Al aproximarse a la baliza de Ilena, Kai se detuvo, apostándose en la esquina de un contenedor para observar de nuevo la zona. La señal provenía del centro del hangar. En concreto, del interior de un módulo de escape civil, colocado en el centro de una improvisada plaza de unos treinta metros de ancho y largo.
—Por favor, ¿no podrían hacerlo aún más obvio? —murmuró Kai para sus adentros.
Las únicas luces del hangar provenían de la iluminación de emergencia y un foco situado justo encima del módulo.
Tras quitarle el seguro a su rifle de combate, Kai comprobó de nuevo el sensor de movimiento de su traje. Nada. Todo despejado. Sin dejar de observar a su alrededor, avanzó con rapidez hasta el módulo de escape. A primera vista, no parecía estar dañado. Solo debía desactivar la secuencia de criogenización y despertar a Ilena. Sencillo.
Resultaba imposible verla debido a la cubierta de seguridad de la cápsula, pero sus constantes vitales, visibles en una pequeña pantalla en el lado izquierdo del módulo, indicaban que estaba viva y con buena salud.
Liberar a su vieja amiga no sería difícil. El sistema informático de los módulos de escape civiles era muy fácil de usar. Algunos protestaron enérgicamente en su día, argumentando que dejaba a los civiles muy vulnerables a cualquier manipulación externa. Pero el hecho era que gracias a la sencilla apertura de dichos módulos se habían podido salvar muchas vidas al facilitar la labor de los servicios de rescate.
Concentrado en manipular los controles del módulo de escape, Kai apenas vio venir el ataque.
Surgida de la nada, la hoja de un alargado cuchillo de combate apareció de repente, sesgando el aire de abajo arriba, buscando cortar en dos la columna vertebral de Kai.
De forma inmediata, el sensor de movimiento de su traje emitió un aviso de peligro.