Ataraxia l Libro 1

Capítulo 6

El día siguiente estuve ayudando a la familia Lee en el velorio, la madre de Celeste estaba desbastada, era de esperarse que estuviera así. Gary era un excelente profesor, un hermano ejemplar, y un amigo leal. Me ardía la sangre de la impotencia, y a la vez sentía un miedo horrible, ya habían muerto dos profesores en menos de tres meses y todos, incluso los estudiantes, sentían temor por sus vidas. 

Cuando el padre culminó con las palabras hacia Gary, todos salimos de la iglesia. Entonces, seis hombres, entre familiares y algunos profesores sacaron la urna con el cuerpo de Gary. Estuve todo ese tiempo con Celeste, Clay ayudó con el cuerpo. 

Admiraba a Celeste, pese a su personalidad tan inestable, hacía todo lo posible por mantener la calma y demostrarle a su madre, ya que era la única hija que le quedaba, que la apoyaba y se comportaría.

Celeste rompió relación con su familia cuando se hizo novia de Clay, fue difícil para ella, según me contó, era antes una niña mimada y muy caprichosa. Cuando yo había llegado a Canadá, al pueblo, ella aún no había comenzado su relación con Clay. Tiempo después viví en carne propia los problemas que tenía Celeste con su familia y Clay al tener que decidir. Pero siempre creí que Clay había sido una buena elección, él le enseñó a ser humilde, a valorar las pequeñas cosas, tanto que no dudó en perderlo todo por él, estaba orgullosa de mi amiga.

Pero ahora sentía lastima, perdería a la única familia que aún la quería, que la apoyaba sin importar nada, nada era justo.

De repente mi vista periférica capturó su figura, y enseguida me desengrané. Desmond había asistido también. Se le veía tranquilo junto a Carmín. Ella parlotear como una gallina mientras que él parecía buscar algo con su mirada, fruncía el ceño concentrado en su búsqueda, poco prestaba atención a lo que decía Carmín, eso me dejó satisfecha.

Para mi sorpresa la obstinación se me bajó.

Y se abrieron los nervios cuando Desmond me encontró con la mirada, capturando mis ojos, impidiendo el paso a lo demás. No quería volver a parecer una tonta desconectada mientras que él me veía así, este era el momento de Celeste. A regañadientes rompí nuestra conexión, desviándome para ver a Celeste junto a mí.

—Celeste—le zarandeé el brazo levemente, tenía una expresión pérdida—, Clay nos espera en el auto, hay que seguirle, ya todos irán al cementerio. 

Celeste apenas asintió, en cualquier momento se derrumbaría. ¿Cómo reuniría todos los pedazos del corazón de mi amiga? Ella me sujetó del brazo con fuerza mientras caminábamos a su auto, Clay me interceptó con la mirada y me hizo saber que estaba agradecido por cuidar de Celeste. 

Cuando la adentré en el puesto del copiloto Clay me detuvo por mi antebrazo, me sonrió agradecido nuevamente. Qué hombre más atractivo. 

—Muchas gracias, Laura. Por todo lo que haces y en cuidar de Celeste—Clay me sonreía, pero cuando miró sobre mi hombro, al devolverme la mirada su ceño se tensó—. Su familia no lo hace, y eso me disgusta demasiado.

—A mí también—suspiré resignada, pues ya conocía bien la posición de su madre—. No entiendo por qué son así contigo.

—Es un tanto egoísta que hagan a un lado a Celeste, ella era su hermana menor—dijo de repente, cambiándome de tema radicalmente. 

—Sí… Pero estoy segura de que contigo no le faltará nada—quise hacerlo sentir mejor, puesto que él debía estar lastimado porque su suegra no lo aceptaba.

—En realidad, poco me importa lo que piense Jessica de mí—contestó Clay, refiriéndose a la madre de Celeste—. Es Celeste quien me preocupa, una madre es…importante en la vida de una persona.

Asentí, digiriendo sus palabras mientras observaba del otro lado los autos desaparecer avanzando por la carretera rodeada de árboles. Subí entonces al mismo tiempo que Clay al auto. Durante el camino pude ver por el retrovisor lo perdida que se encontraba Celeste.

El cementerio quedaba por supuesto, a las afueras del pueblo, rodeado de más bosque. Pese a evocar la muerte, todo se veía bonito, aseado y bien cortado. El césped era verde, muy vivo, a pesar de la muerte que se encontraba debajo de él.

Clay se encargó de Celeste el resto del tiempo. Divisé luego al grupo de niñas que se hallaban un poco alejadas del gentío. Estefany Williams, Beth Grace, Nicole Carpenter y Karol Joseph hablaban entre ellas mientras paseaban sus miradas de allá para acá. Me acerqué a ellas. 

—Profesora—me saludó Beth con una triste sonrisa.

—Hola niñas—contesté.

Las miradas me contestaron lo que necesitaba saber.

Sus atuendos y vestidos negros se llevaban la vida de todas ellas. Sus rostros, al igual que los del resto, se veían compungidos, heridos por quien se llevó la vida de Gary. Al mirar de nuevo a Beth, observé cómo veía atenta y fijamente el hueco de la urna, yo advertía lo que pensaba. Un miedo me llenó de inseguridad, todos llegaremos a este lugar algún día, pero Beth sabía que la muerte no estaba tan lejos de su realidad. 

—P-profesora…—murmuró Estefany, sus manos entrelazadas al frente mientras miraba con temor hacia el grupo de personas alrededor de Gary—, tengo miedo de morir.

En las miradas de las demás pude advertir el mismo sentimiento, menos en Beth, quien de repente se había vuelto fría, camuflajeados con el ambiente fúnebre.

—Estefany—Ella me miró, nerviosa y avergonzada—, primero moriré yo antes de ti. 

Le guiñé un ojo, y aquel comentario pareció evocar humor en ellas. Se sonrieron levemente, dejando de hacerlo cuando unas personas voltearon con ceños fruncidos. Un carraspeo nos interrumpió entonces, frenéticamente me volví a ver a Noah, quien me sorprendió ver. 

—Hola…Laura, ¿puedo llamarte por tu nombre de pila? —preguntó.

Noah no vestía su uniforme, llevaba un traje negro, y por todos los santos del mundo, le quedaba de muerte. Me lamí los labios. 




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