Iba de un lado a otro en la habitación, de cuando en cuando se detenía y fijaba la mirada en el objeto que descansaba sobre la cama. Solo se quedó quieta cuando guardó el objeto en la mochila y la dejó al otro lado de la habitación.
La curiosidad le estaba picando, pero no quería entrometerse en los asuntos de Jenn. Tampoco sabía quién era el hombre que le entregó el folder, ciertamente era algo sospechoso, pero no quería preguntar nada. Confiaba en que Jenn era una mujer lista y no se metería en líos. En ese momento su móvil sonó, era Jenn, y le confirmaba que se encontraba afuera de su casa. Se colgó la mochila en el hombro y salió.
—¡Genial! No fuiste raptada ni ofrecida en sacrificio —dijo riendo, cerrando la puerta de entrada tras de sí.
—Fantástico, ¿no? —Jenn estaba radiante y mostraba un aspecto fresco y una sonrisa deslumbrante.
—¿Qué tal tu noche alocada? No me digas… Conociste al amor de tu vida, su cabello está teñido de varios colores y tiene el cuerpo completamente tatuado.
Jenn se quedó seria durante unos segundos, como si tuviera la cabeza en otro lado.
—¿Qué? ¡No! Qué cosas se te ocurren.
—Sabes que bromeo —dijo Renate mientras abría la mochila para sacar el folder—. Supongo que vienes por esto. —Jenn asintió con la cabeza.
—¿Está tu madre en casa? Me gustaría saludarla.
—No, ya sabes que le encanta salir con sus amigas a jugar cartas los fines de semana.
—Es verdad. Lo había olvidado.
—Podríamos salir por ahí si quieres. Iré a recogerla, pero todavía tengo un rato libre.
Jenn soltó un suspiro y le ofreció una sonrisa diferente, como si se disculpara.
—Me encantaría, pero tengo que echarle un vistazo a esto —dijo, refiriéndose al folder que guardó en su mochila.
—Me imagino… Entonces nos vemos el lunes, supongo.
—Claro, pero ponte a estudiar el tema, haré un examen esta semana —advirtió. Renate hizo una mueca de desagrado.
—No vuelvas a reprobarme —dijo antes de despedirse de la psiquiatra.
Era la tarde del domingo. Todavía no era capaz de mantener sus pensamientos alejados de la rubia, sabía que se trataba de una chica con una vida ocupada, pero aun así, sintió algo de preocupación por la llamada que ella había recibido antes de marcharse. Cuando subió al taxi, consultó su móvil para confirmar que no había recibido ninguna llamada ni mensaje de ella; suspiró e intentó enfocarse en otros asuntos.
Cuando llegó a la clínica le sorprendió ver a Chloe esperando en la entrada. Tenía su pequeño bolso sujeto con ambas manos, a la altura de la cintura mientras miraba de un lado a otro en actitud preocupada. Cuando escuchó el rugido del motor alzó la vista para encontrarse con la de Jenn. La doctora se acercó a pasos lentos y también miró a un lado y a otro antes de hablar.
—Hola, Chloe —dijo y guardó silencio, esperando que ella dijera algo, pero se mantuvo callada—. ¿Qué haces aquí? Ven, vamos al jardín —dijo y ambas se dirigieron al escaño.
—Perdón por aparecerme así, doctora. Desde aquel día no he logrado dormir bien, ¿sabe? Tal vez usted pudiera darme algo…
Jenn mostró una media sonrisa.
—No necesitas pastillas, Chloe. Solo necesitas tranquilizarte y confiar en mí. Lo estás haciendo muy bien.
La recepcionista resopló un tanto decepcionada y apretó aún más el bolso.
—Me siento como una idiota —dijo al borde del llanto—. Hace un par de días me tomé la última pastilla del frasco… ¡Lo robé, doctora! Me siento una porquería, yo solo quería dormir un poco… No es solo este asunto suyo, son tantas cosas… —admitió y comenzó a sollozar.
—¿Vives sola? —preguntó Jenn de pronto.
Chloe asintió con la cabeza mientras se sonaba la nariz con una servilleta de papel.
—No tengo a nadie.
—Entiendo —dijo con un tono agradable—. Entonces sabes que crearte una adicción no va a resolver nada, ¿verdad? Eres una chica lista, Chloe. Te diré qué: haré de cuenta que no escuché que robaste medicamentos de la clínica, pero —dijo un tanto misteriosa— tendrás que acompañarme a un sitio.
La mirada de confusión de Chloe no se hizo esperar, tenía el maquillaje por todos lados a causa de las lágrimas e insistía en limpiarse los ojos con el dorso de la mano. Sin embargo, la mirada de la doctora le produjo una especie de alivio, a pesar de que no entendía lo que le estaba pidiendo.
Cuando se calmó por completo, Jenn añadió:
—Esperemos a Harold, ¿quieres? Me gustaría que él también nos acompañe.
—¿Por qué él, doctora? —preguntó, alzando las cejas.
—Digamos que tengo un presentimiento —dijo con una enorme sonrisa. Se quedaron un rato en el escaño mientras el guardia llegaba. Jenn estaba un poco ansiosa por revisar el folder, pero optó por dejarlo oculto en el departamento antes de marcharse.
El guardia llegó quince minutos después de que Jenn abandonara el departamento. Ella y Chloe estaban sentadas en la acera de enfrente cuando vieron el coche negro aparcar cerca. La psiquiatra se incorporó rápidamente y fue al encuentro de Harold.