Así se gobierna el mundo

4. Eleanor, la más viral

Soy oficialmente viral. Más viral que receta del pan de plátano perfecto durante la cuarentena. Mi cara está en cada meme, mi nombre es tendencia en Twitter (¡incluso superé a Justin Bieber por un rato!), y hasta mi tía Mildred de Wisconsin, la misma que todavía me manda cadenas de emails con advertencias sobre el apocalipsis zombie, me ha mandado un mensaje con un enlace a una noticia que titula algo así: "La Asistente del Gobernador: ¿Humorista Involuntaria o Rebelde Sin Causa Con Demasiado Tiempo Libre?". Lo peor, lo verdaderamente aterrador, es que el artículo tiene más de mil comentarios, y uno de los más votados es: "¿Es soltera? Pregunto para un amigo". No sé si reír a carcajadas histéricas o esconderme debajo de una roca y no volver a salir nunca más. Probablemente ambas, me meto tras la roca, busco reírme y luego me echo a llorar por el resto de mis días.

Desde que mi chiste sobre el Señor Hunter, el susodicho "semental de corbatas bonitas y objeto de fantasías sadomasoquistas", explotó en las redes sociales como una bomba de confeti (solo que en lugar de confeti, había críticas y elogios a partes iguales), mi vida ha sido un torbellino digno de un parque de diversiones diseñado por un psicópata. He recibido miles de seguidores nuevos en Instagram, la mayoría hombres que obviamente no han leído mi biografía, invitaciones a entrevistas en programas de noticias matutinos (que he declinado con la elegancia de un cisne rechazando una migaja de pan, o sea, con un "¡Ni loca!"), y una cantidad abrumadora de mensajes privados que oscilan entre el apoyo total de fans autodenominados "TeamEleanor" y el odio irracional de gente que, al parecer, cree que reírse del gobernador equivale a insultar a toda la nación, a la constitución y a los fundadores de la patria, todo al mismo tiempo, a lo que están en alianza los detractores del gobierno de turno. ¡Yo solo hice un chiste sobre lo serio que es! ¡Un chiste inocente, al pasar, en medio de una presentación que nada tenía que ver en absoluto con campaña política! Ahora entiendo a mi padre cuando siempre me decía “Eleanor, todo en el mundo se trata de política, la apolítica no existe”. Pero al parecer, la gente está hambrienta de entretenimiento político, y yo, accidentalmente, me he convertido en la payasa de la corte.

Y ahora estoy aquí, en el pináculo de mi carrera como asistente personal en medio de una crisis existencial, coordinando una conferencia de prensa para el Señor Hunter. Porque aunque en internet soy una estrella del escándalo, una celebridad efímera destinada a ser olvidada en una semana, en la vida real sigo siendo una asistente con un trabajo que hacer y una hipoteca que pagar. El gobernador hablará sobre obras públicas esta mañana, un tema tan emocionante como ver crecer el césped, y yo he revisado cada pequeño detalle con la precisión de un neurocirujano operando a corazón abierto. Luces perfectamente posicionadas, micrófonos impecables, lista de preguntas preaprobadas para evitar sorpresas desagradables. Todo listo, supuestamente, para que nada salga mal. ¡Ja! Como si el universo alguna vez me diera un respiro.

La sala de prensa está repleta. Periodistas ansiosos por obtener una cita jugosa, fotógrafos listos para capturar el ángulo perfecto de la mandíbula cincelada del gobernador, asistentes corriendo de un lado a otro con la eficiencia de hormigas obreras. Me escondo detrás de un telón de terciopelo rojo, observando la escena con la mezcla de terror y fascinación de un zoólogo estudiando una especie en peligro de extinción. Lo veo subir al estrado con su impecable traje azul marino (que probablemente cuesta más que mi alquiler mensual), su actitud de siempre: serio, imponente, con esa mirada de acero que parece perforar almas como una flecha láser. Y por un momento, un momento fugaz de vulnerabilidad humana, me pregunto si todo esto le habrá afectado de algún modo. Porque aunque no lo diga, aunque mantenga esa fachada de estoicismo glacial, tiene que haberle afectado un poco, ¿no? Después de todo, es un ser humano... o al menos, eso es lo que dicen.

Pero entonces, como si el universo me estuviera escuchando y dijera "¡Ah, ¿quieres un poco de drama? ¡Aquí tienes un poco de esto!", ¡pum! la pregunta inevitable llega, lanzada desde la audiencia como un dardo envenenado.

—Gobernador Hunter, en los últimos días su asistente, Eleanor Hayes, ha llamado mucho la atención en redes sociales debido a su faceta como comediante. ¿Qué opina de su humor y cómo afecta esto la imagen de su equipo?

Silencio sepulcral en la sala. Todos los ojos se dirigen hacia él, esperando su respuesta con la misma expectación que si estuvieran esperando los resultados de la lotería. Contengo la respiración tras el telón, sintiendo que mis pulmones están a punto de explotar. Esto puede salir muy, muy mal. Esto puede ser el fin de mi carrera, el fin de mi reputación, el fin de mi capacidad de pedir comida a domicilio sin sentirme juzgada.

Él inclina la cabeza levemente, como si estuviera sopesando la pregunta con la precisión de un relojero suizo, y suelta un suspiro apenas perceptible. Luego, en un tono completamente serio, profesional y pulido, dice:

—Eleanor Hayes es una profesional excepcional. Es una persona talentosa, dedicada y ha demostrado que puede aportar no solo en su trabajo, sino también al ánimo de todo el equipo. Estamos muy orgullosos de tenerla con nosotros.

¿Qué? ¿Qué qué qué? ¿Acaso he entrado en una dimensión paralela donde los políticos dicen la verdad y los cerdos aprenden a volar?

No soy la única sorprendida. Se oye un murmullo generalizado en la sala, un susurro de incredulidad que se extiende como una ola. Los periodistas parecen intrigados, como si hubieran descubierto una nueva especie de criatura mítica. ¿Eso fue… un elogio? ¿Del gobernador Becker Hunter, el hombre que parece estar hecho de granito y decepción, hacia ? Siento que mis rodillas van a colapsar y que voy a terminar en el suelo, hecha un ovillo tembloroso.




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