Atlanta

Viejas amistades y nuevas certezas

El aroma cálido y dulce del pan recién horneado siempre había sido como un imán para mí. Entrar en la panadería de Clara ahora se sentía extraño y a la vez familiar, como si el lugar guardara secretos que sólo esperaba que yo recordara. Acomodaba con cuidado los frascos de mermelada en la estantería cuando escuché el tintineo alegre de la campanilla en la puerta.

Giré la mirada y ahí estaba él: James. Alto, con una melena castaña rizada que caía sin orden sobre su frente y unos ojos verde brillantes qué parecían ver más allá de las apariencias. Su sonrisa, amplia y contagiosa, iluminaba el pequeño local como un sol inesperado en un día nublado. Su piel, ligeramente bronceada, llevaba aún la frescura de quién ha pasado mucho tiempo al aire libre, y su postura relajada transmitía esa confianza sencilla que solo tienen los que se sienten en casa.

—¡Atlanta!—exclamó con entusiasmo, dejando caer su mochila y abriendo los brazos para abrazarme.

Sentí que todo el peso acumulado de estos días se aligeraba en un instante. James siempre había tenido esa energía que te envolvía y te hacía sentir que no estabas sola, aunque la vida te recordara lo contrario.

—James.—saludé, sonriendo tímidamente.— Hace mucho que no nos veíamos.

El se apartó un poco para observarme y su mirada era cálida, llena de afecto sincero que no necesitaba palabras.

—Demasiado tiempo.— dijo frotándose las manos con entusiasmo.—¿Cómo has estado? No te imaginas lo raro que se siente tenerte aquí.

Clara apareció detrás de él, con la sonrisa que siempre usaba cuando estaba orgullosa.

James se volvió hacia mí, sus chispeando con un brillo travieso.

—¿Recuerdas cuando nos escapábamos por el parque y robabamos manzanas del árbol de la señora Gómez?—preguntó con una sonrisa.

Reí sin poder evitarlo, recordando aquella tarde en que casi nos descubren y terminamos corriendo hasta que nos dolían las piernas.

—Sí, y casi me caigo en el río.—contesté sonrojada.— Tú me ayudaste a levantarme.

—Siempre estaré para eso.—dijo serio.—Aunque ahora ya no somos niños.

Nos miramos por un momento, la nostalgia mezclada con la realidad que ahora nos rodeaba. Habían pasado años, pero la conexión seguía ahí, intacta.

Los días siguientes fueron una mezcla de adaptación y pequeños descubrimientos. James estaba en la panadería casi todo el tiempo, ayudando con las entregas, atendiendo clientes o simplemente charlando con Clara y conmigo. Siempre encontraba la manera de hacerme reír, contar una historia divertida o hacerme un comentario amable que hacía que la tensión en mi pecho disminuyera.

Su personalidad era tan cálida, como su sonrisa. Nunca imponía su presencia, pero su energía positiva llenaba el espacio. Con cada gesto, con cada palabra, hacía que la idea de estar aquí se sintiera un poco menos ajena.

Una tarde, mientras preparabamos la mesa me contó sobre sus estudios y sus planes, pero también sobre cosas simples, su canción favorita, el equipo de fútbol que seguía, la película que lo había hecho reír hasta llorar.

—No todo es serio—me dijo con una sonrisa.— A veces tienes que dejar que las cosas fluyan a su manera y encontrar alegría en lo pequeño.

Yo asentí, sintiendo cómo sus palabras me ayudaban a estar mejor. Debería tratar de no dejar que la tristeza y el miedo dominaran mi presente.

***

Una noche, después de que Clara se fue a dormir, James y yo nos sentamos en la cocina con una taza de chocolate caliente. Las luces eran tenues y el silencio estaba lleno de posibilidades.

—Me alegra que estés aquí Atlanta, mi madre me contó lo de tus padres.—me dijo con sinceridad.—No quiero que te sientas sola.

—Gracias, esto no es fácil para mí.—respondí apretando mi taza con fuerza.

—Lo sé.—asintió.—Pero no tienes que enfrentarlo sola.

Esa noche me dormí pensando en lo mucho que había cambiado con el tiempo, pero también en lo poco que había cambiado lo importante.

Antes de cerrar los ojos, escribí en mi diario.

James sigue igual que hace mucho tiempo, se siente como un faro en medio de una tormenta. Su sonrisa me recuerda quien era cuando todo era más sencillo. No sé que vendrá, pero al menos no estoy sola. La panadería es un refugio y él es un amigo que ya conocía.



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En el texto hay: comedia, drama, amor

Editado: 29.06.2025

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