Asmodeo Reimann | Ldd #1

CAPÍTULO 4.

ASMODEO.

El dolor de mis brazos lentamente me trae a la realidad, a una realidad en la cual nunca pensé estar. Intento irme, pero las cadenas de mis pies y brazos me detienen. Supongo que mi padre tenía razón cuando se enojó porque despedí a los guardaespaldas al ser unos estorbos para mí. Nunca debí confiarme en que estaría a salvo, sabiendo el poder que tiene mi apellido, y el odio que puede causar este, en los demás.

—Al fin despertarte pequeño insolente e insoportable. Han pasado más de treinta años sin verte —cierro mis ojos con fuerza al sentir el agua helada caer por mi torso desnudo, deslizándose así por toda mi piel.

—¿Quién eres? —Pregunto mientras que inevitablemente mi cuerpo tiembla del frío, mostrándome débil ante mi enemigo.

—Un viejo amigo de la familia. No creo que me recuerdes Asmodeo, han pasado tantos años desde que me alejé de tu aberrante padre —abro mis ojos, quedando confundido por la figura frente a mí; figura que tiene una máscara que cubre su identidad—. Qué pena para ti que te parezca tanto a él, pero es una dicha para mí, porque así la venganza es más dulce. Pensaré que eres Bael, y te llevaré de regreso a tu infierno detestable demonio. Y también mandaré al infierno a tu padre. Después de todo le dolerá mucho la muerte de su primogénito —me río.

—Soy Asmodeo Reimann, un hombre inteligente y el mejor de todos. Que no se dejará intimidad por un cobarde que no es capaz de mostrar su cara. Escaparé de aquí, y no te daré el gusto de matarme... Solo es cuestión de tiempo... —aguanto el dolor del puñete que he acabado de recibir.

—Tienes el tiempo en contra Asmodeo. Cada minuto que pase, te acerca más a tu muerte. Pero, ¿sabes?, puedo dejarte vivir si me suplicas y me lloras de rodillas por tu vida. No soy tan malo, ya que si tú mueres estoy seguro de que alguien muy importante para mí, sufrirá. Y nadie le gusta ver a la mujer de su vida sufriendo.

¿De quién diablo está hablando? ¿Acaso será de una de mis hermanas... o mi madre?

—Ante muerto que de rodilla ante alguien. Yo no ruego ni suplico, a mí me ruegan y me suplican; y como sabrás son cosas muy diferentes. No le tengo miedo a nada, ni siquiera a la muerte. Si quieres matarme, hazlo. Deléitate con tu cobardía, rata de alcantarilla —se ríe.

—Ni estando en peligro tu pésima actitud desaparece. Ahora confirmo que las personas nunca cambian, ni siquiera estando cerca de la muerte. Eso está muy mal. Creo que, si yo hubiera sido tu padre, te hubiera educado muy bien, y no serías la persona aborrecible que eres. Pero tranquilo, te enseñaré a comportarte para que dejes de ser el odioso que eres... Denme la fusta de caballo, este niño malcriado recibirá una gran lección el día de hoy —me da una mirada tratando de intimidarme, pero a mí nada me atemoriza.

Otro tipo con máscara se acerca al cobarde, entregándole la fusta de caballo.

» A los caballos indomables se los doman a golpes. Lamentablemente, tu padre nunca te puso un dedo encima, nunca viviste el dolor de haber recibido una paliza, pero para todo existe una primera vez. Talvez no sea tu padre, sin embargo, me daré el gusto de ser el primero en darte unos buenos azotamientos para que seas un niño obediente. Dolerá un poco, te lo advierto.

Alza su mano y con fuerza deja caer la fusta en mis costillas, sacándome un quejido por el inmenso dolor. Vuelva a pegarme, y esta vez siento cómo mi piel se abre por el impacto. Pero no rogaré, primero muerto que derrotado y humillado.

[***]

Me siento muy débil, además de los golpes del accidente, tengo los golpes que recibí por parte de ese maldito con la fusta. Lo que más odio, es saber que, si vivo, voy a quedar con cicatrices. Cuidé tanto mi piel, para que un malparido venga y me la destruya a golpes. Lo bueno, es que mi espalda ha quedado intacta, por ahora, ya que ese perro rabioso también la hará pedazos.

Después de la paliza que me dio, ese desgraciado me bañó el alcohol. Y lo que más rabia me dio, fue escuchar mis gritos inevitables por el dolor y el ardor que ocasionaba ese líquido del diablo en mi piel.

—Buenos días Asmodeo —lo miro con aversión.

Juro que, si salgo de esta situación, lo buscaré, y lo haré arrepentirse hasta su último suspiro por todo lo que me ha hecho, y lo que me va a hacer, porque viene a torturarme.

» Veo que tu actitud insolente sigue flotando, ¡qué resabiado eres muchacho! Si no aprendes por las malas, aprenderás por malas —se ríe cuan idiota ante un pésimo chiste.

—Yo, Asmodeo Reimann, te borraré esa risa de la peor manera que pueda existir. El que me la hace, me la paga. Nunca lo olvides.

—Claro que no lo olvidaré. Recordaré todas tus amenazas que, no pudiste cumplir mientras me tomo el té. Ahora, vamos a seguirte domando. Esperé toda la noche para que amaneciera y así llegara este momento el cual disfruto mucho.

—Disfrútalo tanto, porque en algún momento estarás en mi lugar.

—Sí, sí.

Comienza a sacar una funda de su bolsillo, y enseguida se acerca a mí.

—No tomes mis amenazas a chiste, recuerda que la fama se gana por algo —advierto nuevamente.

—¿Tu famita de niño rico y engreído? ¿Eso me va a hacer daño?




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