Atados al Destino

14.

HARVEY

Aquella bomba que soltó en medio de la cena fue como un balde de agua helada para todos, lo único que yo necesitaba era que se marchara lo antes posible, y él imbécil salió con que iba a casarse.

Mi padre se miraba sorprendido, pero también algo angustiado, nuestras miradas se conectaron por un par de segundos y su angustia se transmitió a mi.

—¿Qué? —pregunté sin lograr creer en aquella basura.

—Que me casare con esta bella mujer.—repitió con sonrisa burlona. Todo era una trampa, no tenía pruebas pero estaba más que seguro de eso.

—Es imposible, debes regresar a Nueva York pronto, o acaso, ¿dejaras la empresa de tu padre tirada?

—Que considerado eres primito, pensando en mi. No te preocupes, he hablado con el abogado, y no hay ningún problema en que maneje la empresa desde aquí, además, me quedo por un premio mayor. —pude notar que miró a Daphne de una manera nada agradable, estaba equivocado si creía que podía llegar a meterse con mi mujer.

—Una empresa destinada al fracaso, es una pena que un buen hombre como Rogger trabajara tanto para que su hijo dejara que todo se perdiera. Debe estar revolcándose en su tumba.

—¡Harvey! —gritó mamá.

—No madre, alguien tiene que decirle la verdad, que se quede aquí solo llevará al legado de su padre a la quiebra, pero no, él está demasiado ocupado compitiendo conmigo. No puedes vivir con tu fracaso, ¿cierto? —lo mire con desdén, y en lugar de verlo irritado, una gran sonrisa adornaba su rostro.

—¿Qué tanto miedo tienes? —pregunto burlón, —Parece que te aterra que me quede aquí, ¿Por qué será? ¿Algo oculto acaso?

—¡Basta los dos! —mi padre intervino en nuestra disputa, me miró retador dándome a entender que debía cerrar la boca. —Se comportan como niños frente a la invitada, que pronto formará parte de la familia.

—Owen tiene razón, no es bueno que estén montando esos shows frente a sus mujeres, ¿que clase de caballeros son? —no quise ni mirar a mi madre, simplemente me senté de nuevo con la mirada fija en el imbécil que tenía enfrente. —¿Qué opinas Daphne?

—No se bien que opinar, solo, bienvenida Sarah. —mire a mi esposa, tan inocente e inmadura que no era capaz de decir las cosas que pensaba o sentía.

—Un brindis por Frank y Sarah, que su amor sea infinito. —mi madre levantó una copa para brindar, por obvias razones no tome la mía, tampoco permití que Daphne brindara por esa payasada.

—¡Nos vamos ya! —susurré en el oído de Daphne, tomando con fuerza su brazo para sacarla a fuera a rastras del lugar, no iba a aguantar ni un solo minuto más en esa casa.

Llegando a la puerta mi madre nos detuvo, se miraba enojada, pero no había nadie mas enojado que yo en ese momento.

—Harvey, por favor, no puedes irte. —rodé los ojos, ella siempre buscaba la manera de estar de parte de Frank, aun sabiendo las mil y una cosas que me había hecho en el pasado.

—No vamos madre, no quiero estar ni un segundo más acá, sabes perfectamente cómo son las cosas y aun así me invitaste a esta mierda. De saber de qué iba toda esta mierda no hubiese llegado aquí.

—Debías saber la verdad. —soltó el aire, —tu padre debe hablar contigo.

—No dejaré a Daphne en compañía de ese imbécil con cara de depravado, si tanto lo quieres hazle compañía tu. —la buena mujer que me parió rodó los ojos antes de propinarme un fuerte bofetón que me giró el rostro.

—Estoy cansada de tu actitud de mierda, puedes tener mil años y que tus arrugas lleguen a tus pies, pero aun soy tu madre y me debes respeto

—Allisa, no.

—Allisa nada, se quedarán aquí esta noche, —Daphne me miraba entre asustada y nerviosa.

—No Allisa, tenemos mucho trabajo, pasamos de su invitación a dormir. —medio ella, yo, no podía quitar la vista de mi madre, quien también me miraba retadora.

—Dije que se quedaran, y así será. Te llevaré a la habitación de Harvey mientras a él se le bajan los humos, o se los tengo que bajar así sea a las malas. —me dio un ligero empujón en el brazo, —ve a hablar con tu padre, o me verás realmente enojada. —bufé exasperado más sin embargo espere a que subiera las escaleras con Daphne antes de caminar a la oficina de mi padre y esperarlo allí.

Debía obedecer a esa santa mujer, sabía perfectamente de lo que era capaz enojada, y no era para nada divertido.

En la oficina de mi padre lo primero que hice fue servirme un trago doble, algo en mi interior me decía que aquel compromiso apresurado tenía algo oculto, algo que aún desconocía y que muy seguramente saber de ello iba a cambiar demasiadas cosas y me haría la vida a cuadros.

—Hijo.

—¿De qué trata todo esto, padre? —increpe de inmediato.

—Por generaciones, la Familia Jones ha estado en la cima, conocidos como los mejores diseñadores de París, desde mi bisabuelo en adelante, es una empresa que ha pasado a cada generación, mi bisabuelo la fundo con mi abuelo, mi abuelo se la heredo a mi padre, y mi padre me la heredo a mi, yo te la heredare a ti, pero para hacerlo siempre hay una condicion, condicion que esta vez va a ser un poco más complicada de cumplir.




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