Ataraxia l Libro 1

Capítulo 2

Abrí la puerta de una patada, y entré sin avisar. Wesley se encontraba junto al filtro de agua. Su camisa color beige y sus pantalones negros de vestir estaban cubiertos de algún tipo de masa, parecía puré de papás con alguna otra sustancia liquida de color verde. Con un pañuelo intentaba limpiar las manchas de su camisa.

—¡Wesley! —bramé entre dientes.

El director levantó su rostro y me miró apenado.

—Laura…

Mark Wesley se sumaba a la ley universal de los directores obesos que sufrían bromas de sus propios estudiantes, en este caso específicamente de mi alumna Karol Joseph. 

—Explícame por qué rayos el nuevo profesor de matemáticas está dando clases en mi salón de literatura—le reclamé, con un tono de frustración bastante palpable.

Quizá esta no era la forma más profesional de arreglar las cosas, ni siquiera el salón era lo más importante, era él y su forma tan molesta de hacerme sentir patética.

—Querrás decir matemáticas avanzadas, Laurita—corrigió con una sonrisa. 

—¿¡Por qué rayos no me avisaste!? ¡Además, él acaba de llegar, Mark! No puedes tomar ese tipo de decisión sin decirme primero. 

—Calma Laura, creo que estas exagerando con la situación, tenemos muchas más aulas.

—¡No soy una exagerada, él fue quien llegó sacándome de mi salón! —bramé con las manos en puños.

No tardé en darme cuenta que ese imbécil me había puesto los pelos de puntas, y luego me hacía arder de rabia en menos de veinte minutos. Lo odié tanto, ¿por qué no le habré dado el golpe en la entre pierna? 

—Desmond, se llama Desmond Green—repuso Mark, mientras mojaba de nuevo el pañuelo para pasárselo por el pantalón. 

Hice una mueca de desprecio con los brazos cruzados. Hasta su nombre me disgusta. 

—Intenta llevarte bien con Desmond, Laura. Sé que te llevabas bien con Jake, pero él ya no está—me recordó, y con eso un profundo dolor en mi pecho.

—Ese tonto tendrá que llenar un hueco muy grande, porque Jake siempre será el mejor profesor de matemáticas.

Ya hacía cinco semanas que Jake, el antiguo profesor de matemáticas avanzadas y el único hombre en el que me había fijado desde que me mudé aquí, había muerto de una forma horrible y misteriosa. Lloré por días, pero en la escuela y frente a las niñas supe controlarme. Ya había pasado, de todas formas, Jake jamás me vio como algo más allá que una compañera o amiga de trabajo. 

—Además, él no es como Jake, es un grosero y prepotente estúpido hijo de su…

—Laura—me interrumpió Mark.

Me callé de inmediato. Pero resoplé.

—No me pidas que me lleve bien con alguien como él, lo detesto.

—Bueno, tampoco será muy necesario. Sólo no te cruces con él y ya, la escuela es bastante grande y no hay necesidad de encontrártelo nuevamente.

Era cierto, pero aún estaba enojada por lo de mi salón. Bueno, haría de ahora en adelante como si nunca hubiera existido ese incomodo momento. Suspiré con cansancio y con una terrible sensación en el paladar, de quien pierde. 

*

*

*

Más tarde ese mismo día por la noche, estaba sentada sobre el sillón de mi pequeña sala, frente a la tv, disfrutando de una deliciosa taza de chocolate caliente con malvaviscos. Sorbí un poco cuando cambié el canal y una película estaba por finalizar. 

Sin ponerle mucho cuidado a lo que estaba sucediendo en la tv, comencé a pensar en Desmond casi involuntariamente. 

—¡Carajo! —chillé al sentir la quemazón en mi lengua. 

Me había distraído y el líquido caliente me había sorprendido.

Hice a un lado la taza a medio terminar sobre la mesita de café, y le bajé el volumen a los créditos de la película que recién terminaba.
¿Pero por qué rayos me había tratado así? Ni siquiera me conocía y ya estaba siendo tan grosero ¿Es que era así con todos los demás? Ni me imaginaba cómo sería con los estudiantes.

De repente el recuerdo de aquellos ojos brillantes vino rápidamente a mi mente, el escalofrío que me recorrió al recordar tan vívidamente el brillo en ellos me hizo sentir temor.

No lo había fingido, ¡por mi abuela que no lo había fingido! Pero luego habían dejado de brillar. Estaba inconforme con mi día, y enojada aun, mientras más pensaba en Desmond más irá me inundaba. 

Pero había algo más sobre él que me inquietaba a gran escala. Recordé lo confundida e hipnotizada que estuve frente a él. ¡Señor, eso era como brujería barata! O bueno, no era tan barata si funcionó en mí. 

*

*

*

—¡Profesora Laura! —me gritó Estefany, corría en mi dirección junto a Karol, seguida de Beth y Nicole.

Cuando llegaron a mi altura, junto a las escalinatas de la entrada principal del instituto, sonrieron en su mayoría con picardía. 

—Beth nos dijo que ya conoció al bombón—lanzó Karol con emoción.

—¿Bombón? —repetí perpleja.

—Sí, ya lo vi. Aunque no veo clases con él, sólo Beth y Nicole—señaló Karol, encogiéndose de hombros con desinterés. 

—¿Y? ¿Qué tal le pareció? A que es un chocolate blanco demasiado hermoso—Estefany sonrió nuevamente con picardía y me guiñó un ojo. 

—Por todos los cielos, Estefany.

—Se llama Desmond, es bastante reservado—comentó Nicole, con mirada distraída—, me cayó bien.

—Yo creo que es algo misterioso—añadió Beth—. Y extraño. Pero es buen profesor.

—Bombón, reservado, misterioso, ¿Buen profesor? Nada de eso me pareció ayer. Es un hombre mal educado—mascullé, bajando mis defensas de profesora.

Todas abrieron sus ojos como platos y la emoción brilló en ellos. 

—B-bueno, ayer sí lo conocí un poco y…

—No preguntamos si pasó algo ayer—apuntó Estefany con satisfacción.

—Ya es hora de clases—corté, cambiando de tema.

Cuando todas asintieron cabizbajas comenzaron a subir las escaleras para entrar, volví a detener a Karol.

—Y más le vale a Karol no volver a hacer travesuras, porque si no será verdaderamente expulsada—le advertí, escuché rápidamente un resoplido. 




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