Ataraxia l Libro 1

Capítulo 3

Un resplandor cegador iluminó el cuarto del conserje, agradecí haber tenido los ojos cerrados, pues aún sin poder ver sentí que traspasó mis parpados, mis ojos ardieron momentáneamente mientras la luz estuvo presente, pero varios segundos después se fue volviendo más tenue hasta desaparecer. 

Jadeé bajo su agarre, temblando por el miedo repentino que sentí, ¿qué sucedía? Pero no fui capaz de moverme un centímetro. Los segundos pasaron hasta convertirse en un minuto, justo cuando comenzó a aflojar su agarre.

Aspiré el aire que me había estado negando. 

Hasta que Desmond me soltó y mis brazos cayeron inertes a mis costados. Se separó un poco de mí y presentí que me miró por otros segundos interminables… entonces abrió la puerta y desapareció, dejándome completamente confundida, asustada, embobada.

¿Qué acaba de pasar?

*

*

*

Hablé con Wesley, decidí irme temprano de la escuela, no me sentía muy bien, mi cabeza me daba vueltas. Lo que era triste, porque hoy sí que sentía ganas de golpear a alguien. Prometí que si volvía a verlo lo golpearía hasta que pidiera por su vida. 

Es decir, ¿qué se creía? Besándome de esa forma…

Me di varios golpes mentales mientras caminaba hacia las afueras del instituto. The Best Learning estaba ubicado en medio de un gran bosque en la ciudad de Kenora, prácticamente un pueblo situado al noroeste de Ontario, una provincia de Canadá. Rodeado de bosques y más bosque, más un gran lago que rodeaba parte del perímetro. 

Yo me había mudado a Canadá hacía tres años en busca de trabajo, en Argentina la educación me pareció satisfactoria. Sin embargo, cuando entré a la verdadera vida descubrí que no sería fácil conseguir un empleo fijo.

Me mudé aquí luego de descubrir que no tendría oportunidad en mi país y Canadá había pedido currículos de personas de otros países para trabajar en lo que hiciera falta. Me di la oportunidad y fui transferida a Kenora. Al principio me fue difícil acostumbrarme, pero el cambio me hizo bien. 

Subí al edificio de mi apartamento, luego abrí la puerta con desgana. Cerré tras de mí y solté mis cosas en el piso. Toda la adrenalina que había malgastado el día de hoy me cobraría al momento de dormir, así que pensé que sería mejor colocar la alarma. Preparé un café cargado, pues aún no podía dormir, debía revisar algunas notas y apenas eran las seis de la tarde.

De repente vino volando de golpe hacia mí como un recuerdo, esta tarde, en el almario del conserje, esa luz…eso no lo había imaginado tampoco. Me levanté de la silla y comencé a caminar sin detenerme por el estrecho espacio de mi apartamento. Por mi cabeza pasaba una y otra vez el recuerdo. ¿Qué era eso? Esa luz cegadora, y aterradora…ahora podía recordar además el frío que me hizo sentir.

Cuando me detuve frente al sillón, me tiré sobre él. El miedo y el recuerdo comenzaron a atormentarme.

—¡Laura! —escuché a alguien gritar. Salté donde estaba, asustada. Estuve quieta unos segundos para asegurarme de haber escuchado bien—. ¡Laura, ábreme la puerta en este instante o llamaré a la policía! 

Me alarmé y salté del sillón hasta quedar de pie y prácticamente correr en dirección a la puerta. La figura de mi mejor amiga estaba frente a mí, ceñuda y a la vez preocupada. Forcé una sonrisa despreocupada.

—Celeste…—sólo pude decir, enseguida terminó de abrir la puerta y entró sin mi permiso.

Como si alguna vez lo necesitase. 

—¡Laura, no me puedes hacer esto! —bramó con ese timbre de frustración tan gracioso que adquiría su voz cuando se enojaba. 

Terminé de cerrar la puerta y caminé tras de ella mientras seguía chillando.

—Sabes lo que sucedió hace menos de cinco semanas, no deberías seguir viviendo sola—continuó protestando.

—Por lo que más quieras Celes—corté—, no soy una niña pequeña y sé tomar mis decisiones. Lo que le sucedió a Jake no tiene que pasarme a mí.

—No entiendes, ese loco asesino lo mató de la peor forma. La policía dijo que fue asesinato por venganza o algo así…—se cruzó de brazos y su expresión pareció ida. 

—No puedo creer que pienses que Jake era una mala persona—la acusé.

Celeste enarcó ambas cejas, boquiabierta. 

—Yo no dije eso. Sólo quise decir que la policía aconsejó que las personas cercanas a Jake debieran mantenerse bajo perfil. ¿Y qué me encuentro al regresar de Minnesota? A mi amiga viviendo como si no ocurriera nada. 

—Bah, exageras demasiado—hice ademanes despectivos y tomé la taza de café entre mis manos para controlar los nervios que estaba tratando de ocultar, mis manos temblaban. 

Acababa de pensar en lo que sucedió esta tarde, y luego Celeste me viene a advertir que de seguro un asesino perverso querrá matarme también ¿pero por qué justo a mí? 

—Me preocupo por ti Laura—explicó Celeste, se acercó a mí y me abrazó—. Aun no tienes un novio con el que te puedas mudar y este pueblo es muy extraño.

Resoplé y me solté de su agarre reticente. Caminé hasta la cocina y dejé la tasa sobre el fregadero. Entonces me volví hacia ella de nuevo.

—¿Por qué todo tiene que ser sobre hombres? —repliqué enojada, y me crucé de brazos.

Celeste relajó el semblante y algo pareció divertirla.

—Todo era sobre hombres hasta hace cinco semanas atrás—me recordó para mi herida.

Se refería a Jake.

—Sí, pues, decidí que ya no será así. El destino me dejó las cosas en claro.

—No serás sexy y linda por siempre—canturreó—. No tienes una elipsis que te mantenga joven por siempre. Así que busca un hombre—se encogió de hombros y sonrió con sorna.

Rodé mis ojos.

—No quiero saber más de hombres, rayos, los detesto, sólo saben aprovecharse—mascullé, intentado bajar la voz en vano.

Celeste me miró con curiosidad y sorpresa, luego sonrió juguetona.

—Oh, oh. Laura ¿un hombre te pretende? —inquirió ella, acercándose al mesón que nos separaba.




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