ASMODEO.
Abro mis ojos observando todo a mi alrededor. Mi oficina es lujosa, cada pequeña decoración que existe está valorado en miles de dólares, y por obviedad, entre más grande, más caro.
Suelto un suspiro tedioso.
Mi día en la empresa ya ha culminado, y eso es algo que odio. A diferencia de mis hermanos, me gusta trabajar, enfocarme en nuevos negocios, proyectos, reuniones que me sigan elevando en este mundo lleno de personas con las cuales vale la pena convivir, y otras que no vale la pena ni mirarla.
Si no tuviera la mala fama que tengo, me postularía como presidente, así dividiría el país en tres partes.
En la parte más importante estaría personas de mí mismo estatus social, o por lo menos que tenga el dinero suficiente para encargar en mi mundo.
En la segunda parte, estaría las personas de clase media, persona que se matan trabajando para poder vivir la vida que "merecen". Gente básica.
Por último, la gente pobre. ¿Qué puedo decir de ellos? Son personas inferiores, sin clases, totalmente una aberración para el mundo. No entiendo por qué existen personas así, pero acepto que son sumamente necesario, ya que su trabajo como sirvientes es sumamente bueno. En fin, jamás me juntaría con gente que no me llegan ni a los talones.
—¡Hey, bebé! —Ruedo los ojos—. No me mires así bebé hermoso, deberías mirarme con amor —me tira un beso.
—Sabes que odio que no toquen la puerta cuando van a ingresar a mi oficina. ¿Qué parte no se te queda en tu cabeza Beleth Reimann?
Se ríe con descaro.
—¡Qué sangrón eres hermanito! Deberías ponerte feliz de que te visite en tu "humilde cueva" —me mira con diversión, mientras yo la asesino con la mirada.
—¿Supongo qué ves claramente que no me pone feliz tu innecesaria presencia? —la miro con aburrimiento.
—¿Por qué eres así de cruel Asmodeo? —Frunce los labios, pareciendo una inocente mujer, pero no es más que un engaño, por algo le dicen la princesa del engaño.
—¿Qué viniste a hacer además de fastidiar e irritarme la vida?
Beleth es un completo dolor de testículo, es tan fastidiosa que me saca de mis casillas.
—A contarte algo que escuché.
—Sabes perfectamente que, si no es por trabajo, Gremory, Crocell y tú, tienen prohibido visitarme —bufa.
Tengo cinco hermanos menores, y dos de ellos se comporta a la altura, pero los otros tres son deplorables, inmaduros y extremadamente molestosos.
Agarro la pluma de oro y comienzo a rellenar un cheque, talvez ha de estar castigada y necesita dinero, por eso está jodiéndome la existencia.
—Ya que estás más detestable que nunca no te diré lo que escuché... No te va a gustar nadita saber que existe alguien más que tiene el nombre de un demonio —dejo de escribir.
Miro a Beleth con dureza, y está solo sonríe para echarse a correr, sin darme tiempo a detenerla para sacarle toda la información que sabe.
—¡Maldición Beleth!
Pateo el suelo de la rabia, porque no toleraría tener un hermano más... no soportaría saber que alguien más lleva mí misma sangre, aunque obviamente es sucia, porque hijo o hija de mi madre no es.
Agarro mi saco y me lo pongo con rapidez, tomo mis pertenencias y procedo a salir de la oficina a pasos rápidos y seguros. No me gusta mostrar reacción alguna ante cualquier situación, siempre muestro una expresión sin emoción, después de todo es algo que se da muy natural en mí.
Durante mi camino todos mis empleados se despiden de mí, y son tan estúpidos, porque es obvio que no les devolveré el saludo, solo los miraré desde mi altura con profundo asco.
Ingreso al ascensor y espero un par de minutos, ya que mi oficina se encuentra en el último piso, en el piso número 30.
Al llegar a la planta baja salgo del ascensor apresurado, ignorando a todos, como siempre. Me dirijo al garaje, y al ver a mi Ferrari sonrío de lado, absolutamente nadie tiene un auto parecido al mío, es único. El tener dinero te da mucho privilegio, como hacer que una marca de auto muy famosa te haga un modelo solo para ti, con todos tus gustos. Son pequeños lujos que me puedo dar.
Ingreso a mi auto y lo pongo en marcha, necesito llegar a la mansión y ver que está pasando. Espero que solo sea una broma de Beleth, o que solamente sea un simple humano que tiene el nombre de un demonio (algo común en los Reimann) y no un hijo.
Acelero la velocidad.
Los Reimann somos conocidos como los demonios del destino, pues todos tenemos nombres de demonio, y poseemos una fortuna inmensa con la cual puedes crear tu propio destino, si necesidad de esperar un golpe de suerte para que te suceda algo bueno.
Con dinero puedes obtener lo que quieras, lo que desees y no necesita esperar a que el destino te sonría para obtener lo que anhelas. El dinero lo es todo en esta vida, y eso es algo que lo sé a la perfección. Lamentablemente, hay muchas personas ridículas e ingenua que creen que el amor vale más que muchos ceros en una cuenta bancaria. ¿Qué pienso de las personas con ese absurdo pensamiento? Que son unos completos estúpidos, que solo se encierran en una asquerosa burbuja de ilusión, y eso es deplorable.