DANTALION.
La familia Reimann está con el Jesús en la boca. Han pasado más de 48 horas desde que Asmodeo fue secuestrado. Ya han llamado a la policía e incluso han contratado equipos especializados en búsqueda, pero nada. El que lo secuestró fue muy meticuloso con su plan, pues no se sabe absolutamente nada de él. Miro a todos los integrantes de la familia que se encuentra en la sala, pues Neberius pidió que todos estuviéramos presente, bueno, a mí no me dijo nada, yo estoy aquí de metido.
Lo que más me sorprende de todo está situación, es que la madre de ellos no ha hecho acto de presencia. Toda madre estaría desesperada por no saber nada de su hijo, o bueno, puede que sí lo esté, pero yo vivo en la mansión Reimann, y lo más probable es que yo no sea de su agrado y, no quiera verme ni en pintura.
—¿Hay noticias Neberius? —Pregunta el señor Bael.
—Pronto lo sabremos. Tenemos que seguir a la espera —la seriedad con la que habla me confunde.
Mientras el señor Bael, Crocell, Gremory y Beleth muestra su preocupación y angustias, ellos están sumidos es sus pensamientos. La única vez que los vi asustado fue el día del secuestro, y al día siguiente ya estaban con su mirada gélida. Según Beleth, están preocupados, pero prefieren no cometer nuevamente el error de demostrar cómo se sienten, por eso se encierran en la burbuja de la frialdad.
El timbre suena, y enseguida Paimon observa a Neberius, y después de tantas horas veo esperanza en sus ojos.
—¡Paimon! —Miro hacia la estresante voz masculina.
El hombre se acerca a Paimon y la abraza, y ella solo corresponde. No sé, ¿por qué el esposo de Paimon me da mala vibras? Y sí, Paimon está felizmente casado con el gran empresario Alfonso Arango. Si no me equivoco tienen siete magníficos años de matrimonio.
» ¿Ya hay noticias de Asmodeo? —Niega.
—No se sabe nada —responde cortante.
—Estoy seguro de que va a aparecer pronto —toma su mano y la acaricia, notando la incomodidad de ella. Supongo que está así por lo del secuestro.
—Disculpen, sé que no es un buen momento, pero, ¿quién es el joven que nos acompaña? Se parece mucho a Asmodeo —me mira, analizándome de pies a cabeza.
—Es mi hijo —su rostro se deforma, creo yo de la sorpresa.
—No lo sabía suegro. Disculpe mi imprudencia —lo mira apenado, y enseguida mira a Paimon.
—No era importante —le dice, y se aleja de él, para acercarse a Neberius.
No es por ser una mala persona, pero ese matrimonio se ve que bien no anda. En fin, eso no me incumbe, como dicen por ahí: "las peleas de marido y mujer se arreglan en la cama".
El timbre vuelve a sonar, rompiendo cualquier ambiente tenso que se haya creado por la llegada del susodicho. La sala queda en silencio un par de segundo, hasta que aparece un hombre, vestido completamente de negro. Y para el colmo su aura es muy misteriosa.
—Buenos días —llega a la sala.
—¿Acaso tienes noticia de Asmodeo para que sean buenos días? —Pregunta Neberius con un tono bien odioso.
—Disculpe señor.
—Deja de comportarte como un idiota Neberius —pide Beleth con una mirada llena de reproche.
—Hagan silencio los dos. Señor Abad, ¿qué noticia tiene de Asmodeo? —Cuestiona Paimon.
—Encontramos el lugar donde lo tenían secuestrado... —los ojos Paimon se iluminan por segundos—lamentablemente, él ya no estaba ahí.
—¡¿Cómo?! —Un Neberius exasperado se acerca al hombre.
—No sabemos qué fue lo que pasó. Cuando dimos con la ubicación del señor Asmodeo, no encontramos ni un alma viva en esa casa... solo el cadáver de un hombre con un tiro en la cabeza. No sabemos ¿qué pasó?, ¿qué masacre ocurrió ahí antes de nuestra llegada? Mi equipo sigue buscando por la zona aledaña al señor Reimann, y al igual que ustedes, esperamos encontrarlo.
Paimon se pone de pie y se retira de la sala, siendo seguida por su marido. Mientras el señor Bael tiene una mirada desconsolada, y los demás permanecen en silencio.
—¿Saben quién es el dueño de la casa donde tenía a Asmodeo?
—No hay registros que no lleven al culpable —declara ante la pregunta de ese alacrán lleno de veneno.
—¿Creen que Asmodeo siga vivo? —Pregunta Gremory.
—Mientras no haya cuerpo, sí —han sido el peor consuelo que he escuchado en mi vida.
—¡Ineptos! —Se acerca al hombre—. Ya era hora de que Asmodeo estuviera aquí. Después de todo "son el mejor equipo de búsqueda que hay en este país" —hace las comillas con los dedos, para enseguida agarrarlo del cuello de la camisa—. Necesito que los busquen cielo y tierra. Tienes un maldito días para encontrar a Asmodeo. Lo quiero aquí, en esta casa, vivo o muerto. ¿Quedó claro?
Juro que no entiendo a esta familia, especialmente a los tres hermanos mayores.
—Sí, señor —lo suelta.
—Ahora largarte y apresura a tu equipo para que encuentre a mi hermano. Porque si no los desaparecidos van a hacer otros —sin más se da la vuelta y se van.