Athena

10

 

 

 

 

 

 

—Kai... Kai...

Adormecido, él no contestó a la voz cristalina pero familiar que le susurraba al oído.

—Kai...

Al reconocer la voz, abrió los ojos alarmado.

—¿Qué demonios? —murmuró extrañado al ver que se encontraba tumbado bocarriba en la entrada de un pasillo totalmente blanco.

Todo a su alrededor era del mismo color.

Estaba claro. Era un sueño.

—Kai...

Un largo escalofrío recorrió su espalda al reconocer aquella voz. La reconocería en cualquier parte. Era la de...

—¡Hana! —exclamó Kai incorporándose de pronto para echar a correr por el pasillo.

Era su voz. Estaba seguro.

—Kai...

Se detuvo en seco al llegar a un cruce con pasillos en tres direcciones. ¿De dónde venía el sonido?

—¿Dónde? —murmuró Kai mirando confuso a su alrededor.

Por el rabillo del ojo le pareció ver una fantasmagórica silueta femenina atravesando el pasillo a su derecha.

—¡Hana, espera...! —exclamó, y echó a correr en esa dirección.

Apenas había dado dos pasos cuando todo se colapsó a su alrededor y cayó a una insondable y espesa oscuridad.

—Kai...

Al abrir los ojos, la oscuridad había desaparecido y había sido sustituida por una selva siniestra y un cielo de color rojo sangre cubierto de estrellas...

—Esto es... —murmuró Kai reconociendo el siniestro entorno.

La selva del hemisferio norte de Khassius Lhan. Los marines la habían apodado «el infierno corrosivo» debido a la altísima concentración de ácido del ambiente.

—Kai...

Esa voz en particular, en ese ambiente concreto, lo ponía nervioso. Más de lo que jamás admitiría.

—¡Hana, si me oyes...! —exclamó Kai.

Se detuvo en seco al escuchar una serie de potentes estampidos subsónicos provenientes del cielo. No le costó identificar el sonido. Se acercaba un bombardeo aéreo pesado.

—Me dejaste morir —esbozó la fantasmal voz femenina—. Me dejaste morir sola en este repugnante lugar...

—¡No! —exclamó Kai mirando en todas direcciones—. ¡Intenté salvarte, lo juro!

—Me dejaste morir...

—¡No, te juro que...!

Sus palabras quedaron ahogadas por nuevos estampidos subsónicos de gran potencia. Una escuadrilla completa de bombarderos se acercaba a gran velocidad.

De improviso, Kai pudo ver una figura femenina vestida con uniforme militar en la cima de una colina cercana, cubierta de la misma maleza corrosiva que había por todas partes. Era ella. Estaba seguro. Notó cómo el color se retiraba de su rostro al ver seis haces de láser convergiendo en la colina. La e marcando como objetivo para el bombardeo. No estaba lejos, tal vez llegaría...

—¡Hana!

Corrió lo más rápido posible hacia ella

A su espalda, el estampido subsónico crecía en potencia a cada segundo. Se estaba quedando sin tiempo.

—Hana... —balbuceó Kai en un hilo de voz al llegar al pie de la colina.

Una extraña quietud descendió sobre el ambiente, ahogando cualquier otro sonido.

Kai y la persona que había de pie sobre la colina se miraron a los ojos fijamente. No miraba a una mujer adulta, sino una niña. Tal como él la recordaba. Alegre, vivaz y con una mirada tan intensa que derretía a cualquiera que discutía con ella.

—Me has encontrado —susurró ella con dulzura.

No logró escuchar las últimas palabras.

El rugir de la escuadrilla de bombardeo ahogaba cualquier sonido.

Una enorme pared de fuego, energía y radiación se extendió por la selva, aniquilando cualquier cosa que se cruzase en su camino.

Lo último que Kai pudo ver antes de que el sueño acabase abruptamente fue a la niña, de pie en medio de las llamas, esbozando una cálida sonrisa.

Agitado, Kai dio un ligero respingo al levantarse. Se había quedado dormido en la cabina de la lanzadera.

—Otra vez ese sueño... —gruñó frotándose la cara con ambas manos.

Echó un rápido vistazo al panel de control. Un minuto para salir del hiperespacio.

Todavía agitado por el intenso sueño, Kai se ajustó los cinturones. Si le aguardaba una emboscada enemiga nada más salir del hiperespacio, prefería estar preparado.

Veinte segundos para regresar al espacio normal. Todos los sistemas de la lanzadera funcionaban con normalidad. Mantenimiento de vida, propulsión, navegación, armamento. Todo correcto.

Diez segundos.

Inspiró y espiró con fuerza varias veces. Debía mantenerse centrado y alerta.

El sector Unhru no era para tomárselo a broma.

Salida al espacio normal.

 

 

 

 

 




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