A veces los cambios llegan disfrazados de decisiones adultas que nadie te consulta. Como cuando te dicen "no es por mucho tiempo", "va a ser bueno para ti" o "Clara estará encantada de tenerte en tu casa"
El día empezó gris con ese tipo de nubes que parecen cargar con todas las cosas que quieres evitar. Y yo, con el corazón hecho trizas por un rechazo que todavía dolía demasiado.
—Atlanta, ¿Estás bien?—preguntó Serena, mi amiga de toda la vida, mientras me ayudaba a juntar mis cosas en mi casillero.
—Claro.—mentí, bajando la mirada.
A mi lado Maya hacía una mueca exagerada para animarme.
—No te preocupes, vas a volver pronto.—dijo dándome un codazo.
—Gracias. Son las mejores.
Poco después caminamos juntas al patio por última vez durante semanas. Era extraño pensar que el mismo lugar donde tantas risas, secretos y planes habían nacido ahora se convertiría en un recuerdo.
—Vamos a extrañarte.— dijo Serena con voz suave.
—Yo también las voy a extrañar.—confesé luchando por no llorar.— Esto es un... Un cambio que no pedí.
Maya sacó su cámara instantánea y nos sacamos una foto rápida, congelando el momento. Quería que se quedara conmigo para siempre.
***
Cuando llegué a casa, mamá estaba empacando con prisa y una expresión que intentaba ser tranquila, pero que me recordaba a esos cuadros que se ven bonitos desde lejos, pero tienen grietas al acercarse.
—Solo serán unas semanas,—dijo sin mirarme.— Entre el trabajo, el nuevo turno en el hospital y que tu abuela se va a casa de Lidia, necesito que estés con Clara.
—¿Clara?—pregunté sentándome en el sofá. — Ya no es mi tía ¿cierto?
Mamá suspiró.
—No cielo, Clara es una amiga muy cercana de la familia. Siempre ha estado ahí para nosotras.
—¿Y por qué no me lo dijiste antes?
—Pensé que preferirías no cambiar tanto, pero a veces no podemos elegir.
Me quedé en silencio, procesando la información.
—¿Y ella estará sola?—quise saber.
—No.—sonrió un poco— James, su hijo vuelve esta semana. Estudia en otra ciudad pero parece que vendrá unos días.
Recordaba vagamente a James, un niño que hablaba con una sonrisa eterna.
—Pensé que te haría bien tener a alguien conocido cerca.—añadió mamá.
No supe que pensar.
Esa noche, después de la cena, la abuela me llamó a su cuarto. Estaba empacando con calma, como si cada objeto tuviera su historia y ella no quisiera olvidarla.
—Voy a quedarme un tiempo con Lidia— me dijo — pero volveré pronto mi niña.
La ayudé con sus cosas, libros, lanas, fotos, y una radio vieja que hacía sonidos extraños.
—¿Vas a jugar lotería con tus amigas?—pregunté.
Ella río.
—Niña, cuando llegas a esta edad la vida es una lotería constante. Lo importante es jugar con estilo.
Me acarició el cabello.
—A veces para ver las cosas desde otro ángulo es necesario moverse.
—¿Y si no me gusta lo que veo?
—Pues te mueves otra vez.
***
Al día siguiente fui a despedirme de Serena y Maya. En el parque donde solíamos sentarnos después de clases, nuestras voces se mezclaron por el viento.
—Prométene que no vas a desaparecer.— me dijo Serena.
—Nunca. —dije— Solo es un hasta pronto, no es un adiós.
Maya me abrazó.
—Y cuando vuelvas, te voy a preparar el peor pastel de chocolate del mundo para vengarme por haberte ido.
Solté una carcajada.
Finalmente, mamá me llevó a la panadería de Clara. El olor a canela y mantequilla caliente me recibió antes que ella misma.
—¡Atlanta!—Clara apareció desde la cocina con un delantal manchado y una sonrisa que casi parecía demasiado grande para ser rea.—¡Estás enorme!
¿A que edad los adultos dejaban de medirnos como plantas?
Rufus, su gato, me miró con desdén desde una esquina. Para él, yo era una intrusa.
Subimos al segundo piso. Mi nuevo cuarto era un pequeño refugio con paredes marcadas por recuerdos ajenos una cama con una colcha azul y un escritorio junto a la ventana.
Me senté en la cama dejando que el silencio me envolviera.
Esa noche, escribí en mi diario.
Estoy en un cuarto que no es mío. La abuela está en casa de Lidia, mamá dice que todo estará bien, pero ella siempre lo dice.
Clara es amable pero esta no es mi casa. Rufus me gruñó cuando subía por las escaleras. Lo tomaré como una bienvenida.
Extraño mi cama.
Extraño el olor de mi almohada.
Extraño no saber que va a pasar mañana.
Al final añadí.
Pero supongo que también es un poco emocionante no saberlo.
Editado: 29.06.2025