Athena

18

 

 

 

 

 

 

La hoja no alcanzó a Kai por décimas de segundo. Alarmado por una súbita corriente de aire a su espalda y una señal de alerta en su HUD, sus años de entrenamiento en combate cuerpo a cuerpo tomaron el control, permitiéndole reaccionar a tiempo de esquivar el ataque. Logró evitar el corte en la columna, pero no que su atacante consiguiera alcanzar los propulsores de su espalda.

—Pero ¿qué? —exclamó Kai apartándose a toda prisa, intentando coger distancia al tiempo que alzaba su rifle y disparaba en abanico.

Sonrió al escuchar un gemido ahogado seguido de un chasquido eléctrico y el inconfundible sonido de un cuerpo al caer al suelo.

Uno de los disparos de Kai había dado en el blanco y alcanzado a su atacante en el pecho. Intrigado, se acercó a ver de quién o qué se trataba.

—Qué demonios... —murmuró Kai estupefacto al ver quién lo había agredido.

Su atacante llevaba puesto un uniforme de color negro con dibujos de garras en las mangas y las piernas. Un largo escalofrío recorrió la espalda de Kai al comprobar su brazo derecho. Un complejo tatuaje con forma de dos vórtices entrelazados bajo una cabeza de lobo le cubría la piel desde la muñeca hasta el codo.

—No puede ser... —murmuró lívido apartándose del cuerpo.

Conocía muy bien aquel tatuaje. Dudaba que pudiese olvidarlo. Se trataba de la marca característica de los Wolf Shadow, el cuerpo de asesinos de élite de la organización terrorista vextral. Extremistas antigubernamentales hasta la médula, eran capaces de cualquier cosa con tal de derribar a la CSE. Durante más de medio siglo habían sido un verdadero incordio para el gobierno. Finalmente, tras un incidente en el cual el propio Kai formó parte, las tornas del conflicto por fin se volvieron a favor de la CSE y se estableció por toda la galaxia una cacería masiva que llevó a las fuerzas vextral a esconderse en uno de los rincones más remotos de la Vía Láctea. Un planeta que Kai jamás podría olvidar. Khassius Lhan.

Se giró al escuchar un suave pitido proveniente del módulo de escape. Ya estaba listo para abrirse. Perfecto. Lo mejor sería coger a Ilena y largarse de inmediato. Los Wolf Shadow nunca actuaban en solitario.

—¿Qué diablos es esto? —masculló Kai estupefacto al teclear una orden de apertura en el pequeño terminal del módulo, quitando la cubierta protectora.

Ilena no estaba dentro. Solo su baliza de localización.

—¡Reed... Oye... Salg... Trampa! ¡Repito... Una...!

Kai no llegó a escuchar el resto de la repentina transmisión de radio; fue golpeado de improviso por la espalda con un bastón eléctrico de gran potencia.

Cayó al suelo con dureza, el cuerpo entero le dolía. El artefacto había anulado sus escudos y dañado los sistemas de su traje.

—Quién... —balbuceó Kai intentando levantarse sin éxito, notando sabor a sangre en la boca.

—No, teniente Reed, no se levante... —sugirió una suave voz femenina a su lado.

Conocía esa voz. La había escuchado apenas unas horas antes.

Tragó saliva al ver como varios escuadrones de Wolf Shadow desactivaban sus dispositivos de camuflaje y aparecían a su alrededor y encima de los contenedores. Estaba totalmente rodeado. No había salida.

—Se preguntará cómo es que un simple bastón eléctrico ha podido con sus escudos personales —insinuó la persona que lo había atacado, de pie a su lado.

—La verdad —balbuceó Kai intentando levantarse, usando el módulo como punto de apoyo— es que no. Pero me lo imagino.

Su interlocutora no respondió al instante; cargaba el bastón eléctrico al máximo para luego golpear con fuerza una y otra vez la espalda de Kai.

Incapaz de aguantarlo, el oficial se derrumbó de nuevo, gritando de dolor mientras miles de voltios recorrían su cuerpo.

—¿Puede sentir el dolor, teniente Reed? —esbozó su interlocutora en tono cruel y sádico agachándose al lado de Kai—. Esto no es nada comparado con lo que él sintió. O con el dolor que la joya de su querida confederación sentirá muy pronto.

Kai no contestó. Aunque quisiera, no podía. Los miles de voltios del bastón eléctrico le atenazaban como si lo estuvieran ensartando con infinidad de cuchillos en llamas.

¿La joya de la CSE? Solo podía ser...

—Agente Jether, ya es suficiente —advirtió una voz distorsionada por la megafonía de la nave.

—Está bien, Lecter —masculló la agente Jether apagando el bastón eléctrico—. Preparadlo. Es hora de empezar la fase tres.

—De inmediato, señora —contestó el jefe de los soldados haciendo un rápido y preciso saludo militar—. A dormir, escoria —sentenció en tono cruel antes de dispararle a Kai un tranquilizante en el cuello.

Antes de que su mundo quedara cubierto de oscuridad, pudo ver fugazmente a la persona llamada Jether. Era una mujer, vestida con el uniforme de los oficiales vextral de alto rango. La acompañaba alguien más. Una mujer con la que Kai había hablado hacía tan solo unas horas.

—No es posible... —balbuceó con un hilo de voz justo al desmayarse.

La persona que acompañaba a la oficial vextral era la almirante Larthan.

Unos minutos después de que los soldados se llevaran a Kai, una persona más desactivó su escudo de camuflaje, acercándose al módulo de escape vacío.

—Ha llegado tu turno, Shadow Dragon —anunció Lecter activando una comunicación holográfica con la persona recién llegada—. ¿Estás lista?

—Por supuesto —respondió su interlocutora—. Si me permite el comentario, director, la agente Jether es un riesgo. Se deja llevar demasiado por su odio hacia la confederación y podría comprometer la operación. Sería mejor apartarla del juego.

Lecter consideró con detenimiento el consejo de su mejor agente. Jether se dejaba llevar por su odio a la CSE, pero seguía siendo de sus mejores operativos. Observó orgulloso el torneado a la vez que voluptuoso físico de Shadow Dragon. Aunque se había «incorporado» recientemente a su organización, sus capacidades estaban fuera de toda duda. Su magnífica figura escondía una determinación fría e implacable y el agudo intelecto de un genio. La combinación perfecta entre fuerza, velocidad e inteligencia.




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