Asmodeo Reimann | Ldd #1

CAPÍTULO 5.

—¡¿Qué sucede?! —El cobarde aparece.

—Señor, este miserable se atrevió a golpearme —declara con lealtad.

—¿Por qué te sacaste la máscara? —Pregunta con full enojo.

—Porque quería demostrarle que no existe el miedo en nosotros, ya que él no va a salir vivo de aquí.

—¡¡Lárgate, y llévate esa comida!! —Fija su mirada en mí—. Yo haré que pague por lo que te hizo.

—Muchas gracias, señor —sonrío al ver tanta repugnancia.

—Esa sonrisa te la voy a borrar —se dirige hacia dónde está la fusta.

—Eso lo veremos —digo desafiante.

El títere se va dejando al cobarde solo. Este agarra la fusta y se acerca a mí, pasando la fusta por mi cara.

—Eres tan estresante... cada hora eres peor... Si no fueras un Reimann te librarías de tantos castigos —camina hasta sentir su presencia detrás de mí—. Niño malcriado, nuevamente aprenderás la lección.

Aprieto mis dientes para no quejarme ante los fuertes impacto de la fusta en mi espalda. Siento que desgarran mi piel con cada golpe, e incluso las lágrimas se escapan de mis ojos, pero no emito ningún ruido que delate mi sufrimiento.

[***]

Los segundos se han vuelto largos minutos, y estos se han convertido en eternas horas de sufrimiento. Solo quiero ver a un Reimann cruzar por la puerta que está frente a mí, y que me saque de este infierno. Tengo los brazos entumecidos por tenerlo mucho tiempo alzados, y mis piernas tiemblan por estar muchas horas de pie. Además, mi espalda está hecha trozos. Quiero dejarme caer en el piso, pero eso sería más dolor para mis brazos.

Trago grueso.

Mi garganta arde por la deshidratación; está tan seca que pasar saliva es un calvario. Por otra parte, mi estómago me pide comida a gritos, pero no pienso comer la basura que me brinda esta gente.

... Ya perdí la cuenta de las horas que han pasado torturándome, solo sé que tengo que escapar, de cualquier forma.

Escucho nuevamente la puerta abrirse, temiendo lo peor, pero me tranquilizo al ver al tipo que golpeé en la mañana.

—Espero hayas aprendido la lección, y también espero que colabores y te dejes curar las heridas.

No digo nada y simplemente miro la ventana, anhelando estar en casa, en mi cama, bañado y con ropa limpia. Mientras me alimento con deliciosa comida gourmet.

Tenso mi mandíbula al sentir el alcohol caer por mi espalda, y aprieto mis dientes al sentir cómo flota bruscamente mis heridas con algodón. Aguanto en el dolor, aunque deseo agarrarlo de la cabeza y hundirlo en un estanque de mierda...

—Necesito ir al baño —si funciona podré escapar.

—Puedes orinarte perfectamente en los pantalones, no necesitas un baño —me cuesta aceptarlo, pero al no poder ir al baño me ha tocado orinar mi ropa.

—No quiero orinar. Necesito hacer mis necesidades, y créeme que no vas a soportar estar cerca de mí si ensucio mis pantalones.

—El señor no está aquí —contengo mis impulsos de putearlo.

—No voy a poder aguantar hasta que él llegue. Necesito ir al baño —finjo urgencia.

—Cinco minutos, y ten mucho cuidado con lo que haces, porque vas a terminar muy mal.

—No tengo fuerza ni para seguir de pie, ¿crees que tendré fuerza para escapar?

Me siento como un maldito debilucho.

—Eso no dijiste ayer...

Nunca me he retractado de mis palabras, y no lo haré en este momento. Solo quiero ser libre.

—Necesito el baño con urgencia.

—Si ves, no era más que un presumido.

Se pone de pie, llevándose el alcohol y el algodón hasta la pequeña mesa que se encuentra en la habitación. Enseguida se dirige a la salida, y yo simplemente me quedo en un estado neutral, tratando de encontrar fuerza para poder huir a como dé manera.

Al escuchar abrir la puerta pongo una cara de sufrimiento, tengo que ser convincente para que crea que no tengo absolutamente nada de fuerza... y no la tengo, pero sí creo poder huir; siempre he sido astuto.

El títere ingresa y se acerca, procede a quitar las cadenas de mis pies, y aunque quiera patearlo, guardo la calma. Seguido libera una de mis manos y se detiene.

—Ni creas que confiaré en ti —saca un arma, y me da la llave—. Libérate tú mismo.

Hago lo que me pide y me libero, cayendo inmediatamente al suelo. Ahora sé que las cosas se van a poner color de hormiga, fácil no va a ser.

—¿Qué haces sentado? Levántate, no tenemos mucho tiempo.

Con dificultad me pongo de pie, y a pasos lento comienzo a caminar hacia la salida, pero antes de llegar me detengo y en cuestión de segundo me le tiro encima al títere, y este no logra esquivarme, por lo que nos caemos al suelo, forcejeando y tratando de ganar una batalla donde yo tengo desventajas. El tipo me tira al suelo, encajándose sobre mí, y comienza a golpear mi rostro, ignorando por completo su arma. Me dejó golpear porque no tengo fuerza para luchar, mi cuerpo está desmoronándose por segundos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.