En cuanto Kai salió de la esclusa de su lanzadera, pudo notar una extraña sensación recorriéndole todo el cuerpo. Echó un rápido vistazo a su dhome, comprobando los niveles de radiación en el ambiente.
—Desde luego, un destino para toda la familia —concluyó al ver que su dhome captaba elevados niveles de radiación gamma y de neutrones.
Por suerte, los trajes espaciales de la CSE estaban bien protegidos contra ambientes con radiación. Mientras no tuviese una brecha, estaría a salvo. A menos que lo atrapase un púlsar o una emanación de masa coronaria. Moriría antes de darse cuenta de nada. Observó pensativo la nave desconocida. Era enorme.
Comprobó con rapidez el escáner de su dhome. Arqueó una ceja al ver el nombre y número de serie: CSE EHLA ZT-5432109010.
¿ZT-543? Recordaba esa clase de prefijo de sus días en la academia. El gobierno asignaba esos números a los acorazados civiles de clase Arzeus, utilizados para la exploración del espacio profundo. No tenían las prestaciones de una nave de guerra, pero sus escudos y su casco habían sido diseñados para aguantar impactos directos de cualquier clase de radiación. Su maniobrabilidad dejaba mucho que desear, pero eran las naves civiles más resistentes.
Kai arqueó una ceja al comprobar los registros de naves clase Arzeus en su dhome.
La CSE Ehla no existía. Al menos, en los registros oficiales.
Sospechoso. Muy sospechoso.
Flotando alrededor de la enorme nave, Kai activó un rastreo en profundidad de esta, buscando un punto de acceso.
—Venga, ya —murmuró Kai al ver los datos captados por el sensor de rastreo de su dhome—, si casi parece que está salida de fábrica...
En un entorno tan hostil como el de aquel sistema, la nave debería presentar algún tipo de desperfecto, pero estaba impecable. Daba la sensación de haber salido recientemente del astillero.
Tal vez así fuera.
—Por fin... —profirió Kai tras vagar alrededor de la nave durante más de media hora y encontrar una esclusa parcialmente abierta en el casco superior.
Comprobó de nuevo la posición de la baliza de Ilena. La señal provenía de uno de los hangares principales, situados en el centro de la nave. Utilizando los túneles del monorraíl llegaría en pocos minutos.
—Vale, vamos allá. —Pulsando el botón de apertura de la esclusa.
Tras varios segundos, la compuerta se replegó en el interior del casco, dejándole vía libre para entrar.
Sin dudarlo, Kai se arrojó al interior.
Finalmente, la misión había comenzado.
Desconocía que el instigador del secuestro de Ilena Hardyan vigilaba sus movimientos muy de cerca.
—Atención, Paladín acaba de entrar en castillo abandonado.
—Iris Negro solicita permiso para intervenir.
—La carga del iosalan sigue el programa establecido. Compensando fluctuaciones gravitacionales menores. Todos los valores permanecen en niveles aceptables. Seguimos según programa establecido.
Sentado en el centro de la sala de control de su base principal, el director Lecter contempló con las manos entrelazadas una proyección holográfica de Kai entrando en el interior de la CSE Ehla, sin prestar demasiada atención a los informes de los técnicos.
Una ligera sonrisa floreció en su rostro durante un instante. Todo estaba transcurriendo según sus planes. Al menos, de momento.
—Comuníquenle a Iris Negro que mantenga a todos sus efectivos en sus posiciones hasta que Paladín llegue al punto de reunión —sentenció Lecter al técnico más cercano—. No estropeemos la sorpresa.