Más tarde...
—¡Tenemos que salir de aquí, esto se va a venir abajo!
—¡Necesitamos respuestas! ¡Él puede dárnoslas!
Voces fantasmales de su pasado resonaban con fuerza en su cabeza.
—Maldita sea... ¡Si él las consiguió, nosotros también! ¡Tenemos que irnos!
¿Por qué? ¿Por qué no hizo caso? ¡¿Por qué?!
¿Un súbito acceso de orgullo? ¿O tal vez de desesperación?
De haber actuado de otra forma, muchas vidas podrían haberse salvado.
—Repunte en las constantes vitales, ondas alpha y beta fluctuantes...
—Con los sedantes que le hemos dado, debería estar en coma profundo...
—Lo sé, no lo entiendo. Le hemos administrado suficiente cantidad para tumbar a tres escuadrones de saltadores orbitales...
—Están surgiendo a millares de las mismas piedras. ¡Los elementos de vanguardia están siendo masacrados! ¡Si alguien recibe esta señal, solicito un bombardeo táctico pesado en mi posición!
En el límite entre la conciencia y el sueño, las voces del pasado se mezclaban con otras voces cercanas.
—Actividad cerebral en aumento, creo que se está despertando...
—¡Sargento, entiendo lo que siente, pero no podemos quedarnos aquí! ¡La flota va a bombardear de forma masiva este sector!
—¡No! Surkov suéltame, suéltame, maldita sea. ¡Ella sigue ahí dentro!
—¿Tenemos suficientes datos para el proyecto Quimera?
—Sí.
—Magnífico. Teniente, creo que es hora de que tengamos una pequeña charla...
¿Quién le estaba hablando? Conocía esa voz, pero le costaba pensar.
—Despierte, teniente Reed, supongo que ya ha dormido lo suficiente...
Tras unos instantes, pudo notar cómo la mente se le despejaba un poco. Sí, ahora reconocía esa voz.
—No diré nada. No me sacarás nada.
—Oh, yo creo que sí, teniente Reed —aventuró la almirante Larthan apagando el foco situado justo encima de la cabeza de Kai—. Si no quiere que su adorado sistema solar sea destruido por un artefacto iosalan en setenta y dos horas, será un buen chico y me obedecerá en todo lo que le diga.
Llevado por un intenso acceso de ira y odio, Kai intentó levantarse y golpear a la oficial traidora, pero sus captores lo mantenían sujeto de pies y manos a lo que parecía una mesa de cirugía. Le habían quitado su dhome y colocado dos vías intravenosas en el brazo derecho por las cuales le estaban extrayendo sangre.
—Le recomiendo no forcejear, teniente Reed —sugirió Larthan divertida al ver cómo Kai se debatía inútilmente—. Solo conseguirá cansarse.
Kai no respondió.
—Me imagino que tendrá muchas preguntas... —supuso la almirante manipulando unos controles situados junto a la mesa de Kai para que esta se pusiera en posición vertical, permitiéndole ver mejor dónde se encontraba.
Sin duda alguna, el lugar era un laboratorio de tecnología punta. No sería un científico, pero pudo reconocer la finalidad de parte del instrumental presente en la sala: estudiar y manipular el código genético.
Arqueó una ceja al no escuchar apenas ruido procedente del exterior de la sala salvo un ligero zumbido. Debían haberlo trasladado a una nave con reactores de energía punto cero de gran tamaño. Reconocería ese zumbido característico en cualquier parte.
—¿Acaso quiere modificar mis genes, «almirante»? —masculló Kai con acritud—. ¿Por qué ha traicionado a la Confederación?
—Aunque me encantaría que los científicos de la organización se divirtiesen con usted, mi jefe quiere que su código genético y el de la señorita Hardyan permanezcan intactos. En cuanto a mi supuesta «traición» —añadió cruelmente—, no lo es tal si mis auténticas lealtades nunca han flaqueado. Y, por cierto, aunque se suelte, no se moleste en llamar a sus refuerzos, hemos desconectado el enlace de su señal de emergencia. Nadie vendrá a rescatarlo...
—Es una vextral —masculló Kai en un intenso gruñido de odio.
—Bien, veo que las drogas no han afectado su intuición —se burló la almirante en tono socarrón.
—¿Dónde está Ilena? —preguntó en un gruñido.
—No se preocupe, teniente, está cerca —sentenció Larthan cogiendo una pistola inyectora de una mesa cercana y cargándola con una cápsula llena de líquido de color morado—. La verá en su momento.
—Quiero verla ahora mismo —replicó Kai forcejeando para soltarse.
A saber lo que quería inyectarle. Una parte de él no podía evitar pensar en que, si lo dormían, no despertaría jamás.
—Mi querido teniente Reed —dijo su captora en tono cruel colocando el cañón de la pistola en el cuello de Kai para luego apretar el gatillo—, no está en posición de pedir o exigir nada.
Kai intentó replicar, pero apenas emergió un ligero siseo de sus labios. La droga inyectada en su cuerpo debía ser un potente somnífero, pues podía notar un intenso peso en sus ojos además de un extraño hormigueo en todo el cuerpo.
—Váyase.... —consiguió balbucear Kai casi inconsciente— al infierno...—añadió antes de caer en un profundo sueño.
—Usted primero —deseó Larthan inexpresivamente.