La Noche de Brujas había concluido y las personas se estaban agolpando en la puerta para continuar la celebración en el Salón Dos; la fiesta de disfraces estaba por comenzar. Horror Show y Scarlett estaban reunidos en los vestidores y Milzy parecía un poco inquieta, revisaba su móvil con frecuencia mientras se ponía ropa más cómoda.
—¿No estás contenta? —preguntó Marceline, que se había escabullido hasta llegar a ella.
—¿Qué? Ah, sí. Claro que sí.
—Será mejor que cambies un poco tu cara —dijo con una sonrisa—. No pareces muy alegre.
—Lo estoy, Marceline. Claro que estoy contenta. Solo… tengo algunas cosas qué hacer.
—No irás tú sola a ese lugar, ¿o sí? Puedo acompañarte, podría resultar peligroso…
—Descuida, no planeo hacer nada de eso esta noche. Debo irme. —Le guiñó un ojo y le despeinó el cabello.
—¿De qué estás hablando, Milzy? —dijo Fabia al escuchar su última frase—. No puedes irte ahora, tenemos que celebrar.
—Lo siento —dijo, agachando la mirada.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Fabia de pronto, en tono preocupado. Milzy se estaba frotando el brazo disimuladamente, pero Fabia sabía que ese gesto revelaba más de lo que ella creía.
—Sí, solo tengo cosas por hacer.
Fabia no insistió, pues Milzy tenía un semblante más pálido que nunca. Debía estar exhausta.
—De acuerdo —dijo con una sonrisilla que intentaba disculparse—. Beberemos algo por ti.
Casi todos habían abandonado el Salón Uno, pero todavía quedaba una cantidad considerable de personas que se dedicaban a bailotear en la pista. Jenn suspiró y se recargó contra el muro del balcón.
—Hola —susurró la voz de Milzy detrás de ella. Al volverse, quedó a pocos centímetros de su rostro, pero Milzy retrocedió unos pasos—. Temía que ya no estuvieras aquí.
—Te dije que no iba a ir a ningún lado —afirmó sin poder contener una sonrisa.
—Lamento haberte hecho esperar tanto. ¿Te ha gustado la presentación?
—¡Desde luego! Has estado increíble. Lo hiciste genial y felicidades por el triunfo.
Milzy sonrió y se quedó absorta en los ojos de la psiquiatra durante unos segundos.
—Oye, respecto a tu ropa… Podemos ir mañana a comprar nueva; yo pagaré.
—Asche, no tienes que hacerlo. Además, me gustan las citas un tanto rudas —dijo en tono divertido.
—De acuerdo, entonces… —articuló despacio— ¿Qué tal una cita tranquila, sin emociones fuertes?
Jenn alzó las cejas.
—¿Me estás invitando a salir, Asche?
El rostro de Milzy comenzó a adquirir un tono rojizo.
—Bueno, yo…—balbuceó— sí. ¿Es algo inapropiado? —Hizo una mueca.
—Bastante inapropiado —dijo Jenn en tono serio y después se echó a reír al ver la mueca de confusión de Milzy—. Dime —continuó—, ¿a dónde llevarás a tu instructora?
Milzy sonrió ampliamente. Tardaron un poco en salir debido a la cantidad de autos y personas que había en los alrededores. Pasados unos minutos, al fin pudo tomar la desviación que la llevaba a la autopista. La noche presentaba un aspecto húmedo y un poco helado, pero Milzy parecía no sentirlo. Jenn en cambio, temblaba ligeramente, pero se sentía a gusto dentro del coche.
—Oye, Asche, ¿no tienes hambre? —preguntó Jenn de repente mientras avanzaban entre el tráfico nocturno.
—Ahora que lo mencionas, sí. ¿Quieres ir a algún sitio en especial? Creo que hay algún restaurante abierto por aquí.
—En realidad… estaba pensando en otra cosa. —Hizo un gesto interesante que volvió a sonrojar a Milzy.
La autopista estaba a reventar por el día festivo y tardaron más de lo esperado, pero finalmente llegaron a la tienda de comestibles que Jenn le había señalado. Entraron y deambularon por los pasillos mientras Jenn elegía algunos ingredientes. Todavía se veían siluetas fantasmales que recorrían los vecindarios en busca de las mejores golosinas, a pesar de ser más de la medianoche.
—No creí que fueras el tipo de persona que sabe cocinar —dijo Milzy mientras sostenía una lata de puré de tomate e inspeccionaba la etiqueta.
Jenn se rio.
—Bueno… te sorprendería todo lo que sé hacer.
—Además, eres muy modesta —dijo Milzy y soltó una carcajada breve, haciendo que la pelirroja se regodeara un poco más de sus habilidades.
Cuando consideraron que no les faltaba nada, se apresuraron a pagar y continuar con el trayecto. Milzy se mostraba inquieta y no paraba de mirar alrededor, pues había notado algo durante el camino: el agente de vigilancia no se veía por ningún lado. Había echado un vistazo al móvil cuando estuvieron en la tienda, pero no tenía ninguna llamada ni mensaje por parte del detective. No tenía idea si había asistido a la presentación como había dicho.
—Me estacionaré por aquí —anunció al tiempo que maniobraba para quedar frente al auto de Harold.
El guardia de inmediato apareció, pero al verlas descender, se guardó la linterna y prosiguió con su ronda.