—Teniente.
Sumido en un oscuro vacío, Kai no percibía casi nada a su alrededor. Su cuerpo apenas le respondía.
—Teniente.
Ahora le parecía escuchar algo más aparte de esa voz femenina que lo llamaba. Era un sonido que le resultaba muy familiar.
—Teniente, despierte.
Cuando de repente sintió su mente más clara y su cuerpo más ligero, Kai abrió los ojos lentamente. Seguía en el mismo laboratorio de antes. Aunque algo era distinto. La colocación de los muebles era diferente.
—Teniente Reed, ¿puede oírme?
Kai arqueó una ceja sorprendido al darse cuenta de que la voz procedía de su dhome, sujeta como de costumbre a su muñeca derecha. Alguien le había quitado las ataduras mientras dormía, además de las vías intravenosas. Sus armas descansaban en una mesa a tan solo unos metros. Comprobó con rapidez su ordenador de muñeca. Quien lo hubiese dejado en la sala junto a sus armas le había instalado una cuenta atrás:
35:53:20
¿Ese era el tiempo hasta que la detonación del iosalan? Sospechoso, pero ahora no tenía tiempo de comprobarlo. Aún le costaba creer que Larthan quisiera hacer detonar un artefacto tan peligroso.
Construido por los zarkus, la raza que casi había exterminado a la humanidad varios miles de años atrás, el iosalan tenía una función aterradora: destruir sectores espaciales enteros provocando que las estrellas explotaran como hipernovas.
Pero el terror del iosalan no acababa ahí. Convertir estrellas en hipernovas era solo una parte del potencial del iosalan. Haciendo uso de campos de gravedad y agujeros de gusano generados artificialmente, quien lanzase el arma podía dirigir la energía de la explosión contra varios planetas al mismo tiempo...
Larthan podría destruir los nueve planetas del sistema solar de un plumazo...
Un plan diabólico pero con un fallo importante. La CSE se había asegurado de evitar algo parecido pudiera ocurrir. Tras la guerra con los zarkus, la Confederación había instalado una serie de dispositivos de escudo en torno al sol para evitar que nadie pudiese manipularlo con fines destructivos.
Un largo escalofrío de terror recorrió el cuerpo de Kai al darse cuenta de un pequeño pero vital detalle. Como enlace militar de la presidenta Hardyan, Larthan podría acceder a todos los códigos de seguridad del sistema solar.
Incluyendo las claves de desactivación de la red de escudos solares.
Sin duda alguna, un plan audaz y diabólico.
Debía salir del sector Unhru y pedir ayuda lo antes posible, o como mínimo encontrar alguna terminal desde la cual poder avisar a la CSE.
Un profundo y helado escalofrío de terror recorrió la espalda de Kai al darse cuenta de algo más. Según los registros históricos que había estudiado en la academia, si se lo alimentaba con la suficiente energía, un artefacto iosalan podía desplegar una función apocalíptica.
No. Larthan sería una extremista radical, pero no estaría tan loca de poner un iosalan al máximo.
¿O tal vez sí?
—Teniente Reed, ¿me recibe?
Kai se detuvo al escuchar una comunicación en una de las frecuencias de la CSE. Parecía una voz de mujer.
—La recibo, identifíquese.
Podía ser una trampa, pero prefirió correr el riesgo.
—Por fin —replicó una voz femenina al otro lado de la línea—. Soy la agente Karin Shawder, del servicio de Inteligencia. Código de autentificación: DX-54301. Código operativo: fantasma elegante.
Kai no contestó de inmediato. El código de autentificación y el código operativo parecían correctos. El término «fantasma elegante» era utilizado en la Agencia de Inteligencia Militar para referirse a agentes infiltrados de alto nivel.
—Necesito el código secundario, fantasma elegante —solicitó Kai sin fiarse del todo.
—ZL-10502 —contestó su interlocutora—. Puedo ayudarlo a salir del sistema.
—Está bien —accedió él avanzando por un largo pasillo, iluminado por las luces de emergencia—. ¿Podría hacerme un resumen de la situación? —preguntó cogiendo con más fuerza su rifle de combate.
—Los vextral consiguieron recuperar muestras del patógeno de Khassius Lhan —respondió la mujer al otro lado de la línea—. Hace varios días, se evacuó al personal y se purgó la instalación por riesgo biológico.
Típico. Si los vextral se caracterizaban por algo, era por su desmedido afán por jugar con cosas fuera de su comprensión. Al igual que en otras muchas ocasiones, los vextral habían jugado con fuego sin importar quien podía quemarse.
—Agente Shawder, ¿puede llevarme hasta Ilena Hardyan? —preguntó Kai apostándose tras una esquina.
—Sí —sentenció su interlocutora de inmediato—. La tienen retenida en un campamento situado en la superficie del planeta.
—¿Cuánto tiempo tenemos hasta la llegada de los refuerzos?
—Lo desconozco —contestó Shawder—, pero el iosalan detonará en menos de treinta y seis horas. Larthan y el resto de fuerzas vextral se encuentran en la superficie.
—Entendido, ¿cuál es su posición, fantasma elegante?
—Estoy escondida en la superficie planetaria.
—¿Dispone de una nave?
—Tengo un medio para regresar a espacio controlado por la confederación.
La vaga respuesta de la agente Shawder inquietó a Kai, pero en aquel momento tenía otras preocupaciones más urgentes. No solo le inquietaba el asunto del iosalan.
Si el organismo vírico de Khassius Lhan realmente andaba suelto por ese planeta...
Estaba claro. Harían falta armas pesadas y en cantidad.
O eso o volar el planeta entero.
—Intentaré transmitir una señal —anunció Kai—. Ya me las apañaré para bajar al planeta.
—Buena suerte, teniente Reed —murmuró Shawder al otro lado de la línea.
—Lo mismo digo, agente Shawder... —se despidió Kai antes de abandonar su posición, rumbo a la proa de la nave.