Atardecer contigo

2 “siembra tú las dudas”

Desde que regresé a casa estoy pensando en el desconocido.

Nunca antes lo había visto por aquí. Tampoco es que salga mucho, salgo lo justo y necesario. No me gusta salir si no es a la playa.

Lo decidí desde que me mudé de la casa de mis padres a los veinte, ya ha pasado un año y medio. Me gusta estar sola, me agrada la soledad.

El estar sola me ha ayudado a pensar mejor las cosas y con mayor claridad.

Miro por la ventana de mi habitación las brillantes estrellas bajo el mar iluminado por estas y la luna.

Estar sola, en una casa junto al mar es lo mejor que me ha pasado en todos los años que he vivido.

Abro las sábanas de mi cama, me acuesto y Morfeo se apodera de mí en un instante.

°°°

Me levanto, me coloco un nuevo vestido playero y doy unos cuantos pasos hasta llegar a la cocina. Saco un vaso de vidrio y hago un jugo natural de naranja que en un suspiro se acaba.

Salgo de casa para poder oír las olas del mar.

Oh, esto me llena de paz

Abro los ojos y visualizo que en mi piedra cristal (así la llamo), hay una persona.

Camino con mis brazos cruzados hasta el lugar y nuevamente es el chico de la guitarra.

-Hola- digo casi en un susurro

-Hola, Ailín

¡Sabe mi nombre!

- ¿Cómo conoces mi nombre?

-No es difícil para mí averiguarlo.

- ¿Por qué?

-Debes averiguarlo tú, no es posible que yo te ayude con eso.

-No entiendo

Gira su cabeza y me mira con ojos preocupados –Ya lo entenderás, para eso estoy aquí. - Con su mano me hace seña de que me siente junto a él.

Hago caso a sus indicaciones y comienza a hablar.

-Sé lo que te ocurre en el atardecer, sólo que tú estás en negación y por eso no lo puedes ver.

-Sigo sin entenderte- digo casi con desespero

-Ya lo harás, pero primero, ven- se levanta extendiendo su mano- caminaremos.

Le hago caso, tomo su mano y una sensación extraña en mi interior se hace presente, como si todo este tiempo lo hubiera estado esperando. Su compañía no me molesta. Es demasiado raro, la presencia de las personas me pone incómoda, no puedo hablarles, ni mirarlos, siempre que estaba con personas buscaba la forma de salir del lugar simplemente por el hecho de que en mi interior un hoyo negro crecía, como si me sintiera vacía.

Cuando me alejaba volvía a ser una persona normal. Es por eso que vivo en una isla casi sin habitantes y sola.

-Me gustan tus ojos, sus mezclas verdes y marrón claro, Ailín.

Ese comentario me toma por sorpresa, pero no quiere decir que no me agrade.

-Gracias. -Pienso un momento- ¿Cuál es tu nombre?

- ¿Es necesario saber el nombre de una persona cuando uno puede decirle como el corazón lo dicte?

-Cada vez que hablas me dejas con dudas.

-Pues no dudes, siembra tú las dudas.

-Te das cuenta, eres como un tipo de sabio que dice cosas interesantes.

-Lo soy.

-Ah

Seguimos caminando por la orilla del mar sin pronunciar una sola palabra.

Cuando llegamos al fin, se posiciona frente a mí y dice las siguientes palabras

- ¿Alguna vez, saliste por este extremo de la playa?

-No, siempre salgo por el otro extremo que es más fácil de llegar, es decir, no hay que caminar tanto.

-Puede que el otro camino sea el más cercano, pero no quiere decir que sea la mejor opción. –Te enseñaré a confiar en las personas

Como es que este completo desconocido sabe demasiadas cosas en mí. ¿Cómo es posible, jamás le hablé a nadie de este lugar sobre mi problema?, ni siquiera hablo con las personas de los almacenes, les paso la lista con el dinero, saco mis cosas y luego me voy sin siquiera hablar.

 



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En el texto hay: misterio, esperanza, romance

Editado: 29.09.2020

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