—Su lanzadera está lista, teniente —anunció el jefe de los mecánicos del hangar principal de la Ankara en cuanto Kai entró en la sala acompañado de la capitana Hocke—. Si nos da un poco más de tiempo, mi equipo podría prepararla más a fondo.
—¿Qué le preocupa, mayor Zheran? —le preguntó Kai al oficial superior de los mecánicos de la Ankara.
—¿Lo dice en serio, teniente? —masculló el mayor Zheran exhalando un intenso suspiro de frustración—. Por el amor del creador, ¡va a ir a un sector prohibido, a saber qué condiciones de navegación se va a encontrar!
—Comprendo su inquietud, mayor, pero es una orden directa de las más altas instancias —explicó Kai—. Negarse no es una opción.
—Si me permite, le dedicaré mis oraciones de hoy —pidió el mayor Zheran.
—Por favor, hágalo —contestó Kai con amabilidad—. Tengo la sensación de que necesitaré toda la ayuda posible para esta misión —añadió antes de dirigirse hacia la lanzadera.
Aunque no se consideraba una persona espiritual, sobre todo desde la misión en Khassius Lhan, sabía que no aceptar el ofrecimiento del mayor Zheran sería una ofensa a su cultura. Los ker’zhal solían tomarse muy en serio su lado espiritual. El honor, su cultura religiosa y, por encima de todo, su sentido de la lealtad y la familia eran muy importantes para ellos.
Una vez la humanidad consiguió comprender y establecer lazos de amistad con los ker’zhal, se ganó un aliado para la eternidad. Los humanos y los ker’zhal eran los miembros fundadores de la CSE, la cual tenía ya a sus espaldas varios miles de años de historia.
—Buena suerte, teniente —le deseó la capitana Hocke en cuanto Kai puso los pies en la rampa de acceso de la lanzadera—. Vaya con cuidado. Ha sido un honor tenerlo de primer oficial.
—Gracias, capitana, aunque por su forma de hablar, cualquiera diría que voy a mi propia ejecución —contestó Kai irónico dándole la mano.
Esta no contestó, limitándose a mirarle con expresión inescrutable mientras se daban la mano. Permaneció en silencio, observando cómo Kai entraba en la lanzadera y arrancaba los motores.
—Tal vez sea así, teniente... —murmuró la capitana Hocke al verlo pilotar la lanzadera hacia el espacio—. Le deseo suerte.
Durante la conversación entre Kai y la presidenta Hardyan, había aprovechado para dejar entrar en la lanzadera y dejar varios «obsequios» en su interior. Esperaba que le fuesen de utilidad.
Inspiró y espiró con fuerza, mientras Kai activaba el reactor hiperespacial de la lanzadera, rumbo al sector Unhru.
Debía hacer una llamada.
Quizá sería la última de su vida.