Quisiera ser valiente, pero no soy más que un cobarde.
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Era el día de la graduación, estábamos los tres juntos y a decir verdad no me sentía cómodo, una sensación de opresión no me dejaba respirar tranquilo. Quizá era porque ese día se separaron nuestros caminos, literalmente, después de la ceremonia de graduación me iría a Inglaterra a estudiar. Mi padre me había hecho la propuesta de trabajar con él y el padre de Amet, pero la decliné, el padre de Amet no me agradaba por las cosas que le hacía a mi amigo desde pequeño, además, no quería entrar en ese mundo más de lo que estaba. Asher tomó la misma decisión, Amet en cambio, no había dicho nada.
Ese día especial me sentía peor que nunca y a la vez eufórico, por fin estaría lejos de Asher y podría olvidarlo.
Me convencieron para que asista a la fiesta de graduación, con la excusa de que sería la última borrachera de los tres juntos en mucho tiempo.
Debí negarme.
Debí haber evitado ese momento, pero como soy un estúpido no hice nada y lo único que logré fue un corazón roto.
Esa noche tomé más de la cuenta.
Esa noche no debí haber seguido a Asher.
Esa noche no debí besarlo.
Esa noche debí haberme ido a Inglaterra.
Esa noche debí haber olvidado el roce de sus labios con los míos.
Esa noche no debí haber escuchado sus hirientes palabras.
—Eres mi mejor amigo Brandon, además eres un hombre y estás borracho, seguro no sabes lo que estás haciendo.
Esas palabras las recitó luego de haberme empujado bruscamente, de la misma manera se limpió los labios.
Su mirada de asco rompió una parte de mí que yo ni sabía que existía.
Esa fue la última vez que lo vi en tres años.