Ya lo sabe.
Por eso está aquí, viene a cobrar venganza.
Me atemoriza verla, pero no ella en sí misma con su rostro angelical, sus ojos llorosos y las manos en su pecho, nada de eso, me atemoriza mi propia culpa, mi propio dolor ante el lugar en el que me he metido. Sí. Porque me metí yo sola, jamás tendría que haber hecho esa broma con las corbatas de su novio. O su ex novio. No sé en qué términos se supone que ahora se la van a jugar por el amor.
—¡Oh, Eleanor!—dice ella caminando en mi dirección—. ¡Aquí estás!
Y se me acerca, lo suficiente como para darme una bofetada o encajarme un buen y merecido puñetazo que me llene todo el rostro y me baje los dientes.
Pero no.
No lo hace.
¡Me abraza!
Me quedo con los patitos regulando en mi cabeza mientras caigo en la cuenta de que se está desarmando completa mientras me abraza y llora contra mi hombro.
—¡Perdona, perdona! Sé que soy un desastre. Es que eres la única persona a la que podía acudir, no es que tenga muchas amistades en esta ciudad.
Que yo sepa, solo nos hemos visto en ocasiones contadas con los dedos de una sola mano. Aunque comprendo que no esté haciendo amigos, es nueva en la ciudad.
Un momento.
¿Es nueva?
—Katarzyna, ¿quieres entrar a mi apartamento y me cuentas qué está sucediendo? —Por supuesto que me hago la desentendida.
Ella se sorbe los mocos y asiente con un movimiento de la cabeza mientras nos apartamos y subimos, sintiéndome una rata traidora, considerando si al momento en que entremos sacará un cuchillo y me romperá la tráquea por haber negociado ser la esposa de su novio.
Pero no, nada de eso sucede en cuanto estamos en mi apartamento y pongo a funcionar la cafetera.
Me siento a su lado en el sillón y ella me empieza a contar todo, como una paciente que llega a su terapeuta lista para vomitarle todo y cantar las cuarenta.
—Es él, Hunter. Me dijo que no podíamos seguir juntos, que debía comprenderlo, que tenía otras prioridades ahora y que le duele tomar esta decisión, pero no profundizó en más explicaciones. Yo estaba dispuesta a seguir adelante en esto, conociendo las exigencias que tomaría con el asunto de su candidatura, pero no sé, sospecho que mi imagen de extranjera puede que le juegue en contra y por ello es que ahora me desplaza, la verdad es que no sé ni cómo pensarlo ahora mismo, ¡me duele tanto lo que sucede, caray!
Y rompe a llorar nuevamente. No me siento lista para abrazarla y luego decirle que es por mi culpa, así que me evado para pasarle pañuelitos y luego me levanto, sirvo dos tazas de café caliente y le entrego una.
Ella recibe, asiente y toma unos sorbos.
—Eso es, te hará bien.
—Qué locura todo eso, ¡qué locura!
—Tranquila…
—¡Me vine de Polonia solo para estar con él!
—Cielo santo—. Ahora la culpa me pesa aún más.
—¡Dijo que formaríamos una familia!
—Caramba…
—¡Hace dos días decía que me amaba!
—Quizás aún te ama y lo hace para protegerte.
Ella me mira con suspicacia. Oh, no, cierra la bocaza Eleanor y dedícate a escuchar sin más.
—¿Tú sabes algo, Eleanor?
—Eh…no, no, ¿por qué debería saberlo? Soy solo una empelada del gobernador Hunter.
—Pero trabajas codo a codo con él, lo conoces mejor que yo en estos años que llevas sirviéndole como su secretaria.
—Tampoco es que me cuenta sus cosas personales, de hecho, se tenía muy bien guardado lo de ustedes.
—¡Me tenía escondida hasta tu show de stand up en que me mostró al mundo y no se atrevió a decir públicamente cuál era nuestra relación!
Otra vez rompe a llorar y debe dejar de lado la taza incluso antes de que la tire y me ensucie el barato tapizado de mi barato sillón.
—¡Yo estaba tan feliz! ¡Al fin me sentía incluida en esta ciudad! ¡Ahora me ha dejado descolgada del mundo y librada a mi suerte, debo volverme a Polonia y hacer de cuenta que no ha pasado nada! Mi madre siempre me decía que no debía confiar en los políticos.
—No sabes cuánto lo siento. No tienes que quedarte sola en esto.
—Por suerte te tengo a ti, tienes un gran corazón, Eleanor.
Y me abraza otra vez.
Caramba, ¿en serio? ¿Por qué tengo que hablar, por qué solo no puedo ser buena y dócil y solo escuchar?
—¿Puedo quedarme aquí esta noche? Me siento muy mal como para volver a mi apartamento. No estoy preparada para afrontar el silencio y la soledad de ese lugar frío, necesito un poco de compañía porque…no puedo con mi corazón.
—Ejem, sí, claro, solo que por la mañana tendré que irme a trabajar.
—Descuida, yo trabajo en línea, me puedo conectar, ¿tienes buen internet?
¿No dijimos que “esta noche”? Eso no incluye quedarte a trabajar por la mañana.
—Claro, te paso la clave del internet y conectas.
—Eres una gran persona, Eleanor, estoy feliz de haberte conocido en esta ciudad. Prometo no me quedaré mucho, solo estaré aquí hasta bien pueda dejar de llorar y luego saldré para tomar una decisión, quizá deba regresarme a mi ciudad, pero tenía planes acá. Necesito claridad, gracias por tu compañía en verdad.
Madre mía, esto tiene que ser una película de esas que son una parodia de otras historias. En este caso, la parodia de mi vida reúne House of cards y una comedia dramática de Los Muppets.
—Gra…gracias—no quiero decir algo más y seguir metiendo la pata.
—¿Quieres que pida pizza?
—Yo…
—¡Pizza, helado y una película! ¿Sabes hace cuánto tiempo no tengo una noche de amigas?
Bueno, definitivamente no es momento de contarle que su novio ahora es el mío.
—Claro, pide, pasaré al baño un momento, ¿sí?
—Bien.
Y me muevo con sutileza aunque una vez que me encierro, deduzco que necesito la opinión de una amiga de verdad.
Le escribo a Julia, pero no contesta.
Le escribo a Matt, entonces recuerdo que él tendría una cita esta noche.
¡Por todos los cielos!
—Bien Eleanor—le digo a mi reflejo en el espejo—, hora de que afrontes esto tu solita.