Milzy le había enviado un mensaje, anunciándole que se encontraba afuera.

Milzy dejó escapar la risa y abandonó la cama con asombrosa agilidad. Marceline la imitó, aunque con muy poca gracia.

—Anda, estoy muriendo de hambre —la apresuró.

—Eso es otra cosa. Tampoco comprendo cómo puedes comer tanto…

Las chicas subieron al coche y Milzy condujo con rapidez, provocándole varios sobresaltos a Marceline. El lugar de destino estaba del otro lado de la acera, bajo un conjunto de árboles plagados de cuervos que no paraban de graznar. Dentro del restaurante se encontraron con los chicos de Horror Show, los cuales ya estaban ordenando el desayuno.

Saludaron de inmediato a Milzy, pero ignoraron a Marceline.

—Ya que estamos todos aquí —comenzó a decir Milo—, me gustaría decirte algo, Milzy. —Parecía indeciso. Debbie le dio un codazo en las costillas al tiempo que echaba una mirada hacia Marceline. Fabia, en cambio, lo miró como si le quisiera animar a hablar.

—¿Pasa algo? —inquirió Milzy cuando todos se quedaron en silencio.

—Los ensayos han ido de maravilla, creo que lo haremos genial —dijo Debbie, adelantándose a Milo, que apenas estaba por articular palabra.

—¡Basta, Debbie! —vociferó de pronto Fabia—. Milzy, estamos preocupados por las jugarretas de Jessica. No sé si lo hace a propósito, pero no logra aprenderse las canciones y nos mira como si eso fuera nuestra culpa. Además, se queja de un «ruido» que solo ella escucha. ¡Es absurdo!

Esto último pareció llamar la atención de Milzy.

—¿Ruido? ¿Qué clase de ruido?

—No lo sé, nadie se atreve a preguntarle por temor a que grite de nuevo. Además, ya no tenemos a Choby…

—Hace unos días a mí me dijo lo mismo —murmuró Marceline como para sí; Milzy alcanzó a escucharla.

—Chicos, como quedamos hace días: vamos a hacer nuestro trabajo de la mejor forma posible. Si Yu no actúa de forma profesional, nosotros sí lo haremos. Y otra cosa más: Marceline nos apoyará en la dinámica —soltó despreocupada.

Se hizo un repentino y pesadísimo silencio en la mesa, seguido de miradas extrañas entre los chicos y hacia Marceline. Fabia puso mala cara, pues se estaba preguntando por qué Milzy había llevado a esa chica al desayuno.

—¿Al menos hablaste con Choby? ¿Intentaste que volviera? —Fue Fabia quien rompió el silencio.

—No —dijo Milzy con aire de indiferencia—. La decisión está tomada —añadió, echándole una mirada furtiva a Marceline.

Sin añadir más ni aceptar réplicas de los chicos, a quienes calló con una sola mirada, Milzy ordenó un desayuno de salchichas y tocino que consumió con avidez. Repentinamente, su mirada fue atraída por un rostro que le pareció conocido. Estaba del otro lado del restaurante, medio oculto tras una pila de periódicos. De alguna forma, él sintió la mirada de la rubia y alzó la suya. Abrió mucho los ojos y después echó un vistazo alrededor para después salir apresuradamente en dirección a los sanitarios.

—Enseguida regreso —anunció Milzy y se dirigió hacia el mismo lugar. Al entrar, cerró la puerta con llave. El hombre estaba de pie, mirando su propio reflejo en el espejo salpicado de agua.

—Sí que eres necia —dijo, moviendo la cabeza de un lado a otro.

—¿Estuviste en mi casa? —preguntó en tono amedrentador—. ¿Estás espiándome?

—¡No, niña idiota! —soltó él de pronto, pero recobró la compostura de inmediato.

—¿Quién diablos eres y por qué me conoces? —Milzy había sacado una daga corta de doble filo y la sostenía con fuerza, aunque sin amenazarlo directamente.

—¿Sabes? Si hubieras llevado eso contigo esa noche —dijo refiriéndose a la afilada arma—, las cosas hubieran sido diferentes. Sí señor. —Guardó silencio unos instantes, como si se transportara de pensamiento en pensamiento—. Escucha, niña, no sé qué ocurre contigo, supongo que ese accidente te dejó algo tocada.

—¿Cómo sabes sobre eso? —Milzy ya tenía la palma sudada y la daga amenazaba con resbalarse, pero la asió con más fuerza mientras miraba al hombre con gesto huraño.

—Tranquila, no es el momento ni lugar para discutirlo —dijo antes de echar a andar hacia la puerta y quitarle el cerrojo para abrirla; de su corpachón emanaban varios aromas florales que le provocaron a Milzy un estremecimiento—. Ellos podrían estar alrededor, como aquella vez… —dijo antes de cerrar la puerta y marcharse.

Milzy no hizo nada para detenerlo. Se quedó pensativa un buen rato antes de poder recuperar el control de su cuerpo y regresar a la mesa. Sabía que al salir, el hombre ya no estaría ahí. La frente se le comenzó a perlar de sudor cuando regresó a su lugar.

Los chicos seguían discutiendo los pormenores de los ensayos y fingiendo que Marceline no se encontraba ahí. Tampoco hicieron comentarios sobre el anuncio de su líder.



#861 en Thriller
#333 en Suspenso

En el texto hay: thriller, suspense, romancelesbico

Editado: 17.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.